Estos días mi sistema inmunológico fue vencido, siempre me he ufanado de él, aunque últimamente ha estado muy desprestigiado. Desde aquí, con él vencido, reconociendo su derrota, escribo.

No voy a extenderme en mis síntomas, solo diré que he permanecido días escuchando a medias, ajena a los sonidos cotidianos, conviviendo con ruidos y voces menguadas como encerrada en una membrana, aislada en un mundo paralelo. Viviendo inmersa en una realidad que no fue de mi elección, así que he aprovechado para hacer algunas  reflexiones.

Primera y muy importante, como no quiero hacer lo que tanto me choca y estar repitiendo las cosas desesperando a mi interlocutor; si me hablan, finjo haber escuchado diciendo que si con la cabeza o no, según sea el caso o mi intuición. Trato de no cuestionar para evitar que se extiendan en el comentario concediéndoles el beneficio de la duda sobre mi audición, porque sé que el carecer de un sentido aunque sea temporalmente me deja en desventaja.

Hoy por la mañana, platicando en el desayuno, escuché mi voz con claridad resonando en mi cabeza y me dio la grata impresión de estarme hablando a mí misma. Sentí una gran extrañeza, fue como si me duplicara y estuviera recibiendo un afectuoso saludo de mí, la mejor amiga que tengo hasta el momento. Sí, sonido, eso soy también, imagen que me representa en el mundo y me distingue, todo esto pensé.

Dice mi amiga Marle que la voz es heredada, y por eso los miembros de una familia tienen voces similares. Atendiendo a su comentario, seguí el hilo de mis cavilaciones y llegué a la tuya, aunque para serte sincera no se me hizo tan parecida, tal vez la sombra de mi abuela arrastrando los pies, me estaba diciendo que la heredé de ella, pero no la oí.

Lo que sí sé es que en ese tiempo perpetuado en mi memoria, yo te escuchaba y platicabas en las tardes conmigo, sentada en tu sillón planeabas mi nombre cantando bajito para que escucháramos las dos, tu voz amortiguada me traía tu canto susurrante como las olas blancas. Y así fue que llegaste a mis orillas, irrumpiste en mi incipiente vida con el saludo de tu mar calmo de promesas buenas. Yo, suspendida ingrávida, solamente  te escuchaba flotando en mi mundo líquido sin asideras, resguardada por tu generoso vientre. 

¡Ya vez, comienzo hablando de mi resfriado y termino hablando de ti! y es que si algo te representa, es esa canción perenne que sí puedo seguir escuchando porque la traigo dentro como otro corazón. Hay muchas voces que viven guardadas en mi almacén, nada impide que pueda reproducirlas, moviendo un botón secreto, un tablero de interruptores que activo uno o varios al mismo tiempo, según. 

Regreso, me uno a la vida cotidiana, veo a lo lejos brillar la arena que me despide con cientos, millones de diamantes iridiscentes. Volveré pronto.   

Tornando a mi resfriado, pienso que ya han pasado varios días y con toda seguridad mejorará, yo, ayudará al soldado herido a recuperar su honor. Pero mientras esto sucede, aprovecho los beneficios de mi audición atrofiada para explorar mi mundo interno. Luego entonces, abro los ojos, escucho o adivino sus voces, percibo los sonidos amortiguados de sus pasos que también tienen su encanto, y platicando con ellos, me escucho a mí.
 

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