El 18 de marzo, ante miles de sus seguidores, durante la celebración del aniversario de la Expropiación Petrolera, el presidente Andrés Manuel López Obrador advirtió que continuaría la transformación de México; y afirmó entonces que no cometería el error que condujo al presidente Cárdenas a decidir su sucesión condicionada a la presión de la ultraderecha, que impidió continuar con la transformación de México.
Sus arengas estuvieron respaldadas por eventos históricos significativos: “El general Cárdenas, para evitar una guerra civil, cedió en la sucesión a la presión de los conservadores… Esto no sucederá en la 4T, decidiremos sin zigzagueos” En este sentido, metafóricamente, presentaba finos trazos del retrato hablado de Claudia. ¿Más claro todavía? Marcelo representaba la presión de la derecha…
A lo largo de la historia han existido individuos excepcionales, apasionados por la verdad, el bien y la libertad. No obstante, según Nietzsche, el deseo de poder ha sido el principal motor que ha impulsado la Historia, introduciendo una energía irracional gigantesca en el ser humano. El dilema del poder radica en que no todos pueden manejarlo; está estrechamente relacionado con el hibris, esa locura por la afirmación del “yo”. Rousseau señala que muchos solo hallan felicidad subjetiva en el ejercicio del poder.
Estas consideraciones son clave para comprender el comportamiento de Marcelo Ebrard, que difiere notablemente de la del resto de aspirantes, ante el triunfo de Claudia Sheinbaum. Es importante recordar que en la reunión del Presidente con todos los aspirantes a la presidencia, en el restaurante “El Mayor”, quedó claro para todos cuáles eran las reglas del juego: “Gánenle, si pueden, a mi favorita”, deslizaría el presidente, que nunca ocultó su predilección por Claudia. El método de selección fueron las encuestas de varias casas encuestadoras, donde siempre estuvo arriba Sheinbaum…
Por desgracia, el exceso de seguridad en sí mismo llevó a Marcelo a considerarse superior, incluso al poder presidencial, subestimando así la competencia interna dentro de Morena. En lugar de buscar alianzas y consensos, Ebrard adoptó una estrategia individualista que lo dejó en desventaja. No logró construir una coalición sólida dentro del partido, ni externamente con la clase media, quedando en desventaja frente a Claudia.
Otro error crítico de Ebrard fue su incapacidad para conectarse con las bases de Morena. A pesar de su experiencia y prestigio político, no logró movilizar ni entusiasmar, interna y externamente, a los distintos sustratos sociales que generaran el entusiasmo necesario para obtener un apoyo generalizado. En otras palabras, le faltó un baño de pueblo, lo que fue un obstáculo para triunfar.
También le afectó su falta de solidaridad hacia Morena. A pesar de tener múltiples oportunidades para fortalecer su relación con el partido, mantuvo una distancia notable, apenas hace tres años obtuvo su credencial de Morena. Esto se evidenció en su renuencia para participar activamente en la estructura partidaria y en su falta de apoyo a ciertos candidatos en elecciones anteriores. Así socavó su propia credibilidad ante los líderes y miembros del partido. Imposible operar una elección solamente con personal de la SRE y diplomáticos.
Marcelo no aprendió del fracaso anterior de su mentor Manuel Camacho Solís, cuando la decisión del presidente Salinas de Gortari favoreció a Colosio y no a Camacho, en la sucesión presidencial del 94. Posteriormente, con la creación del Partido del Centro Democrático, todo fue de tropiezo en tropiezo. El verdadero problema de Ebrard no reside en su discurso, carisma o coeficiente intelectual, sino en la imagen gigantesca que tiene de sí mismo, lo que lo lleva a comportamientos individualistas que lo hacen desestimar a los demás. La política demanda cierta modestia, una virtud de la que el excanciller carece.
Recordemos sus polémicas declaraciones tras su reaparición: “Regreso porque soy la segunda fuerza política en Morena”; “Volveré porque seré candidato presidencial en 2030”. A lo que Sheinbaum respondió de manera contundente: “No puedes ser la segunda, ni la tercera ni la cuarta fuerza, porque Morena es una sola fuerza. Somos un solo movimiento, un solo partido”. Y en relación a su segunda afirmación, ¿será tan naif Ebrard, al pensar que Claudia, algún día le entregará el “bastón de mando”? A menos que Ebrard esté pensando en la derrota de Morena y el fracaso electoral de la candidata.
Como bien señala Norberto Bobbio: El alfa y el omega de la teoría política es el grave problema del poder: cómo se conquista, cómo se conserva, cómo se pierde, cómo se defiende y cómo nos defendemos de él. El tren ya partió para Ebrard, pero se alcanzó a subir al cabús; si decide reintegrarse a Morena, de manera estable y no coyunturalmente, un poco de modestia le sentaría bien…
Es imperativo recordar que el ejercicio del poder siempre cobra los errores; no se ejerce impunemente. Creerse superior al resto de los mortales es un grave error que, tarde o temprano, la Némesis, la justicia retributiva, cobra: “La Diosa de la justicia cumple su función educativa a través de la tragedia y terribles castigos para los mortales dominados por la soberbia”.
PD.- La lucha entre poderes en Nuevo León no debería sorprender a los guanajuatenses. Hemos sufrido verdaderos atracos políticos, chantajes e imposición de gobernador: la defenestración de Velasco Ibarra y la imposición de Medina mediante la extorsión al Congreso.