Afuera de una Escuela Secundaria Técnica en Zapopan, Jalisco, dos madres de familia protagonizaron una pelea en frente de decenas de alumnos. El vergonzoso y violento espectáculo resulta secundario comparado con la reacción de las y los jóvenes espectadores que en vez de asustarse o tratar de detenerlas, las alentaban para seguir gozando morbosamente de este suceso en el cual competían por tener primera fila y tomar el mejor ángulo con el celular.

A lo largo de la Historia, el ser humano ha disfrutado de espectáculos sangrientos como lo atestiguan justas medievales y los eventos del Circo Romano. Actualmente existen aficionados a entretenimiento rudo como luchas libres y boxeo, pero lo que es cada vez más popular  son los videos sensacionalistas en las redes sociales y la competencia por ganar el mayor número de “likes”, y así obtener notoriedad y en ocasiones hasta dinero. Nos hemos convertido en espectadores y difusores de la violencia. Esta actitud tolerante no es sana para una sociedad que clama por la paz y la seguridad ¿Qué podemos hacer? ¿Por dónde empezar?

Las noticias se ocupan de mencionar los actos delincuenciales que acontecen en la sociedad impactando más con relatos de violaciones y asesinatos. Algunos realmente crueles que muestran un grado de deshumanización alarmante. Mucha gente comenta no ver noticias porque no quiere sentirse afectada declarando que no puede hacer nada. Ignorar lo que sucede en la comunidad, ciudad o mundo, no ayuda en nada. La violencia tiene que ser identificada y visibilizada para no tolerarla.

Todos los días se viven pequeños actos de violencia que se normalizan. La violencia psicológica que atenta contra la autoestima, la que humilla y menosprecia, puede ser imperceptible. Las críticas constantes, minimizar las capacidades, menospreciar a la pareja, desatender a papás y mamás ancianos, y sobre todo las agresiones a  hijas e hijos que les ocasiona  graves sufrimientos. Cuando el maltrato se aplica a niñas y niños se queda una huella que marca sus vidas para siempre.

La violencia cotidiana en el hogar puede derivar en jóvenes insensibles, llenos de ira y frustración que se conviertan en pandilleros buscando un sentido de pertenencia y valoración. Así también las chicas pueden llegar a ser presa fácil de hombres que se aprovechen de ellas. Los jóvenes que han sido víctimas de violencia doméstica son más vulnerables a engancharse en las drogas.

    ¿Por dónde empezar? Primero hay que identificar todas las frases ofensivas que decimos y acciones que ejercemos que afectan negativamente a nuestros familiares y ser conscientes del daño que esta violencia provoca. Segundo hay que aprender a ser respetuosos y a valorar a las personas que viven con nosotros y saber manifestarlo a través de frases de reconocimiento como “eres importante”, “tú puedes”, “te quiero”, “recuerda siempre lo valioso que eres”. Ese puede ser un buen principio para ir sembrando la paz en el hogar y en la sociedad.

    Las palabras de mamá y papá siempre te acompañarán, es importante que sean positivas y alentadoras.

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