Por Lety Ocha

—Pero siguen quemando esquilmos. 

—Ya no va a suceder eso, los campesinos se comprometieron a enterrarlos. –Un poco agitada la presidenta desea terminar la conversación— Para concluir los ejidatarios hicieron su propio proyecto y están muy conscientes de la problemática ambiental, recibieron recursos y capacitación federales. Por cada acción que practiquen para reconstruir el ecosistema, reciban apoyo económico. 

—Todo eso me parece muy bien, pero no hay que olvidar que tanto la industria como el transporte están contaminando y son la causa de que las partículas pm3 siempre estén arriba de los niveles permitidos. Me da gusto que ya no vayan a quemar los esquilmos. Sin embargo, se siguen quemando los tiraderos de basura, el transporte público sigue sin afinarse. Investigué y ni siquiera se afinan los vehículos del ayuntamiento. Los ciudadanos siguen tirando el agua como si fuera infinita. 

La presidenta tomó agua, recompuso sus sentimientos de ansiedad y le contestó:

—Fernanda, la invito a que armemos un reglamento ligero y eficaz para que los ciudadanos dejen de tirar agua. Además tenemos planeado invitar a la gente más comprometida a que participe en el plan de gobierno del siguiente año, el cual espero usted no falte.

Con este compromiso se va Fernanda.

Por la noche se la pasa dando vueltas pensando cómo armar el dichoso reglamento. Decide levantarse y comenzar a escribir.

Por la mañana, resuelve ir a apoyar a los ejidatarios de las siete luminarias, tiene curiosidad de comprobar lo dicho por la presidenta. Iba con la disposición de poner todos sus conocimientos al servicio de la comunidad y… cual va siendo su sorpresa, ellos le mostraron todo el plan que tenían para alimentar a los cráteres de su comunidad.  

—Mire Licenciada —dice Don Eustorgio— Por fin nos dimos cuenta que talar no es negocio y ahora con el apoyo dela presidencia para reforestar y con lo que entra del turismo, no necesitamos irnos al norte. Vamos a ocuparnos aquí. Tenemos un proyecto muy ambicioso de una Cooperativa para implementar en las casas recolección de agua de lluvia y poner sanitarios de composta . Tenemos fe en que las cosas van a cambiar. La Madre Tierra es tan resiliente, que permite que podamos reparar lo que hicimos mal con nuestras acciones, ella hace lo demás. Licenciada, somos Naturaleza; tenemos que bregar de la mano con ella.

La gente participa muy entusiasmada en un plan de trabajo para dos años que le quedan a la presidenta municipal. Se hacen los presupuestos, se mandan a la federación. Además, Fernanda pone a su consideración un bosquejo de reglamento para lograr reducir el desprecio de agua y concientizar a la gente.

Hubo un revuelo en la ciudad, todos los estudiantes de secundaria prepa y universidad participaron en difundir el nuevo reglamento casa por casa. Además todos podían reportar fugas y desperdicio de agua. Implementaron algo novedoso: Dejar sin agua unos días a la gente que nunca le había faltado agua.

La presidenta se siente fuerte, está contenta. No le duró mucho ese sentimiento.

Apenas habían pasado tres meses, el calor penetraba hasta los huesos, seco sofocante, cuando estalló una gran manifestación por fuera de la presidencia: La tenían secuestrada, ya estaba obscureciendo y los gritos del gentío no cesaban: ¡QUEREMOS AGUA! ¡QUEREMOS AGUA! Dentro la presidenta estaba pálida, asustada, nadie de su gente se atrevía a enfrentar a la multitud enfurecida. Cuando sucede algo verdaderamente inesperado. Fernanda portando un micrófono, se abre camino por entre la bulla y a restregones y aventones llega al frente y comienza a hablar: 

–Les pido de favor un momento de silencio. 

Y por increíble que parezca, la gente se calló. 

–Señoras y señores, el problema grave que enfrentamos no es el resultado de un año de administración, es la consecuencia de la apatía de nosotros, de la falta de responsabilidad de muchos funcionarios que ya sabían de la escasez del agua y no hicieron nada, ni ellos ni nosotros. Así que admitamos el problema y resolvamos de la mejor manera que podamos. Dejen salir a la presidenta. Asumamos como adultos la parte que nos toca. Dialoguemos: qué puede hacer ella y qué podemos hacer nosotros.

La presidenta sale toda asustada y muy sorprendida por el giro que se dio. 

—Por el momento lo único que se me ocurre es traer agua de donde haya. En la presidencia sólo contamos con cuatro pipas, necesitamos unas veinte. Si ustedes se cooperan nosotros nos encargamos de ver dónde podemos conseguir el agua. Debemos tomar medidas serias, tanto los servidores públicos como ustedes.

Cuando llega la señora Lala a su casa, sus hijos le preguntan. —¿ya se resolvió el problema? —NO, apenas comienza… FIN

María Leticia Ochoa Zepeda vive en Irapuato y es presidente del grupo ecologista Planeta Cuatro, escribe para adultos y jóvenes con el ánimo de despertar su conciencia en las urgencias ambientales de nuestro planeta. Hace parte del Taller de Escritura Creativa del IMCAR. 

Envíenos su texto a: latrincadelcuento@gmail.com

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