Por supuesto que es de capital importancia que Xóchitl gane las elecciones el año próximo, pero igual de trascendente o tal vez más, es que el Frente Amplio logre arrebatarle a Morena, a la 4T, tanto la mayoría absoluta como la calificada, al movimiento político más catastrófico desde la revolución hasta nuestros días, que ha insistido, con notable éxito, en la destrucción de nuestro patrimonio y en la herencia de nuestros padres y abuelos para volver a la nada en todos los órdenes de la vida nacional.

Uno de los objetivos legislativos prioritarios consiste en impedir que la 4T recupere la mayoría calificada en el Congreso de la Unión para cerrarle el paso a la posibilidad de promover iniciativas constitucionales con las que se destruiría la división de poderes y quedarían derogadas las leyes que afortunadamente le habían dado vida a los organismos autónomos, garantes, también de nuestra democracia. Perder dicha mayoría implicaría el arribo de una nueva dictadura de consecuencias imprevisibles. En otro orden de ideas, si dicho frente lograra contar con la mayoría absoluta, a partir de ese espléndido triunfo político, le estaríamos atando las manos a la enorme gavilla de morenistas que han hecho del presupuesto público, del ahorro de todos los mexicanos, un botín inescrutable, imposible de auditar que se desperdicia y oculta ante las terribles carencias históricas de nuestro país.

Tan pronto se conozca la identidad de los candidatos del Frente para ocupar escaños en la representación nacional, tanto en la Cámara de Diputados, como en la de senadores, López Obrador utilizará a la UIF, al SAT y a la FGR, para esculcar de inmediato los bolsillos de quienes aspiren a ser legisladores de la oposición, misma que debería poner la lupa en la trayectoria política y ética de sus aspirantes para garantizar su invulnerabilidad. En el mismo orden de ideas, el Frente deberá publicar en las redes y en los medios de difusión masivos que lo permitan conocer, el sentido de los votos emitidos por los representantes de Morena en el congreso federal. 

¿Cómo reelegir a los legisladores de Morena que votaron a favor de reformas abiertamente contrarias a los textos constitucionales, al desarrollo económico, político y social de México, a la civilidad y que atentaron en contra de los nuestros más elementales derechos humanos, como fue el caso de la prisión preventiva oficiosa, entre otras tantas más? ¿Vamos a reelegir, por ignorancia a quienes, movidos por intereses inconfesables, han dañado tan severamente a nuestro país? Si AMLO esculcará los bolsillos de los candidatos del Frente, en ese caso, a la propia oposición también le corresponde divulgar el sentido del voto de los verdugos de México con el propósito de evitar que disfruten el privilegio de una curul y con ella conquisten un fuero inmerecido que les permitiría continuar actuando impunemente.

Tenemos que renovar nuestras cámaras, oxigenarlas, defender nuestra democracia y luchar poa la supervivencia de nuestra Constitución. Imposible permitir que quienes votaron por el Plan B que abiertamente atentaba en contra de nuestras instituciones, sobre todo del INE, y del futuro de nuestra estabilidad política, cuenten con la mínima posibilidad de ser reelectos.

¿Ya se olvidó “Ley Zaldívar”, uno de los tres vergonzosos ministros del Poder Judicial? ¿Y la figura de la prisión oficiosa automática? ¿Y la prohibición por 10 años para que los servidores públicos se empleen en el sector privado? ¿Y la militarización del gobierno? ¿Y los embates contra los órganos autónomos constitucionales? ¿Y las acciones en contra de la Ley Minera? ¿Y el “viernes negro” y la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación? ¿Y los 13 fideicomisos del Poder Judicial y las leyes electorales y de los partidos políticos y la Ley General de los Medios de Impugnación en Materia Electoral?

Es claro: publiquemos y difundamos los nombres de quienes votaron en contra de México en la última legislatura. Si los reelegimos, la responsabilidad será del electorado y en ningún caso de Morena y sus cómplices. ¡Cuidémonos de las reelecciones suicidas! La ciudadanía liberal y progresista, la aspiracionista, tiene la palabra.

 

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