Consultando datos numéricos en mi teléfono sé que nací un sábado de fecha cuatro de octubre del año mil novecientos cuarenta y uno. Sé también que entre aproximaciones he acumulado la retahíla de novecientos ochenta y ocho meses ocupando un discreto espacio como ser viviente sobre la armónica faz de la tierra. Lejos de haber sido dotado de una muy relevante forma de existir o un alto índice de coeficiente intelectual la educación familiar y la escolar me regalaron un sentido del ser que desde el ayer tuve a bien disfrutar y en el presente aprovecho en toda su dimensión. Existe pues en mí, estimado lector, entre los “ires y venires” existenciales una real satisfacción que en santa paz disfruto. 

Dentro de una múltiple manera de llevar una satisfactoria vida me inclino por buscar acercamiento a la filosofía de San Francisco de Asís. Se puede decir que Francisco se adelantó a todo lo que el talante moderno tiene de liberal y atractivo: el amor a la naturaleza, el amor a los animales, la sensibilidad social y hasta los peligros de la prosperidad. Sin embargo, el alabo a la existencia puede aparecer fortuitamente pegado a bondades humanas y circunstanciales. Hace años apareció en la voz de Violeta la linda canción identificada como “Gracias a la vida”. Una estrofa de la obra dice: “Gracias a la vida que me hado tanto me ha dado tanto/ me ha dado la risa y me ha dado el llanto/ así yo distingo, dicha de quebranto/ los dos materiales que forman mi canto/ y el canto de ustedes, que es mi propio canto”. 

Comentarios a femacswiney@hotmai.com 

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