Perfil: Carlos Romero Deschamps, un hombre de gustos caros
A pesar de que su nombre siempre estuvo asociado a la corrupción, el ex dirigente petrolero, tres veces diputado federal y dos veces senador, nunca piso la cárcel.
A Carlos Antonio Romero Deschamps le gustaban las cosas caras. A su familia también. Durante 26 años, de 1993 a 2019, este ex conductor de pipas, nacido en Tampico, Tamaulipas, en 1944, estuvo al frente del poderoso Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, un cargo que ejerció sin contemplaciones y con el que se volvió millonario.
La opulencia y los excesos de Romero Deschamps eran conocidos por todos. Para muestra están las fotos de sus familiares en yates, casas de Acapulco, Cancún y Miami; el Ferrari que manejaba su hijo o los viajes al extranjero de su hija con sus perros en aviones privados. A él lo delataban los carísimos relojes Rólex de oro que lucía en su muñeca izquierda.
Hombre muy cercano al poder presidencial, Romero Deschamps se mantuvo al frente del influyente sindicato petrolero durante los mandatos de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, con el que tuvo un trato distante, pero al fin y al cabo cordial.
“Si toma la decisión de dejar el sindicato para atender estos asuntos (acusaciones sobre corrupción), está en su derecho. Nosotros no nos vamos a meter y él sabrá cómo responder a las denuncias presentadas sin que haya persecución, sino con apego a la legalidad”, expresó el actual presidente de México cuando Romero Deschamps decidió dar un paso al costado de su cargo en 2019, apenas unos meses después de la llegada de López Obrador a la presidencia.
La mañana del 20 de octubre, cuando se conoció su muerte, el presidente López Obrador le dedicó unas breves líneas en su conferencia mañanera: “Deseo consuelo y resignación a sus familiares y a sus amigos, porque a nadie se le debe de desear la muerte. No hay que meterse ni con los finados ni con los enfermos, hay que respetarlos”, expresó desde Palacio Nacional.
Un líder todopoderoso
Fue en la administración de Carlos Salinas de Gortari cuando Romero Deschamps se encumbró. De alguna manera, fue el mayor beneficiario del “Quinazo”, el golpe mediático que dio el ex mandatario el 10 de enero de 1989 para acabar con el “reinado” de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, en el sindicato petrolero. Aunque todos conocían las corruptelas de Hernández Galicia y el ex senador Salvador Barragán Camacho, su protector, se dice que su destitución y encarcelamiento fue un cobro de factura de Salinas de Gortari por el apoyo que un sector de los petroleros dio a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones presidenciales de 1988.
Aunque nadie lo comprobó de manera concreta, es sabido que Romero Deschamps, uno de los consentidos de Hernández Galicia, fue un actor central en el golpe a “La Quina”. En los pasillos del poder se habló de traición. Ya al frente del sindicato en 1993, tras los interinatos de José Meléndez Maranto y Sebastián Guzmán Cabrera, el nuevo líder modificó los estatutos para eliminar el voto secreto en las elecciones internas en las que se reelegía una y otra vez. Fue acusado de reprimir a los grupos disidentes y autorizó modificaciones sucesivas al contrato colectivo de trabajo para beneficiar a los gobiernos en turno. También se sabía que los candidatos a puestos de elección popular del PRI en la región petrolera del Golfo de México tenían que recibir el beneplácito del líder para llegar al poder. En los hechos, operaba como todo un “padrino” de la mafia.
Tres veces diputado federal y dos veces senador, durante su trayectoria como dirigente sindical se vio envuelto en varios escándalos, el más sonado de todos fue el “Pemexgate”, en el año 2000, cuando el Instituto Federal Electoral lo acusó de desviar más de mil 500 millones de pesos del sindicato a la campaña del candidato presidencial del PRI, Francisco Labastida Ochoa.
“Si´, entregamos ese dinero para la campaña de Labastida, pero sólo fue un préstamo”, reconocía Romero Deschamps a sus allegados.
El sindicato disidente de Pemex también lo denunció ante la Fiscalía General de la República por, presuntamente, estar implicado en el robo hormiga de combustible, el famoso “huachicoleo”, una práctica que, según Ana Lilia Pérez, autora del libro “El cartel negro y Pemex RIP”, “se disparó durante su gestión”. La periodista denunció la gigantesca mafia que extraía el combustible directamente de los ductos y en la que estaban implicados trabajadores de Pemex, conductores de pipas y hasta integrantes de los cárteles de las drogas.
A pesar de que su nombre siempre estuvo asociado a la corrupción, Carlos Romero Deschamps nunca pisó la cárcel. Su historia es la de un sindicalismo que formó parte de toda una época del sistema político mexicano. Una historia sucia que no se debería repetir.