Andrés Manuel López Obrador, desde el inicio del ejercicio de su poder autócrata, perdió no solo el contacto con la realidad, sino que dejó de escuchar. Para quienes le conocemos hace décadas, podemos comprobar que ha mostrado lo peor de la intolerancia y la cerrazón que caracterizan a quienes ya en el poder, solo piensan, leen, hablan, desde lo que consideran es la realidad que suponen han transformado. Para el, los “números duros” y los cuestionamientos, son producto de campañas de enemigos y el solo participar en las expresiones legítimas que tiene la sociedad civil, nos convierte en “traidores”, “hipócritas”, “vende patrias”, conservadores” y cuantas injurias escupe a diario en sus mañaneras.

Desde Puebla, la tierra que me sintió nacer, en mi amada Universidad Iberoamericana, es que se realiza el Diálogo Nacional por la Paz, como un cuestionamiento reflexivo al fracaso de la política de seguridad del gobierno del Presidente sordo. Del 21 al 23 de septiembre tuvo lugar en mi Ibero Puebla, este evento, a través del cual se busca proponer una estrategia nacional que parta de los municipios, de las pequeñas localidades, y que ayude a frenar la inseguridad y la violencia que priva en nuestro país. El encuentro inició el jueves con un diálogo de bienvenida a cargo del rector jesuita de la Ibero Puebla, Mario Patrón, y el arzobispo poblano, Víctor Sánchez.

En el encuentro participaron especialistas en el tema de seguridad nacionales e internacionales, así como docentes, organizaciones civiles, personas de pueblos originarios, representantes de diferentes asociaciones religiosas, personas migrantes, integrantes de gobiernos locales y del empresariado. A pocos o a nadie de ellos, puede AMLO descalificar, pues los auditorios están llenos de gente con experiencias de vida entregadas a los más pobres. Imposible que nos califique como “conservadores”, cuando construimos proyectos y espacios solidarios que perduran después de décadas en el campo y en los suburbios de este México martirizado.

Solo queremos un diálogo que abone a una estrategia efectiva de pacificación nacional. Pero no. AMLO desdeña y descalifica sin mención a esta jornada. Lo suyo es la burla, los ataques a sus adversarios, desde ese País imaginario que tiene en la mente. A la iglesia ya le tocó lo suyo. Este sexenio fue atacada y humillada. AMLO no tuvo reparo en injuriar y calumniar a una institución que aún con todos sus defectos, mucho trabaja por los que menos tienen. Aquí se escuchó que hoy es el momento de actuar; “A Dios rogando y con el mazo dando”, asumiendo todos, la tarea de construir la paz, desde la familia, desde las aulas, desde la empresa, desde las calles, desde nuestras comunidades vecinales y círculos sociales, buscando siempre la unidad nacional. Aquí recodamos a los jesuitas asesinados, a todos los sacerdotes, religiosos que han dado su vida por defender la dignidad de los más necesitados; ya son 25 religiosos asesinados en el país en los últimos 10 años.

No me acostumbro a estos escenarios de muertos y de desaparecidos, me indigno del reclutamiento de miles de jovencitos para el crimen y hoy veo con decepción que, si nuestro País no hace cumplir las leyes, aunque sigamos orando por la paz, nuestras familias, nuestra nación, seguirá en este mar de sangre. Creo como educador en la bondad del ser humano, tengo esperanza en el mundo y en la sociedad, y di mi vida en proyectos que buscan la paz y la justicia, pero veo hoy lejos la luz al final del túnel.

Andrés Manuel por fin, ya se va. Nadie es eterno. Seguirá en sus frecuentes giras por Badiraguato para hacerse sentir cerca, tolerando a esa gran industria que Science en su excelente artículo de esta semana, modela con un potente modelo matemático, concluyendo que los cárteles son la quinta empresa empleadora de México con una plantilla de personal con alrededor de 175,000 integrantes, más grande que Oxxo. Enorme desafío tenemos a futuro con lo que nos hereda AMLO: más violencia y un Estado y una economía que tiene introyectada en su gen, a la delincuencia.

Andrés Manuel, el Presidente que dio por años abrazos al cártel y puso en la mira a periodistas, descalifica los movimientos que le cuestionan su falta de efectividad para dar seguridad a México. Él fracasó rotundamente su plan; nuestro amado País sigue bañado en sangre y es la iglesia católica, los jesuitas, los laicos, quienes le gritamos al Presidente, que éste, lamentablemente, es el sexenio más sangriento de la historia y la paz, está lejos, aunque el Presidente, siga sordo. 

HLL

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