Hoy la política de las certezas parece quedarse a la deriva en Guanajuato. Esto me recuerda una frase de Georges Bataille, que retomo en mi conferencia “Tendencias y Perspectivas Electorales para el Estado de Guanajuato en el 2024, y dice: “Entre la certeza absoluta y la duda absoluta, solo queda el espacio intermedio de la incertidumbre creadora”.
Las elecciones forman parte de ese espacio de incertidumbre, que hoy se amplía, porque del año 91 del siglo pasado en Guanajuato, al 2024 del próximo año, serán 34 años de gobierno panista que se han sostenido con el maridaje de la élite del PRI y la ingenuidad de sus militantes de base.
Nada como los números para ilustrarnos que ha pasado, o, mejor dicho, como se han alineado los votos para que el PAN gobierne sin pena y sin gloria. Ya le he referido, el PAN llega bajo el acuerdo llamado concertacesión, tomado en el curso del 88-91 con Carlos Salinas de Gortari en la presidencia de la República.
Partamos de datos esenciales para ver en perspectiva la elección del 2024. La votación estatal del PAN crece 20.6 veces en 21 años; de 1979 al 2000, pasa de 49 mil 525 votos, a 1 millón 4 mil 603 votos, que sería la etapa de posicionamiento del PAN para llegar a la presidencia de la República con Vicente Fox, en cogobierno con el PRI. El costo de ese crecimiento, en términos económicos es desmesurado, no solo para lograr esos votos, sino para crear una estructura que soporte ese crecimiento anormal.
En cambio, el PRI crece su votación 2.2 veces en 21 años; de 1979 al 2000 pasa de 330 mil 200 votos a 604 mil 363. Es la etapa del desmantelamiento del PRI, para allanarle el camino al PAN rumbo a la Presidencia de la República.
Es insólito que mientras el partido que estuvo en el poder en Guanajuato por 50 años con toda la infraestructura electoral, la estructura territorial, y la corporativizacion de los sectores sociales, y una organización partidaria eficiente, y el control del conteo electoral, tenga un crecimiento en 21 años de 2.2 veces; mientras que el PAN que carecía de todo, tenga un crecimiento de 20.6 veces. Reza la sabiduría que en política no hay milagros.
En la segunda etapa, del 2006 al 2018, la votación del PAN tiene como punto más alto 1 millón 166 mil 820 votos en el 2006, con Juan Manuel Oliva; el punto más bajo con 1 millón 40 mil 949 votos en el 2018, con Diego Sinhue. El reloj del crecimiento insólito se paró en seco. Se acabó la ilusión de las certezas, el PAN no crece, disminuye 125 mil 871 votos, a pesar de contar con el apoyo del gobierno de la República de Fox y Calderón. La irrupción del PRI en el 2012 invierte los papeles.
Esta segunda etapa para el PRI no es miel sobre hojuelas. En 12 años tiene brincos que llegan de pronto a ser competitivos, así lo muestran los resultados electorales, sobre todo con los cambios en la Presidencia de la República. En el 2006 tiene una votación de 494 mil 448 votos; en el 2012, en la elección presidencial donde se elige a Peña Nieto, sube a 948 mil 590 votos, se queda a un paso de empate técnico con el PAN. Pero, en el 2018, baja en vertical, y solo obtiene 266 mil 916 votos. Los números no cuadran, no son lógicos. Ni la subida increíble del 2012, ni la caída vertical del 2018 se pueden explicar si los votantes son de carne y hueso, salvo que hayan sido artificiales; para decirlo de manera muy procaz, comprados. Si el PAN decrece, ¿A dónde se fueron 681 mil 674 ciudadanos que votaron por el PRI?
La irrupción de Morena en la presidencia de la República en el 2018 parecía solo un fogonazo, pero la elección del 2021, y 2022, los coloca como una fuerza política irreductible en 22 estados de la República, eso impacta en Guanajuato y repliega al PAN. Ahora los recursos económicos son exprimidos, y direccionados para apuntalar las campañas, que, si bien lo mantienen con un margen electoral de más de un 50 por ciento a su favor, con respecto a Morena en el 2018, este es alimentado con más deuda pública.
El crecimiento insólito, y luego el estancamiento del PAN; la caída del PRI a pesar de sus repuntes no obedece al electorado, sino a la merma económica en la inversión electoral, es decir a la operación política. La lista nominal de electores crece, pero los votos no llegan a los partidos porque los recursos que inyectaban a las elecciones si bien pueden ser los mismos, el electorado no es el mismo.
Esto último tiene sentido en los mismos números. En 1979 votaron 396 mil 525 ciudadanos; 39 años después, en el 2018, votaron 2 millones 88 mil 712; el número de votantes tiene un aumento de 1 millón 692 mil 187 votantes, 5.2 veces a la cifra inicial. Pero, la lista nominal de electores alcanzó la cifra de 4 millones 396 mil 360 inscritos, y nos arroja que 2 millones 307 mil 548 ciudadanos no votan. Es decir, 52.5 de cada 100 ciudadanos no salen a votar. Y si a ello le sumamos la “desaparición” de votantes de una elección a otra, del PRI, el fenómeno de la abstención es gravísimo.
