Como bola de nieve que crece conforme se deslizan por la pendiente los abusos del Poder Ejecutivo contra el Poder Judicial, a los que se prestó Arturo Zaldívar y su operador, su brazo derecho, hoy funcionario de Gobernación de Luisa María Alcalde, Carlos Antonio Alpízar, acabará desecha en la planicie. Arranca con ímpetu y acaba en la nada, como se merece una amenaza a la integridad y al orden natural de las cosas.

Primero que nada es preciso distinguir que todas las presiones que la dupla Zalpízar realizó a los jueces para frenar amparos o sentencias que perjudicaban los intereses políticos del Emperador Lopezuma fueron iniciadas u ordenadas por él. La dupla Zalpízar era meramente un par de mandaderos, recaderos, del Tlatoani Tabasqueño, pese a que Zaldívar era el presidente de la Suprema Corte.

¡Qué vergüenza que alguien que juró defender nuestra Constitución y las leyes que de ella emanan se haya prestado, sin dignidad alguna ni respeto por su investidura, a pisotearlas! Y qué vergüenza también que esta misma dupla pretenda continuar en el poder -uno supone que conduciéndose de la misma forma- con la candidata oficialista.

Zaldívar está pegado a Claudia Sheinbaum y Alpízar sigue operando para el Emperador desde la Secretaría de Gobernación. Ambos gozando de la protección del Lord Macuspeño, quien no tiene empacho alguno en vilipendiar la ley, y al mismo tiempo destruir la independencia del Poder Judicial en su loco afán de acumular más poder, el poder de joder, de imponer y de acabar con las instituciones que defienden las garantías individuales y los derechos ciudadanos.

Habiendo quedado exhibida la indebida e ilegal intromisión en la aplicación de la ley, ahora el insaciable Tlatoani, enfermo, pero de poder, pretende modificar la Ley de Amnistía para autootorgarse la facultad de perdonar a delincuentes conforme a su capricho del día. Se han propuesto él y los lambiscochos que lo obedecen poner de cabeza la aplicación de la justicia en México.

Es cierto que nuestro Poder Judicial, como todas las cosas, y más en la vida pública, requiere mejoras, pero destruir lo poco bueno que tenemos y los preceptos legales básicos, reconocidos por su sentido humano y de justicia, como el amparo, piedra angular de nuestro sistema de justicia -cuya ley también pretenden reformar-, resulta una aberración tiránica.

Es tiránica, pues, en cuanto a la Ley de Amnistía, concentra en la figura del Presidente -con características de Emperador- un poder que nuestra Constitución jamás le ha otorgado, es más,  le prohíbe claramente. De tener éxito, destruirán, operativamente hablando, el sistema democrático mexicano dando paso a una dictadura monoteísta centrada en la figura de quien ocupa el privilegiado apartamento en Palacio Nacional.

Ello sería indebido, incluso si la sucesora del Tiránico Tlatoani fuera la candidata opositora Xóchitl Gálvez. La división -e independencia- de poderes, sumada al apego a los lineamientos de nuestra Constitución, forman la esencia del Estado democrático mexicano. Debemos preservar estos principios, no podemos incurrir en un experimento despótico en el que se regresa a una Presidencia Imperial que concentra todo el poder, revistiéndose en la simulación de una democracia monopartidista.

Ambos, Zaldívar y Alpízar, por sus intentos por torcer la aplicación de la justicia y condonar la inconstitucionalidad de las decisiones unilaterales del Poder Ejecutivo, merecen ser inhabilitados del servicio público y del Poder Judicial por el resto de sus días.

Por lo pronto, Zaldívar representa para la candidata oficialista un pararrayos que la hace acaparar la atención indeseada de solapar y ser partidaria de la sumisión del Poder Judicial al Poder Ejecutivo. Lo cual se convierte en un claro motivo para no votar por ella, ya que su defensa de Zalpízar genera el temor fundado de que si llega a la Presidencia intentará emular a su mentor y, lejos de defender la legalidad, se propondrá violarla y someterla, algo que ni México ni los mexicanos desean, condonan o toleran.

 

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