Las elecciones son un periodo extraordinario en la relación entre gobernados y gobernantes. Es el momento en donde los políticos se convierten en los personajes más amenos, empáticos y agradables con sus electores. Necesitan los votos y son capaces de cualquier cosa con tal de obtenerlos. Las tácticas para conseguir ganar la elección poco a poco se van definiendo y si se observan y analizan con cuidado pueden ser descubiertas, ya que resulta difícil guardar los secretos más preciados. Los políticos y sus operadores, aparentemente sagaces y discretos, pueden ser sorprendidos en sus más intrincados e inconfesables propósitos.
En Guanajuato capital, en plena elección, momento marcado por la incertidumbre, hay una coalición política decidida a comprar la seguridad del triunfo al precio que sea. Nada es caro para ellos, se hará lo necesario para conservar el poder municipal a toda costa. Y precisamente en este instante es cuando los susurros y las palabras han adquirido alas y volado entre cerros y montañas para conocer secretos bien guardados de la elección.
De esa forma hemos conocido que un periódico local vende encuestas. Los ecos de la cañada nos informan que el costo pactado es entre cien y doscientos mil pesos para hacer una encuesta de preferencias electorales, condicionada a que si sale bien (10 puntos porcentuales arriba, por ejemplo), la primera plana del diario, anunciando los resultados a ocho columnas, costará otros doscientos mil morlacos.
Desde tiempo atrás los ciudadanos sospechan de la mercadotecnia periodística, la cual se transforma en una acción carente de ética por intentar distorsionar la verdad, valor supremo del periodismo. Así el diario se convierte en cómplice y encubridor de malas prácticas electorales. Los incentivos son aviesos, ya que obviamente la encuesta por encargo deberá salir satisfactoria para poder doblar el pago al rotativo. Negocio redondo.
Lo que posiblemente no alcanzan a identificar sus directivos y propietarios, es que se convierten automáticamente en un elemento central de la estrategia de compra de votos. Esto sucede porque tanto el acarreo de personas como las encuestas pactadas y alteradas, son parte de la escenografía de la comercialización de sufragios, por partidos dedicados a corromper ciudadanos. Se propicia el despojo de la dignidad de las personas, traficando con su voluntad y expoliando su libertad. Estamos ante la maquinación de un delito. Falsificar resultados demoscópicos, así como simular multitudes de fanáticos apoyadores acarreando gente, son la cobertura necesaria para quebrantar la ley electoral. ¿Estará atento a estos hechos el IEEG?
Pero también hay otra intrigante cuestión: los contratantes de encuestas arregladas para aturdir a la ciudadanía pueden acabar cayendo en sus propias redes. Así sucedió hace tres años en San Miguel de Allende, cuando de la misma manera, el alcalde, en busca de la reelección, adquirió y publicitó una encuesta alterada y confundido en sus propias mentiras, asumió como real la ventaja pactada. Todos daban por segura la plaza, hasta que la noche de la elección constataron que todo estaba perdido y que su enemigo acérrimo había salido victorioso. El tramposo resultó víctima de sus propias falsedades.
Un buen periódico es aquel que dice la verdad, que presenta los hechos que reporta con precisión, con imparcialidad, que verifica sus fuentes y se hace respetar por el apego a la ética periodística. Evita los conflictos de interés, como el que significa vender encuestas a modo para luego cobrar su portada a precio de oro y ser influyente en la futura administración. Quizás obtenga compra de espacios publicitarios asegurada.
Y como acá todo se sabe, entre callejuelas y plazuelas, obtenemos más conocimiento de la trampa urdida: nos informan que en el partido artificiosamente puntero, las angustias están desatadas, por estar abajo en la elección por cerca de dos dígitos contra sus competidores. Estiman que solo la compra multitudinaria de votos les rescataría la plaza. Pero los semáforos rojos siguen encendidos, porque todo indica que los guanajuatenses de la capital han aprendido a odiar a los abusivos y ya están hartos de tanta transa.
RAA