Querida muerte, diles: Que no me fui por mi gusto y que dejé, todo, sin despedirme; diles, querida muerte, que te gustó cómo iba vestida, que te gustó mi cintura y mi sonrisa… que, yo, que me elegiste por caminar sola de noche o de día… diles, querida muerte, que tuve miedo al sentir cómo tus ojos me acechaban… diles, querida muerte, que luché y grité y no… no logré regresar a casa … diles, querida muerte, que yo dije: NO… y que: ¡No… que jamás… me escuchaste!
En esta temporada de altares, de ceras y flores; jocosas calaveras y alusiones de simpatía a la muerte: ¡nuestras muertas merecen justicia, merecen memoria, merecen verdad!
LA VERDAD DE LA MUERTE POR FEMINICIDIO
Esta muerte absurda y vil, atrás de un arco con flores, ¡no se puede ocultar! Tampoco con rezos y veladoras la justicia llega. Jamás ha sido así. Así como tampoco, nada de aquello por lo que luchamos puede ser algarabía o pretexto para celebrar la muerte. Menos aún de quienes murieron en la violencia.
“Nos las arrebataron, se las llevaron, el dolor y la frustración de muchas veces no encontrar sus cuerpos y poderlas despedir, las mentiras de manual para justificar su desaparición: ella lo buscó, ella se expuso por salir así vestida, ella estaba en malos pasos; nos desprestigian para darle lógica a que nos maten, violen o desaparezcan nuestros cuerpos, lo normalizan y terminamos siendo estadísticas”.
Los feminicidios, con independencia de su formal definición, es decir: el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, sin que para ello intervenga otra razón, son el síntoma de una estructura social deficiente, carente de reconocimiento a la igualdad entre géneros, falta de respeto a la capacidad de autodeterminación y también de crueldad, perversidad e ignominia.
Lo referido va más allá de entender el feminicidio, como frecuentemente sucede, como la violencia física más extrema posible de ejercer contra una mujer por el sólo hecho de ser mujer. Eso es, solamente el hecho, no así su origen, proceso y ejecución.
Cuando el feminicidio se ve desde una perspectiva sistémica, su cruel producto no es simple, tampoco lineal, determinista o equilibrado, por el contrario, es complejo, de fronteras indeterminadas, con relaciones entre sus componentes sujetas a una lógica difusa y al azar, ¡es caótico!
Sin mayor estudio que lo dedicado a su justificación, sin acciones para generar equilibrio en el peso y contrapeso de sus componentes fundamentales, el resultado es la muerte, la violenta muerte que en este país más parece molestar que ocupar a las autoridades involucradas en esta grave vertiente del ilícito.
La muerte, no aquella que surge de lo natural o por casualidad, la lisa y llana muerte, a esa no me refiero; sí a la muerte premeditada, focalizada, la que transgrede toda lógica, aun cuando de lógica criminal se trate. La que ciega la vida de una mujer por el hecho de que ese ser humano victimado así naciera: ¡mujer!
Así, el feminicidio toma la vida de una parte sustantiva y génesis de otros miembros de un sistema social que, hoy, sin duda puede ser considerado fallido y en desequilibrio, toda vez que sus elementos -los “racionales”- y sus procesos, admiten como natural la muerte de uno de sus componentes sustantivos, el que los trae a luz y así se consolida su permanencia y desarrollo.
Así también, el feminicidio, desde una aproximación técnica, puede ser visto desde la perspectiva de lo sistémico. En esta columna hago énfasis en esta mirada, en el aprovechamiento de este enfoque, quizá para expresarlo de forma fría, también para su análisis o modelado, buscando una aproximación metódica y con ello construir otra vertiente para atender, fría y calculadamente, como lo es este abominable acto, su erradicación.
Hoy y desde muchos años atrás, la aversión y el odio contra las expresiones de lo feminizado ha sido y es fuente de violencia, transformando lo ocasional, por supuesto, lo patológicamente ocasional, en algo estructural, donde el desecho de esto, un cuerpo sin vida, abona a la naturalización de la violencia en contra del género femenino y de todo lo que puede ser feminizado. Terrible es ver cómo esa naturalización de lo violento nos conduce, no como podría esperarse a la indignación social y la actuación, en consecuencia, para atender este crimen, sino todo lo contrario, a incrementar la espiral de violencia y adaptarnos a ello, dejando como sociedad, de lado, nuestra capacidad de asombro e indignación.
Qué degradante, cuán socialmente degradante puede ser dejarnos someter por la apatía, así como por actos ejecutados por personalidades antisistémicas, que destruyen el seno de posibles grandes actores sociales que ¡jamás nacerán!
Hoy no, porque en lo histórico no existiera, sino porque hoy, además de las ideas y acciones de muchas mujeres, así lo han visibilizado, podemos ver infinitas condiciones para que las mujeres atraviesen y sean atravesadas por situaciones que las vulneran. Ejemplo de esto: la inseguridad, un grave problema público que para infortunio, en nuestro México crece y se mantiene creciente como nunca. Sin que haya abrazos que lo detengan, siendo sus acciones de prevención un moño naranja en la solapa del sistema patriarcal.
Una problemática estrechamente vinculada a los sistemas de procuración de justicia y judiciales que, tanto en sus órdenes locales como federal, se encuentran rebasados y consecuentemente deficientes en sus resultados. Deficiencias por las cuales miles de vidas son arrebatadas por la violencia y será de sangre su deuda.
Autoridad que, ante su ineficiencia, para justificar ondea la bandera de una absurda justificación “biológica” de la violencia de los varones, el sexismo o la misoginia. Terrible reconocimiento a la cobardía.
Así, la complejidad inherente al feminicidio, considero, debe propiciar la creación de dos importantes pilares, de naturaleza opuesta pero complementaria, con los cuales se hace necesario construir un importante observatorio para identificar lo estructural en la lucha contra la violencia que asesina mujeres:
El primer pilar: la obstrucción de la libertad.
El segundo: el derecho a una vida plena.
Uno para derrumbar, el otro para construirlo. ¡Ambos para estudiarlos y comprenderlos!
Y dado que la violencia estructural no únicamente se encuentra en lo público, sino al ser un fenómeno complejo que abarca todo ámbito, también se hace necesario observar, con detenimiento, cómo los citados pilares existen en la intimidad de nuestros espacios, en el ámbito de lo familiar y lo doméstico, para sin dilación o temor: actuar en consecuencia, no esperar más y con ello perder parte de nosotras en lo físico, moral o espiritual, o incluso: la vida.
En nuestro país una mujer pierde la vida cada 37 horas a causa de la violencia doméstica, ocho de cada diez veces su feminicidio es perpetrado por su pareja sentimental. Datos acordes con estudios realizados por Instituto Nacional de Estadística y Geografía e Informática (INEGI).
“Ahora te digo a ti, querida muerte: ¡escucha! Escucha el grito de todas las que ya no están, arranca ese maldito patriarcado, así como a mí ¡me quitaste la vida!
Arranca el miedo que nos hace callar y por lo que más quieras antes de llevarnos y morir en paz: ¡dejamos vivir en paz!
¡Vivas nos queremos! Muertas aún nos cuesta más trabajo: seguir luchando con las mujeres de frente y nuestros derechos al centro.
Sigamos construyendo nuestra realidad, una Feminismocracia.
ALTO 6 DE NOVIEMBRE, DÍA NACIONAL POR LA ERRADICACIÓN DE LOS FEMINICIDIOS EN MÉXICO
Se es feminicida por acción y omisión. ¡Alto a la Emergencia Nacional!
Hasta la próxima…