Por David Shortell para The New York Times en exclusiva para AM
Los arqueólogos mesoamericanos la conocen como el Monumento 9: una piedra tallada de 2600 años de antigüedad con la cara abierta de un jaguar, de aproximadamente metro y medio de ancho y alto y una tonelada de peso. Hace casi 60 años, la reliquia fue saqueada de las ruinas de Chalcatzingo, un yacimiento olmeca al sur de la actual Ciudad de México, y llevada de contrabando a Estados Unidos, donde desapareció en una red de colecciones privadas.
La ausencia de la reliquia, construida entre 700 aC y 500 aC, ha inquietado durante mucho tiempo a los académicos mexicanos. En su época, la piedra habría servido de portal para que sacerdotes y gobernantes pasaran al inframundo, pero las pocas fotos que existían del Monumento 9 no podían transmitir plenamente su carga simbólica.
En marzo, sin embargo, las autoridades estadounidenses notificaron a los funcionarios mexicanos que habían incautado la piedra tras rastrearla hasta un almacén de Denver. Y en mayo la reliquia regresó a casa por todo lo alto, escoltada por vehículos militares desde el aeropuerto de Cuernavaca, México, hasta un museo regional cercano.
“Tenerla ya aquí a la mano es como colocar la última pieza del rompecabezas y empezar a ver cómo funcionaba”, dijo Carolina Meza, arqueóloga jefe en Chalcatzingo. “Es única a nivel México, a nivel Mesoamérica, a nivel mundial”.
En los últimos años, México ha organizado una ambiciosa serie de investigaciones y esfuerzos de restitución para recuperar el patrimonio cultural que le ha sido robado, uniéndose a otros países para corregir décadas de robo y saqueo colonial. El Monumento 9 podría ser el mayor premio para México hasta la fecha: para los investigadores, para las comunidades que aún practican elementos de la cultura indígena y por su espectacularidad arqueológica.
La piedra tallada ofrece una mezcla de imaginería familiar y notable practicidad. Sus características, como las cejas gruesas y las plantas bromeliáceas que se extienden desde las comisuras de la mandíbula, datan a la época de los olmecas, que se asentaron en la región tras trasladarse desde la costa del Golfo hace 2800 años. En su centro, que representa la boca del animal, la piedra se abre en una cavidad cuatrifoliar en la que “cabe perfectamente una persona”, dijo Meza.
“Está como si fuera una puerta que está transitando entre dimensiones distintas a la que vive el ser humano como humano”, añadió.
Para los olmecas, el inframundo se consideró el lugar de origen de la humanidad y el hogar del alma, un plano místico con poca semejanza al escenario ardiente de las narraciones bíblicas. En Chalcatzingo, un extenso yacimiento situado entre un par de afloramientos rocosos, la pieza pudo haber sido colocada sobre la entrada de una cueva o edificio y utilizada en ceremonias relacionadas con la mayoría de edad o la transición al sacerdocio.
La campaña de restitución de México, “Mi patrimonio no se vende”, interviene en un consenso moral cambiante alrededor de la propiedad de antigüedades, que se ha manifestado en numerosas controversias públicas, en particular las prolongadas negociaciones entre Gran Bretaña y Grecia sobre los Mármoles . de Elgin en el Museo Británico, extraídos del Partenón hace dos siglos.
“Es la conciencia que genera o la vergüenza que genera en alguien que visita su casa y que ve que tiene piezas arqueológicas de México o de otros países”, dijo en una entrevista Alejandra Frausto, secretaria de Cultura de México.
Desde que comenzó la campaña en 2019, México ha recuperado más de 13.000 piezas, a menudo celebrando las recuperaciones en eventos de prensa frente a las cámaras. En septiembre, el Museo del Condado de San Bernardino, en California, anunció la devolución de casi 1300 objetos pequeños, entre ellos joyas prehispánicas e instrumentos de viento.
Una estrategia que ha tenido éxito ha sido esperar a que las reliquias mexicanas aparezcan en subastas en el extranjero, momento en el que las autoridades mexicanas se abalanzan, presentando cartas de protesta e “hicimos un buen ruido”, dijo Frausto. “No hay nada más vulgar o barato que ponerle precio a un símbolo con esta identidad que somos”.
