Por Zolan Kanno-Youngs y Emiliano Rodríguez Mega en exclusiva para AM Guanajuato
Por debajo de las ventanas destrozadas de las torres hoteleras en el centro de Acapulco, la gente camina junto a colinas de bolsas de basura llenas de comida en descomposición y restos de todo tipo, desde colchones hasta decoraciones navideñas. Bomberos voluntarios de estados lejanos despejan los desechos, mientras espantan enjambres de cucarachas de los brazos.
A kilómetros de los complejos turísticos junto a la playa, Elizabeth Del Valle, de 43 años, escuchaba mientras su hija adolescente, Constanza Sotelo, describía las “montañas de basura” que aún bloquean muchas calles que rodean a su hogar.
“No tenemos manera de encontrar cubrebocas, de mantenernos de manera higiénica cuando vamos a la calle”, dijo Del Valle. “Lo que se espera es que nos va a venir una infección por el olor, por la basura”.
Semanas después de que el huracán Otis desconcertó a los meteorólogos y a los funcionarios de gobierno al intensificarse rápidamente y convertirse en la tormenta más poderosa que haya alcanzado la costa del Pacífico en México y devastó gran parte de Acapulco, sus habitantes dicen que ahora enfrentan un desastre de salud pública.
Muchos ciudadanos, funcionarios de salud pública y socorristas consideran que la basura sin recoger está vinculada a infecciones estomacales, diarrea y erupciones cutáneas y otras dolencias que la gente reporta desde el paso de la tormenta.
Esta semana, grupos empresariales locales pidieron a las autoridades federales y estatales declarar una emergencia sanitaria, alegando una “acumulación de desechos de basura, material de construcción, falta de agua potable y presencia de insectos y fauna nociva”, además de restos humanos.
Miles de soldados llegaron a Acapulco tras el paso de Otis y las autoridades dieron prioridad a la retirada de escombros y al restablecimiento del suministro eléctrico en las zonas turísticas, según funcionarios municipales, empresarios locales y residentes. Algunos hoteles de la zona ya han reabierto sus puertas.
Quienes viven fuera de las zonas turísticas frente a la playa dicen que deben sortear tantos montones de basura y escombros que, en algunos lugares, es difícil llegar a los hospitales y centros de salud.
Si bien las autoridades responden a las muchas necesidades de Acapulco —brindan agua a los residentes, restauran la energía eléctrica y encuentran personas desaparecidas—, funcionarios federales y locales están dando la voz de alarma sobre las consecuencias para la salud que tendrá el huracán a largo plazo y dicen que limpiar la basura tiene que ser prioritario.
La alcaldesa de la ciudad calcula que hay 666 mil toneladas de basura amontonadas en Acapulco. En condiciones normales, dijeron funcionarios locales, diariamente se recogen 700 a 800 toneladas de desperdicios.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha prometido una recuperación rápida, diciendo que “ya en la Navidad las familias van a estar muy contentas en Acapulco”.
La alcaldesa, Abelina López Rodríguez, cree que el plazo será mucho más largo. “Decir que en un mes o cinco meses vamos a reconstruir Acapulco sería mentira”, dijo.
El apoyo del presidente es vital, dijo López Rodríguez, “porque la basura no perdona”. La situación pronto podría convertirse en “una alerta sanitaria”, agregó.
Desde que Otis arrasó Acapulco —acabando con la vida de al menos 50 personas y dejando a 30 desaparecidas—, brigadas de salud formadas por trabajadores federales han limpiado y desinfectado cerca de un tercio de las 507 colonias de la ciudad, deshaciéndose de cientos de kilos de comida en descomposición, según informaron las autoridades mexicanas.
Las catástrofes naturales suelen provocar brotes de enfermedades infecciosas, dicen los expertos en salud pública. Los montones de basura que se dejan a la intemperie pueden atraer mosquitos y ratas, que a su vez pueden propagar enfermedades infecciosas. La falta de electricidad también puede ocasionar la contaminación de los alimentos y aumentar el riesgo de infecciones y enfermedades estomacales.
Tras el huracán Katrina en 2005, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. informaron sobre lesiones cutáneas, diarrea y neumonía entre los evacuados.
Los problemas de salud relacionados con la basura que no se recoge son “más comunes de lo que prevemos”, afirmó Amber Mehmood, profesora asociada de salud pública de la Universidad del Sur de Florida, quien se especializa en salud mundial y gestión de catástrofes. Los escombros y residuos, dijo, pueden convertirse en un “caldo de cultivo para mosquitos que pueden transmitir la malaria y el virus del Zika”.
Existen “bastantes razones para estar preocupados”, añadió Mehmood.
Leslye Solís Mireles, de 31 años, bombera y paramédica al frente de un equipo de más de 50 bomberos de otro estado mexicano, dijo que su equipo en Acapulco ha ayudado a tratar a personas con diversas enfermedades que cree que se derivan de la acumulación de basura.
