Hay muchas cosas que son invisibles y sin embargo las sentimos latentes casi corpóreas aunque no podamos verlas. Creo que ese mundo intangible que convive con el real, está presente en cada día, en cada instante. Por ejemplo los sentimientos, no conozco su forma concreta y a lo más que aspiro es a ponerlos en palabras, hoy me siento triste, o alegre.

Hay veces que he creído que me arrancaran un trozo de corazón, y hablando hipotéticamente,  puedo sentir el vacío en mi firmamento, como si presenciara la destrucción de un planeta devorado por un agujero negro. 

Sé que resulta difícil de explicar mas no de entender, ¿cuántos como yo, me pregunto, han experimentado lo mismo? Mi amiga me habla de la teoría de los cuerpos, que no soy sólo carne, sino espíritu y emociones. Este pensamiento me distrae, sí, a veces experimento la alegría que empapa mi ser como un aguacero torrencial bailando en mi patio, salpicando las baldosas en un rítmico golpeteo. También por contraparte, están las tormentas de rayos y truenos que me atemorizan, esas que surgen feroces cual dragones siniestros que lanzaran fuego. 

De las cosas invisibles, mi cuerpo espiritual, va conmigo como mi sombra y no se extraña por no verse en los espejos; con humildad se ha acostumbrado a ser anodino y no tener voz ni voto, me observa empático sosteniendo silencioso el edificio de mi vida.

A veces los cuerpos se abrazan, permanecen unidos demostrándose lo mucho que se necesitan. No puedo asegurarlo, mas cuando esto sucede me siento reconfortada, como si un calor interno me recorriera inundando mi sangre de una fuerza nueva, escucho un arroyo cantarín que corre sobre las piedras de su cauce generando una extraña música que me da seguridad. El mundo es bueno.

No sé si sea la única en pensar en mis cuerpos, seguro no. ¿Qué sería de mí si tan solo fuera un ser animado de carne corruptible? A veces quisiera indagar quién toma a quien de la mano y lleva el mando de mi mundo cotidiano pero desisto, son igualmente importantes, es como querer restarle importancia a la cara oculta de la luna que permanece en la penumbra y se jacta de no ser vista por los telescopios más potentes.

Podría hablar de muchas más cosas invisibles, como las palabras que continúan ofendiendo aunque ya no tengan sonido replicándose con fuerza letal, más prefiero hablar de la risa que se arrastra por el mundo sembrándolo de alegría en un afán de regresarle el equilibrio y la compensación a la tierra.  

Hay muchas cosas invisibles, buenas o malas, mas hoy, evoco las que enaltecen y me hacen sentir especial, que nacen en mi ser dándome la sensación de que viviera dos veces, y cuando esto sucede, creo tener en mis manos las llaves de la puerta del cielo.

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