Pero muchos artefactos permanecen fuera de su alcance. Un tocado de plumas brillantes, que algunos estudiosos creen que perteneció al gobernante azteca del siglo XVI Moctezuma, se exhibe en un museo de Viena. En 2020, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, propuso en persona al gobierno austriaco la repatriación de la pieza, pero este la rechazó alegando que era demasiado frágil para trasladarla. México ha rebatido ese argumento.
Las autoridades mexicanas también se han centrado en los canales legales internacionales para localizar y reclamar las reliquias que no se ofrecen voluntariamente.
El año pasado, en respuesta a una petición del cónsul general de México en Nueva York, los investigadores de la Unidad de Tráfico de Antigüedades de la fiscalía del distrito de Manhattan abrieron una investigación sobre la ubicación y el manejo del desaparecido Monumento 9. Cada uno de los 19 miembros de la brigada es en parte periodista de investigación y en parte Indiana Jones, armados con el poder de la citación judicial. Determinaron que la pieza pasó por Nueva York en algún momento, lo que les dio jurisdicción para investigar el robo.
“Siempre investigamos en dos direcciones”, dijo Matthew Bogdanos, jefe de la unidad. “Investigamos ahora, y hacia atrás, y luego intentamos encontrar el lugar del saqueo y avanzar, ya sea un museo, una galería, una villa, un valle en Egipto o, en este caso, un valle en México”.
En Chalcatzingo, los investigadores identifican a testigos clave de los últimos momentos de la piedra en México: dos campesinos que recordaban haberla visto cuando eran niños. Las entrevistas revelaron que la reliquia fue descubierta inicialmente en 1962 por trabajadores que labraban un campo, y que en 1964 estaba en pedazos. Ese año, dijo Bogdanos, “un grupo de gringos vino y envolvió los pedazos en grandes hojas para protegerlos y luego los metieron en la parte trasera de un camión y se los llevaron”.
Desde allí, según los investigadores, la piedra olmeca cruzó a Estados Unidos oculta en los envíos de un saqueador conocido, William Spratling. En 1965 apareció en Nueva York, fotografiada en un anuncio que resultó en una venta por 2000 dólares.
La reliquia cambió de manos cuatro veces más, apareciendo brevemente en público en exposiciones de museos, incluido el Museo Metropolitano de Arte, que registró el objeto en un libro de exposiciones de 1970 como una “máscara de jaguar colosal” de la colección del Instituto de Arte Munson-Williams-Proctor en Utica, Nueva York.
Retrocediendo al pasado desde el presente, el equipo de Nueva York encontró un anuncio reciente de la pieza en una casa de subastas. La información sobre el vendedor apuntaba a un almacén de Denver, donde el propietario guardó la piedra tras comprarla en el año 2000 por 2,25 millones de dólares. Cuando las autoridades incautaron la reliquia en marzo, estaba a la venta por 12 millones de dólares.
No se han presentado cargos en el caso, aunque está en curso una investigación por hurto mayor y fraude, entre otros delitos, dijo Bogdanos. Las autoridades no han revelado públicamente el nombre del coleccionista final de la pieza, alineados a la forma de proceder cuando el propietario parece no haber sido consciente del robo original del objeto.
Las autoridades mexicanas tienen previsto celebrar el éxito de la campaña de restitución, reuniendo muchos de los objetos recuperados en una exposición el año que viene, según dijo Frausto, la secretaría de Cultura. Finalmente, la piedra olmeca regresará a Chalcatzingo, donde se está construyendo un nuevo museo.
Por ahora, la piedra olmeca se encuentra iluminada sobre un pedestal en el vestíbulo del Museo Regional de los Pueblos de Morelos en Cuernavaca, a una hora de la zona arqueológica, y atrae largas filas para verla, dijo Rodolfo Candelas, director del museo.
Recordó que, poco después de la presentación de la pieza, visitantes de Chalcatzingo depositaron una ofrenda de fruta delante de la piedra como gesto de bienvenida.
“Esa es la importancia. La importancia es que sigue teniendo significado”, dijo Candela. “Todavía te hablan, todavía te dicen algo. Te recuerdan lo que hubo. Te recuerdan a lo mejor un poco de lo que hay”.
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