En esta ocasión, amables lectoras y lectores, habré de comentar sobre algunas de las etapas que, relativas a la evolución del feminismo, pueden considerarse definitorias en esta larga y ruda lucha de las mujeres por conquistar su igualdad en distintos entornos, siempre creados: por hombres y para hombres.
Enseguida y al término de la columna daré cuenta de lo que, aun hoy, sucede con relación a los derechos, en lo general de las mujeres y de las ciudadanas, toda vez su aún presente sujeción, los esfuerzos y derrotas para su vindicación, así como su inconclusa batalla por alcanzar la participación igualitaria en política y democracia.
Para ello, las citadas etapas o hitos que enseguida relataré, servirán como referencia para hacer evidente la limitada visión y acciones retrógradas que impiden terminar con la lucha iniciada por allá de la última década de 1700.
Dado que al final de un día más en la lucha global profeminista… en nuestro país, lo único que logramos es visibilizar los grandes vacíos conceptuales, intereses de grupo y la indiferencia ante la oportunidad de trabajar -hombres y mujeres- por la igualdad en el desarrollo político de nuestra nación, “POR QUE SI LAS MUJERES AVANZAN, NO HAY NADIE QUE RETROCEDA”. Así como en otros temas: perder la oportunidad para hacer destacar a nuestro país en el concierto global.
Finalmente, respecto a lo dicho es posible concluir que hoy como ayer y hace muchos años: distintos intereses sectoriales, de partidos y los relativos a actores de la política mexicana, pesan más que nuestro desarrollo como país. Con ello en mente y también con una aguda mirada, iniciemos nuestro viaje al pasado del feminismo:
En la última década de 1700, Olympia de Gouges publicó su polémica Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, consecuentemente, los Girondinos, grupo político formado por burgueses y considerado “moderado” en la Francia de aquella época, enjuiciaron a la citada autora para, al final, con una cabeza rodando desde la guillotina -por supuesto, la de Olympia-, en un acto público, oficializar y naturalizar la violencia extrema en contra de una mujer cuyo grave delito fue la argumentación literaria mediante la cual pretendía hacer asequible para las mujeres la libertad, igualdad y fraternidad proclamadas como conquista por la Revolución Francesa.
¡Esto siendo un claro ejemplo de cómo nos han tratado como subhumanas o subciudadanas!
Con aquella decapitación, de igual forma, se cercenó pública y oficialmente para todas las mujeres francesas la legítima aspiración al goce de tres derechos reconocidos como fundamentales para la humanidad… por supuesto, ¡para la humanidad de sexo masculino! Por aquellos años, pero en Gran Bretaña, Mary Wollstonecraft publicó el libro Vindicación de los derechos de la mujer, relativo a la ética y el lugar de las mujeres en la sociedad. Un lugar, por cierto, ¡bastante deplorable!
Consideró como ejes de su obra: 1) la aspiración y exigencia de las mujeres para contar con libertad individual, ya que la prácticamente nula libertad femenina siempre se encontraba referenciada a algún varón, 2) el reconocimiento de la razón en la mujer, es decir: el reconocimiento de su capacidad para razonar ¡por sí mismas! 3) la aspiración a un trato igualitario y 4) a ser tratadas fraternalmente. ¡Qué indignante puede ser, tan solo, saberse sin conciencia, sin derecho a considerarse poseedora de razonamiento, desigual y lejos, muy lejos de un trato fraternal… lisa y llanamente!
La mujer de esa época era ¡un objeto a usar! Con estas dos referencias y casi sesenta años después de lo escrito por la señora Wolstonecraft, en 1848, en Estados Unidos de Norteamérica, durante la Conferencia de Seneca Falls celebrada en New York, la lucha feminista por primera vez hace pública la denuncia de la prohibición implícita y efectiva del impedimento de las mujeres para votar. Así como también para: 1) ser consideradas en los procesos electorales, 2) ocupar cargos públicos, 3) expresamente para afiliarse a organizaciones políticas y 4) para asistir a reuniones que pudieran considerarse igualmente políticas.
