Genaro García Luna nació el mismo día del mismo mes y del mismo año que yo, 10 de julio de 1968, lo cual lo convierte, para mí, en una suerte de doble en el lado oscuro del multiverso. Mientras yo estudiaba Derecho en la UNAM, él cursaba Ingeniería Mecánica en la UAM; poco después empecé a trabajar como secretario de Diego Valadés en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal casi al tiempo en que García Luna ingresaba al recién creado Centro de Investigación y Seguridad Nacional (el Cisen): un dato que el presidente López Obrador se jactó de revelarme en una de sus conferencias mañaneras aunque se halla bien documentado y figura en Una novela criminal (2018).
Creado en 1989 por el general Jorge Carrillo Olea, siguiendo las instrucciones de Carlos Salinas, para sustituir a la Dirección de Investigación y Seguridad Nacional -heredera a su vez de la tenebrosa Dirección Federal de Seguridad, desde donde se operó la Guerra Sucia de los setenta-, el Cisen aspiraba al profesionalismo del Mosad o la CIA, con quien pronto estableció contactos, a fin de realizar tareas tanto de inteligencia como de contrainteligencia y proveer de información al régimen priista justo cuando el movimiento cardenista amenazaba su hegemonía. Carrillo Olea se rodeó para la tarea de viejos lobos del espionaje mexicano y miembros del Ejército como él mismo, así como de numerosos jóvenes universitarios.
El almirante Wilfrido Robledo, quien terminaría por convertirse en director del Cisen y luego de la Policía Federal Preventiva, y Jorge Tello Peón, otro ingeniero que también fungiría como director del Cisen, formaron allí a una generación entera de espías y policías -desde entonces ambas labores se solapan-, y uno de sus discípulos más aventajados fue García Luna. Poco a poco, éste se ganó su confianza y comenzó a medrar en los cuerpos de seguridad pública.
El 23 marzo de 1994, cuando Luis Donaldo Colosio fue asesinado en Lomas Taurinas, García Luna y yo teníamos veinticinco años: mientras yo decidí abandonar el Derecho y dedicarme a la literatura, él escaló hasta subdirector de Operaciones del Cisen, un cargo relevante para su edad, aunque menor. Si, como hoy afirma la FGR, en realidad encabezó la misión para rescatar de Tijuana a su colega José Antonio Sánchez Ortega -identificado como el supuesto “segundo tirador” contra el candidato presidencial-, detenido entonces por la policía municipal a causa de las manchas de sangre encontradas en su ropa, tuvo que hacerlo por órdenes directas de sus jefes, en una cadena de mando que tendría que haber llegado a Tello e incluso al presidente de la República.
El actual titular de la FGR, Alejandro Gertz Manero, mantiene con García Luna un rancio diferendo. En 2001, cuando el primero se desempeñaba como secretario de Seguridad Pública de Vicente Fox, denunció penalmente al segundo, entonces a cargo de la recién creada Agencia Federal de Investigaciones, por la adquisición irregular de varias aeronaves. La primera fuga de El Chapo Guzmán del penal de Puente Grande volvió a enfrentarlos y Gertz abandonó el cargo en 2004. Un año después, García Luna ordenó el montaje que derivó en la captura de Florence Cassez e Israel Vallarta, cuyo infinito caudal de irregularidades y abusos aparece en Una novela criminal así como en las investigaciones de numerosos colegas. Pese a ello -o quizás por ello-, Felipe Calderón lo nombró en el lugar que antes ocupó Gertz y le encomendó la guerra contra el narco. Como sabemos, hoy espera sentencia en una prisión en Nueva York tras haber sido hallado culpable de colaborar con los criminales a los que afirmaba perseguir.
García Luna es, sin duda, uno de nuestros grandes criminales. Pero dibujarlo como el cerebro de una conspiración para asesinar a Colosio, cuando no era sino un funcionario de tercer nivel, en poco contribuye a despejar el papel atroz que ha tenido en nuestra vida pública. Mayor favor le haría la FGR a la justicia liberando a Israel Vallarta, una de sus víctimas -quien ha cumplido 19 años en prisión preventiva-, que usando de nuevo la justicia con fines políticos justo como él solía hacerlo.
@jvolpi