Ahora López Obrador se atreve a decir que las labores de seguridad en el país deben hacerse “entre todos”…
Anda desorientado el Tlatoani.
A ver, Kimosabi, ¿cómo está eso de que “entre todos” debemos combatir la extorsión o el cobro de piso?, según afirmó el Emperador Tabasqueño tras los sangrientos sucesos de Texcaltitlán, con saldo de 14 muertos.
¿Entre todos? No, Señor de Macuspana, le toca exclusivamente al gobierno combatir al crimen: los ciudadanos son víctimas, las fuerzas del orden -que usted comanda- son las responsables de “respetar y hacer respetar la Ley”.
Los ciudadanos no son policías ni deberían de tomar la Ley en sus manos para hacer justicia ante un Gobierno que fomenta la impunidad y que en sus tres niveles actúa torpemente, si es que actúa, dada su ineficacia (algunos le llamarían ineptitud).
¡Qué entre todos ni qué ocho cuartos!
Traemos soldados por todas partes haciendo todo tipo de labores, a la Guardia Nacional mal cuidando las aduanas, pero en la calle nadie defiende el derecho a la vida y a la propiedad de los ciudadanos.
¿Cómo estarán de desesperados en el Estado de México que para evitar la extorsión los ciudadanos, arriesgando su propio pellejo, enfrentan solitos a los sicarios para defenderse de sus sistemáticos y abiertos abusos?
¿Dónde está la Policía, dónde la Guardia Nacional, dónde el Ejército, cuando los ciudadanos los necesitan?
Claro que son muy lamentables los hechos, pero no por las razones falsarias invocadas por el Emperador Tabasqueño, sino porque demuestran de manera nítida -aunque barbárica- que las instituciones de Gobierno en muchas comunidades están totalmente rebasadas.
Y al igual que con los seis estudiantes asesinados, el tabasqueño culpa a las víctimas y le echa la culpa al “consumo de drogas”, y también sin prueba alguna, porque en ambos casos no existe evidencia de que ésa sea la razón, es el pretexto del Tlatoani para evadir su responsabilidad.
Sigue el Cacique Tropical, como siempre lo hace, transfiriendo culpas, evadiendo la realidad, una que por ineptitud se muestra incapaz de alterar.
Siempre, o casi siempre, protegiendo a los delincuentes, hablando de “amor” y nimiedades que nada tienen que ver con el problema real, y que es el hecho de que por todo el País, salvo honrosas excepciones, se imponen los malhechores, reinan la corrupción y la impunidad, a extremos tales que en muchas comunidades ¡hasta las autoridades pagan piso!
Mas no sólo eso, permiten que la Familia Michoacana, el CJNG o el Cártel de Sinaloa impongan el precio a la tortilla, a los productos del campo, a las tarifas de transporte, a tal grado que el crimen es omnipresente en la “Tierra Caliente”, y en zonas de la frontera norte y sur trafican con personas.
Paradójicamente imponer la paz y el orden es lo único que no dominan los militares: están metidos en todo, menos en lo que deberían estar.
Este sexenio romperá récord de asesinatos, y con ello récord también de impunidad en los delitos: se estima que en México hoy, el 98 % de los delitos quedan sin castigo.
La impunidad es la madre de la delincuencia: cuando existe un comportamiento aberrantemente antisocial que no se castiga se propicia un clima de delincuencia.
Debido a esto también es que pobladores como los de Texcaltitlán se ven orillados a enfrentar a los sicarios poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias para FRENAR a los delincuentes, para intentar hacer valer respeto hacia los ciudadanos, ya que no hay autoridad que los defienda.
Esto en la realidad cotidiana: los ciudadanos de ésta, y muchas otras poblaciones en nuestro México, se encuentran indefensos ante los criminales.
Ellos tienen las armas, el poder de corrupción, su oficio es la violencia. Los ciudadanos, mientras tanto, desarmados, desamparados, ocupados ganándose la vida para que puedan sus familias tener comida, techo, medicinas (cuando las encuentran), se sienten vulnerables, a la deriva, olvidados de la mano de Dios… y del macuspeño, que sólo se acuerda de ellos en sus discursos populistas y demagogos.
¡Y ahora se atreve a decir que la labor de seguridad debe hacerse “entre todos”! Anda desorientado el Tlatoani.
Habla de “amor” en sus discursos, pero éste se los reserva a sus seguidores y a su corte de serviles: ¡mentiras que le importa el pueblo! Pregúntenles si no, amigos, a los habitantes de Texcaltitlán.