Se escurren como aceite los días untuosos, más no hay manera de retener tanta movilización. Viajes, esperas, luces, fiestas, encuentros, risas que no llegarán, sentidas ausencias. Algunos regalos, sabemos, nunca se abrirán; otros en el cajón quedarán, mas alguno en mi alma como broche prenderé. Estas letras las redacto pensando en ti, quien solo estarás, abrumado y sin razones para festejar; quisiera que lleguen volando en trozos de nube, a sabiendas y confiada de que una mejor estrella te guiará a un amanecer con menos tristezas, con menos lágrimas. Estas letras, sin dudarlo, son para ti, quien consistente y permanente has tomado mi mano sin renunciar jamás. No me olvidaré de quien a mi lado luchó cien batallas, de ti, con quien decidimos ciclos cerrar. Recordaré esas nuevas llegadas; te escribiré despacio y sin pausas, solo a ti.

Abriré las puertas de mi corazón para cobijarte de tal forma que puedas descansar; sacaré ese polvo de rencillas y malos entendidos que nos obligaron a renunciar y a separar veredas. Tendré tibias las buenas bebidas aromatizadas con perdón y aceptación. Habrá mantas cálidas tejidas con poemas, en donde tus penas puedas abandonar, y si no te arroparan y el frío te hiciera titiritar, caminaré a tu lado, te daré la mano para que juntos peregrinemos hasta que puedas entrar en calor. Sin temores ni complejos, reexaminaremos los días, evaluaremos sin juicios pensamientos, sentimientos hechos y desde el amor más puro reconoceremos que las circunstancias muchas veces mueven los hilos y arman las decisiones. Nos reconoceremos hermanos, iguales, amigos, quienes en paralelo se encaminan al mismo mar.

Pediremos con humildad salud, reconociendo que no hay deseo más sublime, regalo más preciado que el gran Dios, que el Niño Santo pueda otorgarnos; mas, si por algún malhadado viento las dolencias han tocado tu puerta, igual celebraremos, pues cumples sueños, cumples días, cumples metas, anhelas vida. Rezaremos por aquel que se señala como enemigo y con respeto, que obliga tolerancia, miraremos al oponente recordando aquella bella frase que reza: “para todos, caridad envuelta desde la misericordia”. Y si a la mañana siguiente miraras tus pies descalzos, sabrás que no es por falta de amor ni merecimiento, pues este lugar es tuyo, así como el tiempo; solo que a veces los “Santas” son olvidadizos y andan en carruajes descompuestos. Alegraremos todos los árboles de las avenidas con tu sonrisa y se prenderán luces desde las bendiciones, a sabiendas de que tu amor y compañía alimentan -sin dieta- todos mis días. Tu recuerdo, como una varita mágica, saciará de golpe esa absurda idea de no encontrarte en la tierra del hasta siempre.

Abriremos de uno en uno los regalos que con cariño hemos preparado: paz, generosidad, aceptación. Las colaciones vendrán en el jarro de los deseos; conspiraremos viajes a recónditos espacios en donde la imaginación pone el límite y sin temor, te daré un largo abrazo y con hospitalidad, prenderás la fogata con llamas de carcajadas; entonces, solo así podré decirte: ¡Feliz Navidad!

 

RAA

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