Al calor de la confrontación electoral vemos cómo corren por redes sociales y medios informativos, acusaciones de corrupción en contra de funcionarios de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco). El sainete comenzó en abril de 2023, desde la mismísima Secretaría de Gobernación, cuando el entonces secretario Adán Augusto López incriminó a personal de la Procuraduría de extorsionar a once mil estaciones de servicio. Pensamos que si se analizan a detalle las pautas de verificación, se puede obtener una visión asertiva sobre la pertinencia de las graves imputaciones.
La Profeco es una de las instituciones más nobles con que cuenta el gobierno federal, pues su función es proteger a los ciudadanos de las malas prácticas de comercio. Esta política de protección comenzó apenas en 1910, cuando se celebró la Primera Conferencia Internacional de Protección al Consumidor en París, convocada por la Federación Internacional de Asociaciones de Consumidores.
Posteriormente en 1962 en Estados Unidos, el presidente John F. Kennedy crea la Agencia de Protección del Consumidor para ejecutar regulaciones sobre seguridad de productos, publicidad engañosa, prácticas comerciales desleales, etiquetado y acceso a la información. En México, en 1975 el presidente Echeverría emitió la Ley Federal de Protección al Consumidor y estableció la Procuraduría Federal del Consumidor.
Un dato importante: mientras en Europa y Estados Unidos se conformaron institutos de defensa de los consumidores a partir de la iniciativa de asociaciones ciudadanas; en México se implementó esta tendencia a partir de la voluntad presidencial de Luis Echeverría. Nuestro país carece de una red cívica dedicada a la protección de la sociedad frente a los abusos del comercio desleal. Deberíamos tener decenas de asociaciones de consumidores por todo el país. Urgen.
Cuando en marzo de 2004 fui nombrado por el presidente Fox como Procurador Federal del Consumidor, se inició una dura batalla contra Pemex y el gremio gasolinero, para que entregaran litros completos de combustible. La empresa estatal nadaba en corrupción y sus franquicias (todas la gasolineras eran marca Pemex), mantenían la costumbre de estafar a los clientes surtiendo litros incompletos. Ante este descarado fraude se les advirtió que habría sanciones.
Para lograr el cumplimiento normativo se dio de baja a todo el personal que verificaba los hidrocarburos. No eran confiables. El Procurador General de la República colaboró para para formar una área de Control de Confianza, con el uso de polígrafos, que garantizara una actuación honesta de la autoridad. También se integraron a Profeco asesores de inteligencia militar. Solo trabajamos en Pemex Refinación, con una de sus pocas áreas confiables. Casi todo era terreno enemigo. Pero aun así, conseguimos 10 autos que fueron equipados como “usuarios simulados”, porque tenían dispositivos electrónicos para medir si se surtían litros incompletos sin que lo supieran los despachadores. Así el usuario simulado detectaba irregularidades, para luego proceder a verificar y clausurar la estación de servicio. Una parte del gremio gasolinero protestó embravecido, pero el respaldo del presidente siempre fue incondicional con Profeco.
Abatir la corrupción anidada por años, fue un trabajo muy difícil porque no basta con la denuncia pública. Había que neutralizar el cohecho. Se les advirtió: “Si tú intentas corromper a nuestros inspectores, nosotros obtendremos información, ofreciendo recompensas al personal de las gasolineras que delaten las estafas”. Esto los frenó. Pero la piedra angular consistía en contar con personal honesto, profesional, bien pagado y sujeto a procedimientos de control de confianza. Estos grupos verifican tanto gasolinas como gas. La entrega de cargas incompletas significan una lesión generalizada a millones de ciudadanos timados. Por ello los monopolios, como Pemex, son un peligro para los consumidores.
Hoy algunas condiciones han cambiado. Habría que publicitar la marca de gasolinas de aquellas estaciones de servicio que son sorprendidas robándoles a sus compradores. Es importante para que el escándalo le pegue al precio de la acción de la empresa energética desleal. Por eso en Estados Unidos a nadie se le ocurre robar a su clientela, la misma competencia los destruiría en automático.
Finalmente, si esfuerzos similares a los narrados se han realizado en la Profeco en este sexenio, seguramente los mexicanos contamos con una institución protectora que intenta cumplir eficazmente su función. Si no…
RAA