Por Jazmín Ulloa de The New York Times para AM Guanajuato
Washington.- Delitos en ciudades estadounidenses. La crisis nacional de los opioides. Integridad electoral. Y ahora un ataque terrorista considerado el día más mortal para los judíos en los 75 años de la historia de Israel.
Poco después de que los terroristas de Hamás asesinaron y secuestraron a cientos de israelíes el 7 de octubre, una oleada de republicanos (en la contienda presidencial, en las elecciones estatales y del Congreso, y en los rincones de extrema derecha de los medios conservadores) recurrió a una táctica conocida: vincular el tema con la frontera sur del país.
“Lo que le ocurrió a Israel podría ocurrirle a Estados Unidos, porque nuestro país ha sido invadido por millones de personas de más de 160 países diferentes”, afirmó la diputada Marjorie Taylor Greene, de Georgia, en Fox News más de 24 horas después del ataque.
“Sabemos que hay una frontera abierta y sé que la mayor amenaza para la seguridad nacional es que esos terroristas entren a Estados Unidos y tengamos otro 11-S”, dijo Nikki Haley, exembajadora de Naciones Unidas durante la presidencia de Donald Trump, a los periodistas la semana pasada en Concord, Nuevo Hampshire.
“No pueden olvidar que las mismas personas que atacaron Israel están entrando ahora mismo a niveles que nadie puede creer en nuestro hermoso Estados Unidos a través de nuestra frontera totalmente abierta”, declaró Trump el lunes, una afirmación infundada que fue recibida con aplausos en un acto de campaña en Clive, Iowa, un suburbio de Des Moines.
Aunque los republicanos se enfrentan a divisiones internas profundas, la considerable unidad en este frente subraya hasta qué punto la línea divisoria de 3,000 kilómetros entre Estados Unidos y México sigue siendo un símbolo político poderoso para el partido. Desde que Trump allanó su camino al poder con un enfoque nativista y de mano dura hacia la inmigración, los republicanos se han referido al reforzamiento de la frontera al abordar casi todos los temas, en términos cada vez más militantes y a menudo exagerando los hechos.
Hay indicios de que el mensaje está haciendo eco. Una encuesta nacional de NBC News realizada en septiembre sugiere que los votantes confían abrumadoramente más en los republicanos que en los demócratas en lo que respecta a gestionar la economía y la delincuencia (así como la inmigración) de cara a las elecciones de 2024.
Funcionarios de Seguridad Nacional afirmaron que no han encontrado ninguna amenaza específica o creíble para Estados Unidos vinculada a Hamás. Andrew Bates, portavoz de la Casa Blanca, respondió en parte a los republicanos al decir que se realizan “estrictos controles de seguridad nacional para determinar si personas procedentes de cualquier parte del mundo tienen vínculos con organizaciones terroristas”. Expertos en inmigración dijeron que el gobierno no puede investigar a las personas que entran sin ser detectadas, pero que el gran número de inmigrantes que se entregan en la frontera son sometidos a procesos de control.
Los intentos de los políticos de vincular a los grupos terroristas de Medio Oriente con las organizaciones criminales mexicanas han cobrado fuerza en las dos últimas décadas, pero no se han encontrado pruebas sustanciales que respalden esta afirmación, según los expertos en antiterrorismo e insurgencia. Los dos tipos de grupos tienen objetivos muy diferentes y operan en regiones fronterizas culturales y económicas que no comparten dinámicas ni remotamente similares.
La amenaza no es real
Si las organizaciones terroristas de Medio Oriente llegaran a planear un atentado, “la frontera norte podría ser incluso más vulnerable”, afirmó Bruce Hoffman, profesor y director del Centro para la Civilización Judía de la Universidad de Georgetown, especializado en estudios sobre terrorismo. Hoffman añadió que un complot de este tipo no estaría relacionado necesariamente con la inmigración ilegal.
Los secuestradores del 11-S entraron a Estados Unidos con visas de turista, de trabajo y de estudiante. El último hombre que cruzó físicamente la frontera con material para fabricar un explosivo (Ahmed Ressam) fue detenido en 1999 después de entrar desde Canadá.
Aun así, la frontera sur sigue siendo un símbolo poderoso, para políticos y votantes. Cuando Trump adoptó su lema “América primero” durante su campaña presidencial de 2016, lo utilizó para aprovechar el agravio, la xenofobia y los temores sobre las amenazas del exterior, la competencia económica de China en el comercio y las posibles consecuencias económicas y sociales del aumento de inmigrantes nuevos.
Esta semana, Trump, criticado por sus comentarios sobre Israel y por decir que Hezbollah, la organización terrorista respaldada por Irán, era “muy inteligente”, apeló a los mortíferos atentados de Hamás contra Israel para avivar el miedo al terrorismo en Estados Unidos. Retomando algunos de sus temas más incendiarios sobre la inmigración ilegal, también arremetió contra las vías legales, pues prometió reinstaurar la prohibición de viajar desde países de mayoría musulmana y ampliar el bloqueo del programa de admisión de refugiados que promulgó durante su presidencia.
“No vamos a traer a nadie de Gaza”, sostuvo en su mitin en Clive.
Trump no es el único. Candidatos republicanos como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, suelen dirigir las conversaciones con los votantes hacia la inmigración. En agosto, en un foro de diálogo público en Iowa, cuando le hicieron dos preguntas consecutivas sobre temas no relacionados, DeSantis se las arregló para hablar de la frontera. Sobre el derecho de expropiación, dijo que lo apoyaría “para el muro fronterizo del sur”. Cuando se le preguntó sobre la guerra en Ucrania, respondió que, como presidente, su “primera obligación” sería “proteger al pueblo estadounidense y proteger nuestra frontera.”
Historiadores y analistas políticos advirtieron que gran parte del acalorado lenguaje en torno a la inmigración reproduce discursos de extrema derecha y en ocasiones explícitamente racistas que alimentan el miedo con potencial para la violencia.
Dos supremacistas blancos sospechosos de tiroteos en los últimos cinco años, Robert Bowers en Pittsburgh y Patrick Crusius en El Paso, Texas, citaron a “invasores” y una “invasión hispana” como parte de sus motivaciones en los momentos previos a sus crímenes.
El sábado, según informaron las autoridades de los suburbios de Chicago, Joseph Czuba, de 71 años, apuñaló hasta la muerte a un niño de 6 años e hirió gravemente a la madre del niño debido a su origen palestino. Las autoridades relacionaron el ataque con lo que Czuba escuchaba en la radio conservadora sobre los combates en el extranjero.
RSV