En el corazón de Pachuca, dos emblemáticos cines marcaron la historia cultural de la ciudad: el Cine Iracheta y el Cine Reforma. Estos lugares, más que simples salas de proyección, fueron testigos de décadas de cambios sociales y culturales.
El Cine Iracheta, inaugurado en la calle Vicente Guerrero en los años 30, se destacó por ser un espacio de encuentro para la sociedad pachuqueña. Propiedad de Luis G. Iracheta, este cine ofrecía una experiencia cinematográfica que combinaba el lujo con la modernidad de su época. La autora Carmen Lorenzo Monterrubio, en su libro “Teatros, cines y espectáculos de Pachuca (1870-1943)”, menciona que la inauguración oficial del Iracheta fue el 17 de febrero de 1929.
Durante sus años de esplendor, el cine proyectó filmes icónicos como “Santa” en 1932 y “Allá en el rancho grande” en 1936. A pesar de que hoy sólo queda su fachada verde agua, que alberga un estacionamiento y oficinas de pago de servicios, el Iracheta aún es un símbolo del pasado glorioso de Pachuca.
Por otra parte, el Cine Reforma, ubicado en la calle Matamoros, se erigió sobre los cimientos del antiguo Teatro Bartolomé de Medina, demolido en 1943. Este cine, conocido también como “Adefesio Reforma” por su criticada arquitectura, fue inaugurado el 27 de octubre de 1944 con una gala memorable que incluyó la proyección de “Gran Hotel” de POSA FILMS, protagonizada por Mario Moreno, Cantinflas.
Con un diseño a cargo del ingeniero José Fernández López y la supervisión de Rodolfo Pérez, el edificio albergaba una enorme sala de espectáculos y numerosos locales comerciales. Este cine, además de ser un lugar de entretenimiento, fue el escenario de importantes actos cívicos y políticos.
Ambos espacios reflejan una época en la que el cine era el principal medio de entretenimiento y un importante punto de reunión social. A pesar de que los grandes complejos cinematográficos modernos han desplazado a estos históricos espacios, el legado del Cine Iracheta y el Cine Reforma perdura en la memoria de los pachuqueños.
Estos lugares no sólo proyectaron películas, sino que también fueron testigos de la evolución de Pachuca y de sus habitantes, dejando una huella imborrable en la historia cultural de la ciudad.