Por supuesto definidas como políticas por el género dominante, sí: el masculino.
Con todo ello, el papel de la mujer en la sociedad prácticamente se veía reducido a los quehaceres domésticos y los servicios religiosos. ¡Participar en la transformación de la sociedad vía el quehacer político, votar y pensar en ser electa para ocupar un cargo público, era algo completamente alejado de la realidad! Bueno, lo sigue siendo.
Así, con todo ello a cuestas en la mochila de campaña, nuevamente, varios años después, en 1869, en Gran Bretaña Harriet Taylor y John Stuart Mill se lanzan a una nueva batalla al publicar su libro titulado Sujeción de la mujer, a efecto de promover la transformación de distintas leyes y proponer el acceso de las mujeres a la educación. Citado libro de igual forma hace la denuncia de la manipulación de la sexualidad femenina como instrumento de control. Con el título en referencia y lo definido por el diccionario respecto a la acción de SUJETAR:
Tener a una persona, un animal o una cosa, agarrada de algún modo que ejerza presión sobre ella, impidiendo que se mueva, se caiga o se escape. Queda más que clara la realidad existente para las mujeres de aquella época. Ese mismo año se fortalece en Nueva York el movimiento por el derecho al voto de la mujer, creándose para tal efecto la Asociación Nacional para el Sufragio de las Mujeres. Fundada por Susan B. Anthony y Elizabeth Cady Stanton.
Mientras que de igual forma Lucy Stone crea la Asociación Americana para el Sufragio de las Mujeres.
“Con todo ello, ya no únicamente se denunciaba la carencia de derechos, los abusos ejercidos con fines de sometimiento, las expectativas o las aspiraciones femeninas, finalmente se creaban estructuras dentro de la sociedad con la finalidad de transformarla; se creaban estructuras políticas para poder luchar, ¡creciendo la agenda de las mujeres que ha sido un proceso colectivo con la participación decidida de expertas, trabajadoras, activistas, líderes comunitarias, de todas”.
Así, 1869 se destaca como un año de singular relevancia al dar inicio el movimiento conocido como: Las Sufragistas, definiéndose con ello un hito sustantivo en la historia del feminismo y la democracia, es decir, en la construcción de la Feminismocracia, con las mujeres de frente y los derechos al centro.
Hechos que en nuestro país y lamentablemente a 154 años después de iniciada aquella lucha, no pueden concluir satisfactoriamente y sí, en contraste, hacen evidente la miseria política que en este sentido hoy se encuentra vigente.
Por esto y todo lo anterior es que llevamos prisa, ¡sí! prisa, mucha, por tantos años que nos debe la democracia, la paridad, la igualdad…
Lo dicho no es simplemente uno de los tantos eufemismos mañaneros que cotidianamente se utilizan para hacer una política de muy bajo nivel y escasos beneficios, sino, por el contrario, muestra de una desgracia más para nuestro país. Una más, de tantas que hoy nos degradan ante la óptica demócrata del orbe.
Baste saber que en el Instituto Nacional Electoral, a escasos meses de los comicios a celebrarse el próximo año, se discute sobre las inconsistentes condiciones que prevalecen y ponen en vilo la paridad en los próximos procesos electorales gubernamentales, así como también hacen evidente la inexistencia del sustento para el mismo fin: la elección presidencial. Mientras que, por otro lado, la argumentación decidida, valiente y sustentada de las consejeras Ravel, Zavala y Humprey, es arteramente atacada, evidentemente, por consejeros varones y actores que por años han permanecido enquistados en el quehacer de comisiones.
Revelando una vez más los mismos vicios políticos y del poder que actualmente somos la única fuerza política, revolucionaria, plural y democrática. ¡Porque las mujeres decidimos en nuestro cuerpo y definimos en las urnas!
¡YA NO MÁS UN MEXICO SIN NOSOTRAS!
Hasta la próxima…