En el tumultuoso escenario de la vida urbana, nuestras vialidades se presentan como un vivo reflejo de la calidad de un gobierno. Recorrer la ciudad es como adentrarse a la Divina Comedia, guiados por el propio Caronte, quien parece sugerir a los ingenieros y arquitectos -con sus allegados- cómo realizar las composturas a dos niveles, agujeros sin ton ni son, fantasmas naranjas acomodados al arbitrio del purgatorio. Estas deformes reparaciones, adornadas con un exceso de basura, que circula en torbellinos, dan sabor a la comedia.
Definitivamente, el crecimiento de nuestra ciudad puede ser caótico y sumamente complejo. Pero ¿quién hubiera pensado que nuestras vialidades también serían escenario de una tragicomedia urbana?  Sí, amigos lectores, hoy trasladarse de un punto a otro puede llevarte mucho más tiempo del acostumbrado, y sin tren; navegar por las calles tropezando con los agujeros de coladeras, puede conducirnos a un submundo insospechado. Reparar una avenida de concreto con chapopote ondulante sugiere la dirección de algún embalsamador de Tutankamón, que con el paso de los camiones se desdibuja como promesa en campaña. 
En este circo de errores urbanos, nos encontramos con la suma de la reparación del pasado electorero de otros, quienes en su momento también deseaban bien para nuestra ciudad. 
Este artículo busca resaltar las fortalezas de nuestros líderes, llamándolos a la observación detallada de los errores del pasado y decidirse por hacer el bien, absteniéndose de la oscura medianía. Buscar que el calor del sol brille para todos, pues el ambiente ya enrarecido puede llevarnos a situaciones mucho más complejas; hacer negocios rápidos, puede costarnos -a todos- caro. 
Es momento de hechos y no de palabras, de acciones que se pronuncien a favor de una ciudad complicada; de desestimar las promesas que no se cumplen; de exigir que los presupuestos no estén mordisqueados, y de detallar al constructor con la exigencia del que sabe y desea. Las decisiones deben ir acompañadas con el compromiso en el bienestar y el progreso de esta ciudad, para garantizar mejores futuros. 
Se necesitan profesionales comprometidos, conocedores y honestos “en mayúscula” bajo una gestión eficaz y asertiva. Demostrar con la gallardía propia del que ama y sabe que un destino glorioso es mejor que el vituperio histórico.
Es momento de levantar la voz y exigir un cambio real, pues todos lo ansiamos y lo merecemos. No podemos seguir siendo víctimas de este espectáculo cómico y ácido que nos ofrece cada día la ciudad. Es hora de que los responsables tomen cartas en el asunto, ofrezcan soluciones concretas y duraderas y asuman el buen papel, recordando que una ciudad bien gestionada no solo es un derecho, sino también un reflejo del respeto y la consideración hacia sí mismos y sus habitantes. Así que levantemos el telón de esta comedia de errores, trabajemos juntos para que este final sea digno de quienes lo dirigen. Porque una ciudad donde el buen obrar es la norma, deja huella imborrable. 
Como bien repetía Nelson Mandela, la verdadera grandeza de un gobernante radica en su habilidad para mejorar la vida de los demás.
¿Qué dicen? ¿Aún hay tiempo de mejorar?

 

RAA

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