No parecería tan extraño el conjeturar que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomó como modelo a la empresa estadounidense Amazon, la compañía de comercio electrónico más grande y eficiente del mundo, para crear su pomposamente bautizada “Megafarmacia para el bienestar”.
Nuestra conjetura se basa en que algunas de las promesas que ha hecho sobre su farmaciota, claramente inalcanzables, parecen haber sido copiadas de la propaganda de Amazon. Por ejemplo, el presidente afirma que su farmacia gubernamental tendrá un límite de 48 horas para entregar, llegado el caso, cualquier medicina en cualquier parte de México.
¡Y son casi 200,000 las localidades donde residimos todos los mexicanos!
Además, López Obrador afirma que, también llegado el caso, su farmacia contará para la distribución de los medicamentos con aviones de la Fuerza Aérea. Para poner esa afirmación en perspectiva, Amazon tiene, tan sólo en Estados Unidos, 80 grandes aviones de carga para hacer sus entregas. ¿Con cuántos aviones de ese tipo cuenta el gobierno de México?
La verdad es que Birmex, la empresa pública mexicana encargada de la farmaciota, no tiene punto de comparación con la empresa estadounidense. Para empezar, la capitalización de mercado de Amazon ha llegado a rebasar el billón (un millón de millones) de dólares. Esta cifra corresponde a alrededor de la mitad del producto interno bruto de todo México.
Para continuar, Amazon es afamado por su extraordinaria capacidad de distribución. Por ejemplo, para darse abasto tan sólo con la distribución de los productos que deben ser entregados en el Valle de México, Amazon cuenta con tres centros logísticos. Y hay otros ocho en el resto de la República (en Guadalajara, León, Mexicali, Monterrey, Puebla, Querétaro, Saltillo y Tijuana). No tiene, como Birmex, uno sólo para un país tan grande como el nuestro.
Pero, al final del día, el problema del desabasto de medicinas en México no tiene nada que ver con la existencia o no de grandes centros de distribución. El meollo del asunto reside más atrás. El primer factor que explica el desabasto es, como de costumbre, presupuestal. No hay suficiente dinero para el gasto en el sector salud y el poco que hay no está bien alineado. Se ha hecho tal desbarajuste financiero por la eliminación del Seguro Popular que, por ejemplo, hay estados que dependen totalmente de las compras que haga el gobierno federal y hay otros que han preferido, correctamente, rascarse con sus propias uñas.
El otro factor de importancia es menos terrenal. Tiene que ver con el proceso de compra de las medicinas a las empresas farmacéuticas mexicanas y extranjeras. El pensar que debe haber una sola entidad gubernamental encargada de tales compras es incorrecto. Eso sólo conducirá a cuellos de botella y a abrir la puerta a la corrupción por parte del comprador y de los vendedores.
Lo que debe hacerse es usar el mecanismo que se empezó a desarrollar el sexenio pasado. Todas las entidades federales del sector salud, como la Secretaría de Salud, el IMSS y el ISSSTE, así como todos los gobiernos estatales, deben unirse, sin perder su autonomía, y convocar a las farmacéuticas a participar en subastas públicas y transparentes en las que puedan venderles sus productos. Las ganadoras siempre serían aquellas que ofrecieran los menores precios para cada punto de entrega.
*Investigador emérito del SNI