Oficialmente ya no hay guerra. Nosotros queremos la paz”. 

Andrés Manuel López Obrador, 30.1.2019

 

Este lunes 8 de julio se registró un enfrentamiento entre soldados y civiles armados en San José del Llano, en la zona serrana de Badiraguato, Sinaloa. Algunos medios de comunicación señalaron que murieron cuatro personas y un vehículo militar fue quemado.

No es este el primero ni el último de los choques violentos entre militares y presuntos criminales en Badiraguato u otros lugares del país. Estos hechos violentos subrayan que, independientemente de una narrativa presidencial que afirma que la guerra contra las drogas de Felipe Calderón terminó y fue reemplazada por una política de abrazos y no balazos, los combates continúan.

No lo digo yo. Ayer tocó dar el parte de guerra en la mañanera al almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de marina. Señaló que en lo que va del sexenio las fuerzas armadas han detenido a 88 mil personas y han decomisado más de 52 mil armas, entre ellas 3,515 granadas, y 98,238 vehículos. Han asegurado, además, 8,300 kilogramos de fentanilo, 724 mil kilogramos de metanfetamina, 224,466 kilogramos de cocaína, 770 mil kilogramos de marihuana y 1,609 kilogramos de heroína. En dinero en efectivo, han quitado a los criminales 741 millones de pesos y 153 millones de dólares.

Las fuerzas armadas han ocupado, además, 461,916 plantíos de amapola, con una extensión de 66 mil hectáreas, y desmantelado 2,551 laboratorios con 694.1 toneladas de anfetaminas y más de 3,590 toneladas de sustancias químicas. Según el almirante Ojeda, estos aseguramientos impidieron la producción de más de 8,658 toneladas de drogas.

¿Suena realmente como si el gobierno hubiera cancelado la guerra contra las drogas? Parece que no, especialmente si a las detenciones, destrucción de toneladas de drogas, ocupación de plantíos y laboratorios, añadimos los 191,832 homicidios dolosos que reporta TResearch hasta el pasado 8 de julio.

Las cifras acumuladas apuntan, de hecho, a un fortalecimiento de la guerra. Una recopilación de información oficial publicada el 1 de julio por El Heraldo señalaba que hasta esa fecha en el sexenio de AMLO se habían asegurado 194 toneladas de cocaína contra 52 en el de Enrique Peña Nieto y 111 en el de Calderón, además de 645 toneladas de metanfetaminas, tres veces más que las 123 de Peña Nieto y las 75 de Calderón. Solo la confiscación de marihuana ha caído, a 754 toneladas en el actual gobierno frente a las 4,631 de Peña Nieto y 10,733 de Calderón.

Sin embargo, no hay razón legal para mantener la guerra contra la marihuana. El 28 de junio de 2021 la Suprema Corte declaró inconstitucional “la prohibición absoluta al consumo lúdico o recreativo de cannabis y THC”, o sea, la marihuana, pero el presidente se ha negado a promover una iniciativa para despenalizarla, a pesar de que su amigo Arturo Zaldívar, cuando era ministro de la Corte, escribió el proyecto y declaró que la prohibición de la marihuana afecta de manera desproporcionada “el libre desarrollo de la personalidad”.

Entiendo las razones para mantener la guerra. Muchos países lo hacen, en parte obligados por tratados internacionales, pero debemos reconocer que ha sido un fracaso. Quizá el presidente de México no pueda abandonar el combate por sí solo, pero por lo menos debería reconocer la realidad.

Es falsa la narrativa de López Obrador que sostiene que puso fin a una guerra contra las drogas declarada por el expresidente Calderón en 2006. La lucha viene de atrás. Y así como es mentira que no ha terminado la guerra, tampoco es verdad que haya sido reemplazada por una política de abrazos y no balazos. Esta guerra, como todas, se está peleando a tiros y ha dejado una secuela de dolor que ha enlutado a cientos de miles de familias mexicanas. 

 

Inflación

 

Los precios al consumidor subieron 4.98 % anual en junio, pero las frutas y verduras se dispararon en 19.73 %. Los planes de AMLO contra la inflación, el PACIC y el APECIC, fracasaron porque trataron de combatir los síntomas y no las causas. 

 

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