En junio de 1913, el general Felipe Ángeles recibió una carta del expresidente Porfirio Díaz, quien se encontraba exiliado en Francia, el cual a su vez adjuntó una carta de José Yves Limantour; la carta de Porfirio Díaz le manifiesta a Ángeles que el régimen de Victoriano Huerta caería y le pide que reflexione la carta que adjunta, para que interceda por salvar a la patria y al ejército.

A su vez, la carta de José Yves Limantour dirigida a Francisco León de la Barra le dice que debe proceder la dotación de tierras a favor de Emiliano Zapata y constituir un ejército, al mando de Francisco Villa y Emiliano Zapata, para así poder salvar a la Nación.

En la carta se menciona lo siguiente:

“Estimado amigo: No sé si habrá recibido una carta que le dirigió el señor Limantour. De cualquier manera, le suplico me preste su atención a las ideas siguientes, que si se realizan, pueden significar la salvación de una institución que es para mí sagrada, habiéndole dedicado mis mayores esfuerzos; usted es miembro de esa institución y sabe lo que vale.

El acontecimiento de febrero colocó al ejército en un dilema terrible: o el ejército se sobrepone a la furia del pueblo que ya clama de una manera terrible y se establece la paz, y quizá el único Gobierno estable en México; o el pueblo aniquilará el ejército.

La salvación del ejército es muy sencilla y usted es el más adecuado para este objeto, que significará la salvación del país. Yo había pensado no mezclarme más en los asuntos políticos de mi país, por razones que es inútil mencionarlas ahora; pero ahora lo creo necesario intervenir de una manera privada, dirigiéndome a usted.

Usted recordará que al ausentarme, la guarnición que me hizo los honores en Veracruz, bajo el mando del coronel Victoriano Huerta, hoy general, dije entre otras cosas:

“Como usted muy bien lo ha dicho, coronel Huerta, el ejército ha sido el objeto de ataque, y esto me hace que conciba la esperanza que el presente estado de cosas será firmemente defendido por el ejército, restablecer la paz. Si el país necesita de mis servicios, solemnemente me adhiero a mi palabra de militar, de colocarme a la cabeza bajo su bandera guiando a mis soldados y defendiendo con la última gota de mi sangre la muy amada tierra mexicana. Antes de mi partida recomendé al ejército la más completa subordinación, y aunque mi ausencia es temporal, mi corazón permanece con ustedes”.

Mis palabras no significan que el ejército debiera convertirse en un simple y sumiso esclavo de inconscientes mandatarios, cuya rudeza los enviaría al desastre y al esfuerzo en contra del pueblo invencible por su furia. Tal vez el general Díaz y el general Huerta así lo comprendieron provocando el evento de febrero, con objeto de salvar el ejército y el país. Debido a las circunstancias en que se encuentra usted, le toca a usted decidir sobre la suerte de la legión de bravos soldados que son sus compañeros de armas y de sufrimientos. Reflexione usted sobre mi carta y sobre lo que el señor Limantour me dice que le ha escrito. Sinceramente suyo, Porfirio Díaz”.

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