Ante la proximidad de la contienda para la presidencia de los Estados Unidos muchos mexicanos se preguntarán: ¿Quién le conviene más a México: Trump o Kamala? Esta pregunta no admite simplicidades; sin embargo, es esencial comprender las ideologías de los grandes partidos del sistema bipartidista estadounidense: Republicano y Demócrata, para imaginar el tipo de relación que habría con México. Aunque, recordemos que la diplomacia mexicana se formó a partir de negociar con el poderosísimo país del Norte y el omnipotente Vaticano.
Estos grandes partidos poseen filosofías e ideas muy diferentes sobre el gobierno, la sociedad y la economía. Los demócratas son liberales, de izquierda y consideran necesaria la intervención regulatoria del Estado en la economía. Apoyan el derecho de las mujeres a decidir sobre el aborto legal y ven los impuestos como un medio para redistribuir la riqueza, aplicándolos de manera progresiva; es decir, a mayor ganancia, mayor tasa. Los demócratas priorizan la igualdad entre las personas y apoyan el principio de la salud universal proporcionada por el gobierno. Algunos de sus presidentes más destacados fueron Woodrow Wilson, Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, Jimmy Carter, Bill Clinton y Barack Obama.
Por su parte, los republicanos conservadores de derecha, como el “Tea Party”, se inclinan más por los derechos individuales que por los colectivos. Ven la intervención del gobierno en las empresas como un obstáculo para la generación de riqueza, prefieren gobiernos poco injerencistas en la vida de los ciudadanos y rechazan las regulaciones gubernamentales. Su enfoque es el capitalismo darwiniano, donde las empresas fuertes deben sobrevivir en un mercado libre. Abogan por la reducción de los impuestos y prefieren las empresas privadas en el sector salud en lugar de programas administrados por el gobierno, como el Obamacare. Algunos de sus presidentes más distinguidos fueron Abraham Lincoln, Teddy Roosevelt, Ronald Reagan, George Bush, Richard Nixon y Donald Trump.
Dado este panorama, sería fácil pensar que si México tiene un gobierno de izquierda, se identificaría mejor con los demócratas; pero esta premisa no es necesariamente cierta. Recordemos una regla universal del poder: este no se comparte, solo tiene intereses y no tiene amigos. Este aforismo de Maquiavelo encaja perfectamente con el país más poderoso de la Tierra: primero son ellos, después ellos y por último, ellos. Las oportunidades para México surgirán a partir de las preferencias, beneficios y necesidades por atender que busque el próximo gobierno de Estados Unidos para su país.
Muchos empresarios mexicanos desean ver a Donald Trump reelegido, según han expresado algunos líderes empresariales. Es muy clara la narrativa belicosa de Trump contra México que utilizará en campaña y que hasta el momento le ha funcionado bien para arengar a sus seguidores: amenazas de invasiones punitivas para exterminar cárteles de la droga, a quienes declararía terroristas; combate al fentanilo; expulsión de diez millones de indocumentados (lo que es una falacia, porque se quedarían sin mano de obra); migración y el muro; además, impuestos a todos los productos chinos. Su discurso proteccionista ya no está dirigido solo contra México, sino especialmente contra China.
A lo largo de la historia, la relación entre México y Estados Unidos ha sido un matrimonio ríspido, difícil y de conveniencia. La comentocracia opina que Kamala Harris (quien en su momento votó contra el TLC) será protectora de los sindicatos norteamericanos y se acentuará el proteccionismo al consumo de lo producido en aquel país, así como la exigencia de cumplimiento de las leyes laborales en México. También encabezará la demanda de empresas trasnacionales que acusan falta de Estado de derecho en México, entre otras.
En fin, es difícil predecir cuál de los candidatos sería mejor para México. Pero de lo que sí se puede tener certeza es que ni a Trump ni a Kamala les importa México. Lo que importa son ellos y Estados Unidos. Es una quimera pensar que ellos escribirán nuestra historia; México escribirá su propia historia. Sabemos trabajar y producir. No estaremos peor con Trump, ni mejor con Kamala. México avanzará con el propio esfuerzo y trabajo de los mexicanos.
Nuestro país será su villano favorito en tiempos electorales. Pero, volviendo a la pésima idea de mandar marines a México, Estados Unidos tendría muy pocas posibilidades de éxito: ni el pueblo ni el Ejército colaborarían con los invasores extranjeros, tal y como sucedió con la famosa Expedición Punitiva, en 1916, cuando se infiltraron en México cinco mil soldados norteamericanos al mando del general Pershing, mentor de generales, para perseguir a Villa. Nunca pudieron encontrarlo y el resultado fue un total fracaso.
Imagínelos en el triángulo dorado de la sierra de Durango, Chihuahua, Sinaloa… persiguiendo narcos, disfrazados de campesinos, que tienen una gran base social; sería su Vietnam mexicano.
Pero, ¿quién ganará la elección? Existe una regla de oro no escrita: si el dólar está débil antes de la elección, implica que ganará el partido que está en la Casa Blanca. Esta señal ha acertado en siete de las últimas ocho elecciones. Si no sucede esto, entonces ganará el adversario.
RAA