Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder”.
Luis Donaldo Colosio
No es un tema de dinero, sino de poder. Al gobierno de López Obrador no le interesa apoderarse de los 15,450 millones de pesos de los fideicomisos del Poder Judicial. El suyo es un régimen que con la mano en la cintura ha tirado a la basura más de 100 mil millones de pesos del aeropuerto de Texcoco y que está construyendo una refinería que está saliendo tres veces más cara de lo presupuestado. Al presidente no le importa el dinero, por lo menos no el de los contribuyentes. Su obsesión es el poder.
En el intento por alcanzar un control absoluto sobre el Estado, el poder judicial es el mayor obstáculo. Por eso AMLO ha declarado: “El Poder Judicial está podrido. Ese poder está tomado, está secuestrado, está al servicio de la mafia del poder económico y del poder político”. Omite decir que él es hoy quien detenta el poder político.
El control de AMLO sobre el Ejecutivo ya es abrumador. Él hace lo que quiere y pone a quien quiere. Ha llenado los cargos públicos de funcionarios sin más mérito que venir de Tabasco o haber militado en su ayudantía. Ha sojuzgado a organismos antes autónomos, como la Comisión Reguladora de Energía, y los ha llenado de incondicionales.
Al Poder Legislativo lo ha convertido en un apéndice del Ejecutivo, cuando no en una mera caricatura. Hoy tenemos a diputados y senadores dispuestos a aprobar leyes que saben que son inconstitucionales, porque lo reconocen sus propios abogados y líderes, pero además a hacerlo sin permitir que nadie pueda siquiera leerlas. El Congreso levantadedos del viejo PRI está de regreso. Tenemos incluso un Senado que, a instancias del senador Alejandro Armenta, quien quiere ser candidato de Morena al gobierno de Puebla, otorga un reconocimiento a un “periodista” cuya marca de distinción es hacer las preguntas más zalameras al presidente en las mañaneras.
El Poder Judicial ha mantenido hasta ahora su autonomía. Si bien el presidente ha nominado a cuatro de los actuales ministros de la Suprema Corte, y ha mantenido una alianza con el expresidente Arturo Zaldívar, por lo menos dos de los nuevos ministros, Juan Luis González Alcántara y Margarita Ríos Farjat, han exhibido una independencia de criterio que contrasta con la sumisión de las otras dos nuevas, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz.
El presidente López Obrador ha llevado a cabo una inusitada reconcentración del poder, a pesar de que la izquierda fue parte durante décadas de los esfuerzos por combatir al viejo sistema centralista. Su gran tarea pendiente es dominar al Poder Judicial de la forma en que lo hacía el ejecutivo antes de la reforma de 1994. Para hacerlo, quiere una reforma constitucional que solo podrá hacer si los partidos oficialistas consiguen una mayoría calificada, de dos terceras partes, en ambas cámaras del Congreso. Con ese propósito está utilizando todos los recursos a su alcance para apoyar a Morena y a Claudia Sheinbaum en las campañas para el 2024. El presidente podría introducir la reforma el 1º de septiembre de 2024, y esta se podría aprobar antes de que deje el poder el 1º de octubre. Pero si no, quizá la nueva presidenta lo haga. La concentración del poder es más apetitosa que los ideales de la vieja izquierda.
A México, sin embargo, no le conviene regresar a los tiempos en que el presidente controlaba toda la vida política. En una verdadera democracia el poder debe estar repartido. Una de las grandes raíces de la dictadura perfecta del siglo XX fue la falta de contrapesos al presidente. Pero AMLO, nostálgico de los años setenta, quiere reconstruir ese sistema.
Reglas
Las reglas se violaron desde que se lanzaron anticipadamente las precampañas y ahora campañas. El INE y el Tribunal Electoral votaron por permitir lo ilegal. Ahora el INE dice que Claudia Sheinbaum debe realizar sus eventos en locales cerrados y solo con militantes. Tratan de reglamentar un proceso que previamente dejaron sin reglas.
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