“Esto literalmente es una fuente de infección”, dijo, añadiendo que ella y muchos de su equipo de bomberos estaban sufriendo de infecciones estomacales y erupciones cutáneas.
López Rodríguez dijo que su gobierno tendría que ampliar el vertedero de la ciudad y encontrar más equipos para deshacerse de la enorme cantidad de basura. Acapulco necesita 500 camiones para retirar los escombros; por ahora la ciudad dispone de apenas unos 150, dijo.
Hasta ahora, las autoridades han recogido más de 211 mil toneladas de basura, según el gobierno del estado de Guerrero.
Otis también destruyó 12 mil 500 postes de electricidad en la ciudad, según la alcaldesa, aunque la Comisión Federal de Electricidad dijo el viernes que al 89 % de los usuarios en Acapulco se les ha restablecido la energía. Pero miles de personas que sufrieron graves daños en sus hogares siguen sin electricidad, la mayoría de ellas en barrios pobres o en zonas rurales periféricas, según las autoridades municipales.
López Rodríguez pide paciencia a sus electores frustrados. Para final de año, dijo, está concentrada en “tener por lo menos nuestras calles limpias, nuestras casas, tener avanzado el tema del agua, el tema de la luz”.
“Apelo a la comprensión porque esto, un fenómeno natural de tal envergadura, rebasa a cualquier esfuerzo que sea rápido”, agregó López Rodríguez. “No quiero decir que no se pueda, pero no puede ser de un día para otro”.
W. Craig Fugate, quien fue administrador de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias durante la presidencia de Barack Obama, dijo que retirar los escombros de las calles también es vital para permitir el acceso a los vehículos que transportan suministros.
Y más allá de la amenaza para la salud, la ciudad de Acapulco también necesita asegurarse de que está lista para recibir a los turistas, dijo. “Lo último que quiero si logro abrir algo”, dijo Fugate, “es el olor a basura podrida en mi calle. Es un fastidio, potencialmente un riesgo para la salud pública, pero también es desagradable para la vista”.
Algunos residentes de zonas rurales de Acapulco, no obstante, dicen que ya han esperado lo suficiente.
Una tarde reciente, Maricruz Balboa bajó apurada de su colonia en una ladera de Acapulco cuando oyó que unos empresarios de otro estado estaban regalando suministros en un camión estacionado a un lado de la calle. Una multitud de vecinos desesperados querían jabón, desinfectante de manos, comida y zapatos deportivos.
“No hemos tenido casi ayuda aquí hasta ahorita”, dijo Balboa, de 48 años, mostrando los preciados artículos que le habían dado: un par de botellas de agua, frutas, verduras, champú y toallas sanitarias.
Del Valle se aseguró de conseguir desinfectante de manos del mismo camión cuando se estacionó cerca de su barrio. Dijo que era la primera vez que alguien venía a entregar alimentos y suministros a su comunidad.
“El gobierno sí está dando lo más que puede”, dijo. “Pero no es suficiente”.
Hay algunas señales de una recuperación. Varios negocios —restaurantes de tacos al pastor, barberías y puestos de fruta— han reabierto.
Los vecinos limpian los escombros afuera de sus casas por su cuenta. La tarde de un miércoles reciente, unos niños jugaban con un papalote en la zona de un campo de hierba que no estaba cubierta de basura.
“Independientemente que seas funcionario del gobierno, tengas dinero o no, ahí está tu apoyo”, dijo el maestro jubilado Octaviano Roque Ruiz, de 75 años, mientras salía de una tienda de campaña donde oficiales gubernamentales entregaban ayudas en efectivo a personas mayores para ayudarlos a recuperarse de la tormenta.
Diagnosticado de hipertensión y diabetes ya antes de la tormenta, Roque Ruiz dijo que ahora sufría dolor intestinal y lo que parecía ser conjuntivitis. Intentó ir al hospital hace poco, pero le dijeron que estaban saturados y que regresara otro día.
Otros vecinos dijeron que el ritmo de la recuperación hacía imposible vivir en Acapulco.
Nicolás Linares, de 59 años, abandonó Acapulco poco después de que Otis tocó tierra para reunirse con su hermano en Zihuatanejo, un centro turístico costero situado a unos 230 kilómetros al norte de Acapulco, pero regresó a principios de este mes tras oír rumores de que se habían restablecido los servicios.
“Y llego y no es cierto”, dijo, y agregó que la habitación que alquila en la ciudad no tenía electricidad ni agua.
Una tarde reciente, Linares trató de volver a Zihuatanejo, pero no había más boletos disponibles en la estación de autobuses. Dijo que volvería al día siguiente.
“Ahorita tengo que regresarme a mi colonia”, dijo. “No me queda de otra”.
c. 2023 The New York Times Company