Quizá apegándose a la creencia de su mentor de que “gobernar no tiene chiste” la Presidenta electa en alguna ocasión comentó a su círculo íntimo que lo único que le preocupa, a lo único que le teme durante su gestión no es al crimen organizado, no es a la violencia que se registra a lo largo y ancho del País, no es al estreñimiento de las finanzas públicas, o al temor y desconfianza que ha generado casi mundialmente la “reforma judicial”, ni al mediocre desempeño de nuestra economía, no, no es a nada de eso.
A lo único que le teme Claudia Sheinbaum ya como Presidenta es a la posibilidad de que en su sexenio tenga que lidiar con Donald J. Trump como Presidente del país vecino.
“Lo que no has de querer, en tu casa lo vas a tener”, reza el dicho y tristemente está por cumplirse.
Según últimas encuestas (entre ellas la del NY Times del miércoles) el senil Tío Joe Biden perderá la elección presidencial de noviembre en los Estados Unidos frente al delincuente convicto Donald J. Trump.
Se había dicho que los líderes del Partido Demócrata estaban a punto de convencer a Biden de hacerse a un lado para nominar a otro candidato(a) con mente intacta que pudiera derrotar al multimentado Trump.
La Vicepresidenta Kamala Harris no parece gustar del todo, pues ha cometido múltiples errores y no se le detecta la capacidad necesaria. Por ello se estaba pensando como posible sustituto en el “carita” Gobernador de California, Gavin Newsom, y como una remota posibilidad a la ex Primera Dama Michelle Obama, quien según encuestas le ganaría a Trump fácilmente.
Balde de agua helada le cayó el jueves a esta teoría, en principio atinada, pero que se topa con la terquedad de Biden y su equipo quienes el miércoles afirmaron que el senil Tío Joe Biden no abandonará la carrera presidencial, pese a la muy real posibilidad de que no sólo pierda la Casa Blanca, sino el Congreso por completo, entregándolo a los “maga”, radicales derechistas del ala republicana y soporte principal de este controversial individuo, a quien se puede equiparar como un “chivo en cristalería”.
Como ustedes bien saben, estimados lectores, con base en su actuación cuando fungió como Presidente, Trump agarró a México como piñata y vertió sobre nuestro pobre País todo tipo de denigrantes exigencias y vituperios.
Si acaso llegara en una segunda ocasión a la Presidencia, como parece ser con cada día mayor certeza (sobre todo si Biden insiste en continuar como candidato), existe un temor fundado de que esto sería aún peor que la primera vez. La razón es que Trump está ya cegado por el rencor y por la rabia, no sólo por haber perdido contra Biden en el 2020, sino por los juicios que se le han abierto por una serie de potenciales fechorías por él cometidas.
La trae contra todos: el Poder Judicial, el Departamento de Justicia, el Gabinete de Biden, las Fuerzas Armadas, y en especial el Estado de Nueva York, por acusarlo de fraude (sobrevalorar los activos de sus empresas) y castigarlo prohibiéndole hacer negocio en la entidad por tres años.
Como Trump encarna los valores de la derecha radical del republicanismo, claramente pueden ustedes ver, amigos lectores, que no hay forma de que -tras la elección, y si gana- vaya a poder llevarla de poca con un Gobierno de izquierda (CSP) en un país para el que guarda viejas rencillas (México).
(En múltiples veces ha dicho Trump que México se aprovecha de Estados Unidos, que le robamos empleos, que inundamos sus mercados con mercancía elaborada bajo condiciones abusivas y que no le damos oportunidades equitativas a las empresas norteamericanas para acceder a nuestro mercado).
Así como el agua y el aceite no se mezclan, así los Gobiernos socialistas no se llevan con los Gobiernos capitalistas y de derecha. Es mucho más fácil que Trump se identifique y arme juego con Milei en Argentina, que con la 4T (Cuarta Terrorización) en México.
Si lo que tanto tememos se convierte en realidad -que gane Trump en este 2024- el “segundo piso” de la 4T se las verá muy complicadas. Éste es un hombre que, siendo Presidente, planteó lanzar misiles a México para destruir los laboratorios de fentanilo.
O sea que hablarle de “soberanía” resulta algo que sale sobrando… ¡suerte con ese torito, Presidenta!