Un político piensa en la siguiente elección; un estadista, en la próxima generación”.
James Freeman Clarke
Los tres meses de campaña casi no movieron la aguja. Quizá la razón es que esta elección ha sido, más que nada, un referéndum sobre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador; y el presidente, a pesar de todos sus abusos, de toda la concentración de poder que ha buscado, sigue siendo extraordinariamente popular.
AMLO ha sabido hacer de las mañaneras una poderosa plataforma de comunicación. La ha empleado para defender sus acciones, promover sus ideas y atacar a sus adversarios de manera directa sin pasar por los medios de comunicación. Ha utilizado un lenguaje llano y agresivo para construir un show diario que ha resultado uno de los más exitosos de la historia de la televisión mexicana.
El espectáculo ha sido acompañado por la entrega de enormes cantidades de dinero en programas sociales. Desde hace décadas todos los gobiernos han tenido programas de apoyo a los pobres: hemos pasado de Solidaridad a Progresa, Oportunidades y Prospera, y ahora a las pensiones y becas del bienestar. Pero ningún gobierno había hecho un esfuerzo tan abierto para presentar estos apoyos sociales como una dádiva personal del presidente o del partido en el poder. Los Servidores de la Nación, a sueldo del gobierno, han hecho el trabajo de tierra de impulsar el mensaje de que estos apoyos son producto de la generosidad de un solo hombre.
Comprar votos con dádivas del gobierno no es una práctica nueva. Lo hacía Julio César en la antigua Roma y lo han hecho innumerables gobernantes en la historia en el mundo. Sigue siendo, hasta la fecha, la forma más fácil de llegar y mantenerse en el poder. A la mayoría de los electores no les importan demasiado temas como el deterioro de la salud pública, a menos de que tengan a familiares enfermos, y mucho menos la crisis del sistema de electricidad o la falta de transparencia en los programas del gobierno. Lo que quieren es recibir dinero del gobierno, y como este viene firmado con el nombre y apellido del presidente, expresan su agradecimiento con votos por el partido oficial.
Quizá el mayor logro del presidente López Obrador ha sido bajar la pobreza. Según el Coneval, la población en situación de pobreza cayó de 51.9 millones en 2018 a 46.8 millones en 2022. Este descenso de 5.1 millones de pobres, a pesar de la pandemia, es un logro notable. Pero el hecho de que la población en pobreza extrema aumentó de 8.7 a 9.1 millones, 400 mil personas, en una señal de que el gobierno de “Primero los pobres” no se enfocó realmente a los más pobres. Los programas sociales no están hoy tan bien diseñados, tan focalizados en los más pobres, como en el pasado.
A pesar de este éxito debemos preguntarnos: ¿Son sostenibles estos programas sociales? El de adultos mayores se incrementó en 874 por ciento en este sexenio, para alcanzar un monto de 465,049 millones de pesos en 2024. Las pensiones, tanto las contributivas, por ejemplo, las del IMSS o el ISSSTE, como las no contributivas, que es el caso del programa de apoyo a adultos mayores, representarán casi el 31 por ciento del gasto programable en 2024. Con el envejecimiento de la población este porcentaje no hará más que aumentar. Poco dinero quedará en el futuro para las otras funciones del gobierno. El problema es que a muchos electores no les importan las finanzas del país en el futuro, sino lo que puedan recibir hoy.
Un político piensa en la próxima elección y un estadista en la próxima generación. Para mí, lo ideal sería dejar un mejor país a nuestros hijos. El problema es que los políticos son más hábiles que los estadistas para ganar elecciones, y lo hacen repartiendo dinero que no es suyo.
Veda
Empieza hoy un período de reflexión con una veda en las actividades políticas. Algunos países europeos lo tienen también, mientras que en Estados Unidos se puede hacer campaña el mismo día de la elección. Yo en lo personal me opongo a la prohibición de expresar posiciones políticas, aunque solo sea durante tres días.
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