León.- Como parte de las actividades del Viernes Santo, en la Catedral Metropolitana de León se llevó a cabo la adoración de la Santa Cruz en una celebración religiosa diferente que no incluyó todos los ritos que se ven en una misa tradicional.
Entre las cosas diferentes que se pudieron percibir en señal de luto, fue que la catedral, que normalmente tiene las luces encendidas estaba en penumbras, mientras que el altar que siempre está revestido con un mantel no lo tenía y las velas estaban apagadas.
La celebración fue presidida por el arzobispo de León, Alfonso Cortés Contreras, quien llegó junto con un grupo de sacerdotes y al inicio se postraron rostro en tierra mientras que los feligreses permanecían de rodillas para adorar y hacer oración a Jesucristo.
Después de las lecturas y el salmo se proclamó el evangelio de la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
En su predicación el arzobispo destacó que la ceremonia es sencilla, humilde y sobria y es el reflejo y el retrato de la experiencia que Jesucristo compartió como verdadero hombre y que es la experiencia de la muerte.
Destacó que el ser humano no quiere saber nada de la muerte y es la que le da sentido a nuestra vida.
“Alrededor de nuestra última experiencia que es la muerte es donde circulan todas nuestras experiencias humanas, la alegría, el amor, el tiempo y de la relación con los otros, de la salud y de la enfermedad, la muerte es fuente de vida y nos lleva a contemplar el sufrimiento de forma limpia”.
“Cristo vino por amor a dar la vida por nosotros para que nosotros tengamos vida.
Cristo le añadió a la muerte el sentido del amor al morir por nosotros y siendo Dios se hizo obediente y vivió para los demás y por eso Dios lo exaltó sobre todo hombre, lo colocó a su derecha y le dio el título de divinidad”.
“En esta forma humilde de la Cruz, en esa pobreza de la cruz está toda la riqueza y el tesoro de la vida cristiana.
“La muerte no es el término, Jesús vivió la experiencia de la muerte como un paso a la resurrección y hoy se proclamará su victoria sobre la muerte, el pecado y todo lo que no es digno de Dios ni del ser humano.
“Cristo es el Señor de la historia, no somos nosotros, ni lo poderosos de este mundo los que quieren señalar el rumbo del ser humano y del mundo, la sangre de Cristo es la única que puede lavar esta torpeza que estamos viviendo en nuestro México.
“El amor de Cristo y la justicia de Cristo es la única que puede hacer realidad un México más fraterno y más justo, es lo que le puede dar dignidad a la mujer y al varón y el sentido profundo a la familia y a la vida”.
En seguida se dio paso a la veneración de la Santa Cruz en donde un sacerdote, en tres ocasiones, levantaba la Cruz que iba cubierta y la estaba mientras decía una antífona cantada.
Posteriormente ya cuando está en el presbiterio el Arzobispo la veneró seguido de los sacerdotes y la feligresía.
La última parte de la liturgia es cuando entró el Santísimo Sacramento, en ese momento se revistió el altar con el mantel y se encendieron las velas, se realizó el rito de la comunión y quienes estaban confesados se acercaron a comulgar.
Para finalizar el arzobispo no dio la bendición como tradicionalmente se hace sino que realizó una oración sobre el pueblo, y posteriormente se permitió que los asistentes que no habían podido adorar la cruz se acercaran a hacerlo.
HEP