Encuentro una diferencia abismal entre los conocimientos que dice poseer López Obrador en relación a la historia de México, y su posición política que debería estar orientada a construir un mejor destino para la nación, su primera responsabilidad para honrar, con la debida dignidad, la altísima investidura que le concedió una incontestable mayoría de compatriotas decidida a apoyarlo al erigirse como un líder de izquierda empeñado en materializar el antiguo sueño de una justicia social.
El temperamento de los mexicanos empezó a forjarse en la terrorífica piedra de los sacrificios. Al consumarse la invasión española en el siglo XVI, la pavorosa piedra fue sustituida por la aterradora hoguera, la pira y sus lúgubres sótanos de la Santa Inquisición, en donde se impuso la hegemonía religiosa del nuevo mundo. En los interminables 300 años del Virreinato, cubiertos por una espesa cortina de humo denso, se siguió moldeando nuestro carácter. El Santo Oficio desintegró a la familia y a la sociedad, se instauró la cultura de la desconfianza y de la delación, el miedo a la persecución y el temor a protestar como acontece hasta el día de hoy, ante la desvergonzada corrupción de los políticos de todos los tiempos y de la inseguridad reinante, sí, pero estamos despertando: ahí está 19 de mayo pasado.
Para conquistar nuestra independencia, el cura Hidalgo fue fusilado, Allende, fusilado, Aldama, fusilado; Jiménez, fusilado; Morelos, fusilado; Miguel Bravo, fusilado; Francisco Javier Mina, fusilado; Iturbide, fusilado; Guerrero, fusilado; Comonfort, asesinado; Melchor Ocampo, asesinado; Santos Degollado, asesinado, entre otros tantos más sin olvidar aquello de “mátenlos en caliente.”
¿AMLO habrá estudiado el Plan de la Profesa, el de Iguala, el de Huejotzingo, todos teñidos de color púrpura y de sangre o ambos, o el Plan de Cuernavaca o el Plan de Tacubaya o el Plan del Hospicio o el Plan de Zacapoaxtla o el Plan de Tacubaya, entre otros tantos más que desangraron a nuestro país? ¡Cuánta sangre derramada para conquistar nuestra libertad y nuestra democracia!
El clero se opuso a la Constitución de 1824 y años más tarde, provocó otro estallido, el de la Guerra de Reforma, para abolir la de 1857 y continuar, después, con la rebelión cristera cuando los curas se inconformaron con la Carta Magna de 1917. En el Congreso de la Unión existen nombres de ilustres mexicanos escritos con letras de oro: Nezahualcóyotl, Mariano Escobedo, Valentín Gómez Farías, Ponciano Arriaga, Miguel Ramos Arizpe, Belisario Domínguez, Francisco Zarco, Melchor Ocampo, Felipe Carrillo Puerto y Margarita Maza de Juárez, entre otros más, por haber sido figuras determinantes en el acontecer nacional. ¿AMLO pretende tirar a la basura a Cuauhtémoc, a Sor Juana Inés de la Cruz, a Hermenegildo Galeana, a Fray Servando Teresa de Mier, a Juan Álvarez, Carmen Serdán, Ignacio Manuel Altamirano, para instalar su dictadura retardataria e ignominiosa, a la que se opondrían los antes citados? ¿AMLO pasará a la historia como el gran traidor de las causas progresistas de México? Los próceres y el pueblo dolorido, habrían desperdiciado su sangre y su esfuerzo si pudieran comprobar en que se convirtió el México de la 4T.
AMLO todavía puede alcanzar un lugar -ya no digno- pero al menos un lugar, si acepta su inminente derrota a manos de Xóchitl y le entrega la banda presidencial, aun cuando sea mujer, con la debida solemnidad constitucional.
El próximo 2 de junio no debemos volver a despertar al México bronco. La clase media, la que mantiene de pie al país, no quiere saber más de la 4T ni desea volver a tropezar otra vez con las mismas piedras. AMLO, el presunto conocedor de nuestro pasado, debe prescindir de su “golpe de Estado técnico” o sea, un nuevo derramamiento de sangre, ya que “las revoluciones o concentran aún más el poder, o no sirven para nada.” Si AMLO ha amado a México en algún momento de su existencia, llegó el momento de demostrarlo antes de que los grandes protagonistas de la historia y buena parte de los mexicanos amantes de la libertad y de la democracia, el día de mañana vayamos a escupir su tumba, en lugar de descubrirnos la cabeza ante el sepulcro de Juárez.