Disciplinada. Obsesiva. Imperturbable. Científica entre políticos, y entre políticos que desdeñan la ciencia. De familia judía en un país de católicos, así sea a la mexicana. Mujer independiente -por supuesto- frente a una turbamulta masculina que se empeña en dictarle cómo actuar. Militante de izquierda en un partido cada vez más parecido al viejo PRI. Ecologista a la sombra de un caudillo que ha convertido una refinería de petróleo en su bandera o ha minimizado los estragos ambientales del Tren Maya. Feminista en un gobierno que ignora a las feministas. Defensora de los derechos humanos obligada a defender la militarización o la prisión preventiva oficiosa.
Todo en Claudia Sheinbaum es tensión: una liga, siempre a punto de romperse, entre fuerzas opuestas. Prueba nítida, hasta el momento, de su habilidad política: ninguna otra estrategia la habría conducido a la antesala de Palacio Nacional. ¿Qué otra forma de ascender en una sociedad machista, con inocultables vetas antisemitas y ultranacionalistas, y en un movimiento plegado a los prejuicios y caprichos de un solo hombre? Como buena física, habrá memorizado el principio de incertidumbre: imposible saber, al mismo tiempo, la velocidad y el momento de un electrón. Imposible prever, en su caso, sus verdaderas intenciones. ¿Pesará más la fidelidad a quien la llevó de la mano hasta la candidatura -aun a fuerza de un mansplaining tras otro- o su propia libertad? ¿Prevalecerá su formación, heredera del socialismo revolucionario e internacionalista de sus padres, o el populismo conservador, engañosamente progresista, de López Obrador? ¿La moverá su fidelidad al líder -la peor herencia de su tradición ideológica- o su voluntad de ser ella misma?
Dentro y fuera de México, todos se formulan estas preguntas: ¿será más o menos radical que su mentor? ¿Más o menos autoritaria? ¿Más o menos intolerante? Interrogantes que ocultan otro, crucial: ¿quién es Claudia Sheinbaum? La respuesta quizás también nos la proporcione la física cuántica: nada es lo que es, cada cosa existe solo en virtud de su relación con las demás. Resulta inútil quebrarse la cabeza: lo sabremos una vez que se rompa la función de onda, ella gane las elecciones y disponga, en efecto, del poder. Que, en el presidencialismo mexicano, implica todo el poder.
Ciertas claves en su comportamiento previo permiten anticipar -así sea de manera probabilística- el futuro del sistema que se apresta a encabezar. En primer término, su biografía es el reverso de la de López Obrador. Casi diría: su antítesis. Astuto y taimado, él la eligió justo por ello: jamás se habría decantado por alguien tan semejante como Ebrard. Claudia le garantiza que no haya lugar para las comparaciones: a AMLO, lo sabemos, lo único que le importa ya es su pedestal en la Historia. Y eso es lo que, si mantiene su actual trayectoria, ella le va a entregar: un culto desprovisto de influencia. Que la deje en paz a cambio de la gloria: un altar vacío. Y, mientras tanto, minará poco a poco su legado hasta volverlo irreconocible. La Presidenta -es de lo poco que ha expresado con claridad- será solo ella. La traición será invisible, aunque inevitable: una ley mexicana tan cruel como la gravedad.
Claudia Sheinbaum tiene todo para convertirse en una gran Presidenta: es radicalmente distinta a cada uno de sus predecesores y viene de otro lugar. Para conseguirlo, necesita mantener la misma incertidumbre sobre sus intenciones que la ha acompañado hasta ahora, lo cual implica, de entrada, acabar de una vez con los brutales ataques contra los críticos de la 4T y buena parte de la sociedad. Y, mientras preserva el discurso lopezobradorista, desmantelar todo aquello con lo que AMLO traicionó a la izquierda (y a ella): la militarización, la prisión preventiva oficiosa, el desdén a la ecología o la sociedad civil, su odio a cualquier contrapeso institucional, el ninguneo a la cultura y, por supuesto, a la ciencia: esa disciplina que, a partir de ahora, tendría que ser su única guía. Solo que, como ocurre con los electrones, que al final ella se coloque en esta posición -y no en la contraria- es solo una posibilidad.
@jvolpi