Hay un gran debate con el famoso “sí podía saberse”. Los arrepentidos de haber votado por AMLO se dicen indignados y sorprendidos por su actuación como presidente. Y otros los fustigan con el argumento de que López Obrador ha sido el de siempre, que lo que ha hecho ahora en el gobierno era previsible, pues se trata de un reflejo fiel de la manera de ser y pensar de un personaje que ya era ampliamente conocido.

Sin embargo, me parece que hay algo que no podía saberse ni era pronosticable. Hay algo en el actuar de AMLO que sorprende a todos: lo poco empático y cercano que ha sido con las víctimas durante todo su gobierno. El hombre que ganó con el discurso de acabar con los poderosos y que sobresalió por defender las causas de los oprimidos, se volvió un presidente poderoso ajeno al dolor de su pueblo.

Es cierto que López Obrador jugó siempre en política el papel de víctima: desde que rompió con el PRI, cuando el complot por los videoescándalos, en el desafuero, cuando clamó fraude, cuando se fue del PRD. Sí, siempre en el papel de víctima, pero víctima de sus rivales políticos, de las élites. Ahora como presidente ha explorado un nuevo rol: es víctima de las víctimas.

Es víctima de los damnificados del huracán porque le mientan la madre en los medios de comunicación a consecuencia de que no tienen agua ni comida. Es víctima de los damnificados que marcharon a Palacio Nacional porque esos lo hicieron por intereses políticos. Es víctima de los papás de niños con cáncer porque se coluden con los golpistas que quieren que caiga su gobierno. Es víctima de las feministas porque se alían con la derecha conservadora. Y así.

A familiares víctimas de la violencia no los ha querido recibir, ni a Javier Sicilia que lo había apoyado, ni a los LeBarón, ni a las madres buscadoras. Con los padres de Ayotzinapa ha dado maromas y ya regresó a la “verdad histórica” de Peña Nieto. Con las víctimas de tragedias tampoco ha sido empático. No lo fue en las inundaciones de Tabasco del 2020. Tampoco se reunió con los que sufrieron la tragedia de la Línea 12 del Metro. Y hasta este lunes en la noche que estoy haciendo esta columna, no ha tenido un solo encuentro con damnificados del huracán “Otis” en Acapulco. Ni un recorrido, ni una reunión, ni un abrazo.

Porque en el fondo, para López Obrador, cualquier víctima está bajo sospecha. ¿Qué intereses tiene? ¿Quién estará manipulándole? Bajo la lupa presidencial, las víctimas se vuelven victimarios. Y él es la víctima de las víctimas. Porque nadie tiene derecho a ser víctima, salvo él mismo. En este país no hay lugar para las víctimas: LA víctima -así, con mayúsculas- tiene que ser siempre él. Y cuidadito con el que se salga del guion.

 

historiasreportero@gmail.com

Gsz

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