Para hacerla de emoción, la Presidenta electa está revelando en retazos a quienes integrarán su equipo de trabajo.

El jueves anunció a seis, adicionales al que desde la campaña ya estaba cantado, el flemático Secretario de Hacienda, Ramírez de la O, llamando la atención que a su archienemigo de la precampaña, Marcelo Ebrard, le encargara Economía, que mucho devaluaron la Tía Tatis y Raquel Buenrostro (quizá porque su jefazo no las dejaba ni respirar por su cuenta), pero al bien cotizado y reconocido ex Rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, le entregara la SRE, lo cual a no pocos les parece un desperdicio.

No porque la Cancillería no importe, sino porque México tiene muchos y muy buenos diplomáticos de carrera para el cargo y De la Fuente tiene piernas de jinete, o sea que da para más en muchas áreas; para el caso hubiese dejado a Bárcena. Pero finalmente no importa. Lo que importa es qué tanto “juego” les otorgará la Presidenta electa a sus colaboradores.

En este sexenio, con el Tlatoani Tropical, los Secretarios estuvieron de esferitas, o sea de puro adorno, ya que todas las decisiones las tomó él. Si la Presidenta electa les da independencia y cierta autonomía, entonces importará mucho la experiencia e inteligencia de cada Secretario. Cabe resaltar que faltan muy importantes nombramientos, que merecen ser conocidos para calmar al graderío que espantado está con la destrucción anunciada del Poder Judicial, por ejemplo, los de Seguridad, Defensa Nacional, Salud, Energía, Educación y Trabajo.

De particular interés serán las propuestas que en su momento se hagan a la Legislatura para nombrar al titular de la FGR, una vez que termine el periodo del actual en unos años. Éste es un nombramiento clave, pues debe ser una persona con prestigio, capacidad y mucha experiencia, pero sobre todo apartidista, pues es de suma importancia para el éxito de la gestión de la Presidenta electa eliminar toda percepción de que se elegirá a un fiscal carnal, morenista, cuya función sea politizar la administración de la justicia.

Como ha sido en este sexenio, sobre el cual pesa la persecución política del ex candidato presidencial del PAN -y futuro Senador- Ricardo Anaya, y al mismo tiempo la manga ancha para los grandes capos del narco, aunado al persistente maltrato jurídico a Rosario Robles, quien después de estar encerrada años por menos de lo que ocurrió en Segalmex, donde su titular, Ovalle, no ha sido tocado, por fin pudo salir en libertad exhibiendo que su caso -como se presentó- resultó mucho ruido y poca nuez.

Mayúsculo escollo habrá de librar, pues, en esta “negociación” con su aplanadora partidista en el Legislativo la Presidenta electa para nombrar a un fiscal que infunda confianza y que rescate la percepción de confiabilidad en la aplicación de la justicia. Sobre todo si finalmente -como todo parece apuntar- acaba la 4T destruyendo la independencia del Poder Judicial.

Ya podrán decir, tanto el saliente como la entrante, que “no pasa nada” y que el Poder Judicial no va a quedar comprometido, pero de lengua la gente pensante se puede comer toneladas de tacos, siendo que lo que finalmente resuelve las dudas son las acciones.

Si algo han enseñado los de la 4T en ese sexenio es que han mentido, mienten y la gente espera que sigan mintiendo. México no requiere de más rollo, sino de acciones positivas y constructivas. De ahí que afirmemos que los nombramientos pendientes son realmente los importantes y nos darán una pista sobre qué tan confiable será el nuevo Gobierno.

Y nos referimos a confianza en el sentido que le da el sociólogo y politólogo Francis Fukuyama, quien ha establecido que para que una sociedad prospere y avance el ingrediente confianza es indispensable. Sin confianza no hay inversión, crecimiento o creación de empleos, pues se rompe el vínculo sinérgico entre Gobierno y gobernados. Un Gobierno que no genera confianza acaba siendo incapaz de construir patria: la Presidenta electa tiene en los nombramientos el potencial ilimitado de crear confianza… o no.

 

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