Guanajuato como laboratorio político de los acuerdos entre el PRI y el PAN, también pasó por ajustar las cifras electorales en las últimas tres elecciones presidenciales. Pero no logran empatar con la realidad, es decir, el electorado crece, y el PAN se frena y decrece, no le puede dar alcance porque llegó al 2000 con un crecimiento inexplicable.
Estos datos parecieran ser históricos, testimoniales, pero no es así, muestran a dos partidos políticos, PRI- PAN agotados, uno sin crecimiento y en declive, y otro achicándose a pasos agigantados en cada elección. Eso significa, que los esfuerzos que hace el PAN en el gobierno de Guanajuato para continuar sean más desesperados, acudiendo a la deuda pública para sostenerse, pero con un debilitamiento en la aprobación popular, desde luego, por la ineficacia en la contención del principal problema que ahoga a la sociedad: la inseguridad, acompañada de una violencia atroz y una impunidad criminal.
Los costos electorales ahora son visibles, por un lado, el financiamiento público del organismo electoral, por otro, el del candidato, y finalmente el de los patrocinadores, que tienen un tope legal. Pero existe el otro, que fluye desde meses antes de la elección, disfrazado de apoyos en dinero o en especie. Y el día de la elección, es efectivo, y no es un gasto arbitrario, está cuantificado en función de la votación real y la ideal, para ganar la elección.
Para el PAN, a nivel estatal, su votación ideal para el 2024 es la del 2006, o sea, 1 millón 166 mil 820 votos, pero ahora, no tiene los recursos de esa época, ni la situación política y social es la misma, de tal modo que su tendencia a la baja, tienen que frenar, y luego mantener ese número ideal. ¿Tiene los recursos en todo sentido? Todo parece indicar que no, y que una gran parte tendrá que salir de los municipios, con el riesgo de enlodar las candidaturas.
Al PRI, la elección del 2018 lo hundió, y su sobrevivencia le ha dado para mantener a un sector político muy reducido en el Congreso y en las presidencias municipales. Los acuerdos con el PAN le han permitido no tocar fondo. Los 266 mil 916 votos obtenidos en la elección del 2018 en todo el estado seguramente irán a la baja, aunque la reelección de sus presidentes municipales podrían dejarlo en las mismas condiciones de hace 5 años, pero le ocurre lo mismo que al PAN, el impacto de la delincuencia y la violencia, y la desconfianza del electorado, lo pondrá en una situación de emergencia. Recursos para invertir en las campañas, solo tendrán un lugar de origen, los municipios que gobierna, y desde luego, nadie querrá invertir un peso en otro lugar. Los votos del PRI, en alianza con el PAN, en el mejor de los casos, aliviaría el “estrés postraumático” del PAN después del 2012, y 2018. Sin embargo, las tendencias electorales son a la baja.
Los resultados electorales del 2018 de Morena en Guanajuato son un referente para plantearse los retos que enfrenta. Alcanzó 507 mil votos, pero el PAN obtuvo 1 millón 40 mil 949 con una ventaja de 533 mil 949 votos, poco más del 50 por ciento. Para Morena el estado ideal es haber mantenido su electorado, y remontar ese 51% faltante, ello implica, si partimos del crecimiento histórico, y del posicionamiento del PRI, y del PAN en su momento cuando fueron gobierno federal, que requieren una gran infraestructura territorial, una gran movilización, recursos económicos, coordinación, unidad, y un líder que los guíe. ¿Existen esas premisas?
La votación del 2018 de Morena, en un estado con ese gran hueco de participación ciudadana, fue sorprendente, pero los mismos datos nos arrojan que no subirá la participación electoral; que la movilidad electoral de un partido a otro, ya no tiene sustento. De cierto, se formalizarán alianzas y se podrá objetivar núcleos de votantes que ya lo hicieron en el 2018, y en el 2021, pero no serán la cifra ideal de 51% más para empatar con el PAN. Y si llegase a darse la alianza del PAN con el PRI, el PAN crecería su votación con 266 mil votos, tomando como referencia los datos del 2018.
La desaprobación ciudadana al gobierno de Diego Sinhue también es un referente importante, pero no es vinculante con la acción política de Morena en el estado, ni con su imagen pública, es fruto de la corrosión que hizo la impunidad en el ejercicio del gobierno, de cara a la violencia y la delincuencia. Morena, ha sido la receptoría natural de una parte de la inconformidad ciudadana, y el otro, ha sido el abstencionismo, que puede dar otro gran brinco.
En resumen, tenemos un escenario electoral complejo, porque las certezas se terminaron en el 2018, los partidos históricos están en declive, y Morena no termina de madurar, todo ello en un contexto nacional y estatal, profundamente conflictuado políticamente, y en nuestro caso, con una crisis de seguridad, que ha puesto en peligro la vida y el patrimonio de los guanajuatenses, y particularmente a sus municipios más importantes.
Y ese es el tema medular, la sociedad solo tiene un puente para cruzar a tierra segura, y es la vía electoral, pero hoy está llena de abrojos, piedras y mala hierba que obstruye el camino. Los aplausos y las encuestas cuentan, pero no votan.
Revolcadero.
Si los partidos políticos en este próximo proceso electoral ponen por delante sus intereses de grupo, familiares, económicos, y políticos, profundizarán la grieta en la que todos estamos sumidos. Sin una visión estratégica que parta del interés de los habitantes de los municipios, y del reconocimiento natural de sus líderes, todo estará perdido.
DAR