Nuestro país y nuestro estado enfrentan momentos muy peligrosos. Todos los días nos convertimos en testigos de la degradación de las instituciones diseñadas para gobernarnos, que poco a poco dejan de ser eficientes o van cayendo en manos de organizaciones criminales. Así, pronto podríamos acabar como narcoestado.
Posiblemente no todos se den cuenta de que esta dramática condición no requiere de manifestaciones delincuenciales excesivas, porque es como la humedad, se va colando poco a poco. Los grupos mafiosos, que sospechosamente no encuentran obstáculo alguno, van ampliando su espacio hasta acogotar a los gobiernos. Los municipios son los primeros en caer.
Frente a estos hechos, los candidatos a la gubernatura y a las alcaldías deberían comenzar por comprometerse a que sus administraciones no estarán sujetas a la voluntad de las mafias. Sus policías serán organizaciones dispuestas a enfrentar a la delincuencia, para mantenerla en los bajos fondos de la sociedad, y nunca a la cabeza de esta. Quien no asuma este reto, está de más en la contienda electoral de junio. No sirve a los ciudadanos.
Y es que el ofrecimiento de tarjetas, obras, enseres, becas, etc., resulta una mala broma en los momentos en que el país se encuentra azotado por una abrumadora ola de extorsionadores que controlan diversidad de mercados y cadenas de suministros. Mientras esto ocurre, desde los partidos y sus candidaturas ¿qué nos ofrecen? ¿Continuar en el mismo camino? En tanto siguen encampañados gestionando programas clientelares.
Frente a la realidad que nos ensombrece, la próxima gobernadora tiene un reto de grandes dimensiones ante sí. Lo apuntamos: La experiencia nos ha demostrado que la decisión de dotar de autonomía a la Fiscalía estatal produjo un engendro incontrolable y desbordado. Ya desde el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), al hacer un estudio sobre la creación de la nueva Fiscalía Federal, se había identificado el problema de no contar con controles apropiados para limitarla y frenarla. ¿Quién tendría el poder de acotarla? ¿Acaso el Congreso sería el contrapeso?
La corrupción política es la debilidad crónica de nuestra clase dirigente. Una Fiscalía que está dotada de atribuciones para combatir la corrupción, podría transformarse para convertir a gran parte de los congresistas en sujetos observados e investigados por las áreas de inteligencia del aparato fiscalizador. De esa manera sería neutralizado cualquier contrapeso.
Analicemos el caso de Guanajuato. ¿Qué ha hecho el Congreso? ¿Qué respeto le genera al Fiscal la diputación estatal? Parecen temerosos ratoncitos frente al poder de la autoridad persecutora. Hoy la Fiscalía se ha posicionado como un ente supraestatal, que se ha consolidado frente a los poderes Ejecutivo y Legislativo. No hay controles reales y efectivos. Este funcionario va solo.
La postura de las tres candidatas coincide con la necesidad de cambiar al Fiscal, pero el problema, como lo hemos explicado, es más profundo, porque es conceptual. La institución no está diseñada para operar ante un parlamento sumiso. Muchos de sus miembros ingresan al salir victoriosos en una elección sucia, repleta de recursos públicos ilegales. Una investigación a fondo de la Fiscalía Especializada en Materia de Delitos Electorales los pondría contra la pared, al igual que les sucedería a las candidatas a la gubernatura. ¿Ven ahora que la trampa está bien construida?
Frente a esta tragedia de ingeniería constitucional, que fortalece desproporcionadamente y sin límites a una autoridad unipersonal todopoderosa, solo un acuerdo plural de todas las fuerzas en contienda podría modificar la naturaleza actual de la Fiscalía. Se requiere reforma constitucional. La otra sería elecciones de diputados estatales inmaculadas y candidatos impolutos y valientes.
Es un problema fundamental que hay que resolver y que va más allá de la remoción de un personaje. Acordar soluciones como las que se sugieren, sería un paso adelante para encontrar una salida. De otra forma, las instituciones quedarán atrapadas por su cancerbero, gane quien gane.