Gloria Pérez Fuentes y Roberto Barajas son las mentes detrás del colectivo Naturamétrica, que a lo largo de 12 años ha conseguido tener proyección internacional a través de la difusión del arte y su enseñanza de una manera personalizada y única.
Durante su trayectoria, los dos artistas han encontrado la forma de reinventarse como personas, pareja, docentes y artistas, evolucionando constantemente y compaginando su estilo de vida con el promovido por su colectivo.
Actualmente, Naturamétrica se encuentra en una de las etapas que por muchos años sus fundadores soñaron: la de, además de impartir talleres y realizar exposiciones, contar con un lugar donde se pudiera comer algo rico mientras se aprendía de arte.
Ese lugar es Bóveda, Entorno de Arte, que en colaboración con otros colegas y socios ahora es vecino del recinto donde Naturamétrica ofrece sus talleres de arte y de oficios.
Los co-fundadores del colectivo platicaron con AM sobre su quehacer artístico, su forma de difundir el arte, así como los retos de mantener un colectivo artístico en pie por más de una década.
Hace 12 años estábamos preparando un taller de muralismo para la Secretaría de Educación de Guanajuato y anteriormente ya habíamos realizado intercambios culturales con otros países. Al empezar a charlar sobre cómo diseñar el taller de muralismo, salieron un montón de ideas que fueron entretejiendo la estructura del colectivo”, contó Gloria Pérez.
Aunque en un inicio se pensó únicamente en ofertar talleres, la idea de los artistas siempre fue diseñar los mismos de una manera enfocada, respondiendo a las necesidades de la población y del público interesado en aprender nuevas habilidades.
“Se fueron gestando más talleres de lo que cada quién sabía desde las artes, hasta que llegamos al punto de siempre acompañar las clases con alguna muestra, por lo que Naturamétrica se convirtió en talleres y exposiciones de arte”, agregó la co fundadora.
A partir de ese momento, los artistas fueron sumando producción de objetos diseñados por ellos mismos a través de procesos artesanales, para poner a la venta dichos productos y proponer otra forma de vivir las obras artísticas, más allá de sólo verlas colgadas en una pared, sino utilizándolas en el día a día.
Como bien lo dice Gloria, la idea siempre fue que los talleres no fueran iguales a lo que ya se conocía; partimos desde nuestra inconformidad de cómo se impartían las artes y del pensamiento de que es necesario conocer las necesidades de cada grupo, contexto o espacio para decidir qué forma tendrá el taller”, agregó Beto Barajas.
Conforme el colectivo de dos personas comenzó a identificar esta necesidad, se fueron tomando de la mano con otros artistas e invitaron a otros proyectos a participar, de manera que Gloria y Beto se convirtieron también en alumnos para aprender nuevos modelos de enseñanza y así generar talleres mejor encausados.
“Empezamos a trabajar principalmente con infancia, y con adultos y adolescentes fue más en el área de oficios. Muchas veces los talleres incluían también el cómo hacer las herramientas para trabajar, pues en ocasiones la limitación era que no encontrábamos determinada pieza”, comentó Barajas.
De esta manera se consolidó la segunda parte del proyecto, que era lograr que las personas tuvieran acceso a materiales diversos y no sólo a los de las tiendas de arte, sino demostrar que se podían hacer piezas utilizando cualquier otra cosa.
Después de todo eso, conseguimos tener un lugar donde aprender juntos y además comer algo rico, así que desde hace un año, cuando el colectivo tenía 11, nos unimos a Bóveda”, dijo el artista.
“Durante estos 11 años también hicimos un montón de intercambios con otros países; hicimos una exposición de obra en Corea, fuimos a Argentina a dar talleres varias veces y también nos hemos movido a otros estado, además de trabajar con el ICL, Casa de Cultura y el Centro de las Artes”, puntualizó Gloria.
El reto de reinventar el arte
Además de ser compañeros de colectivo y de trabajo, también somos compañeros de vida. Creo que lo más difícil es cómo acompañarlo con la familia, cuando nos convertimos en padres el reto fue ‘¿qué atendemos más, los hijes o el trabajo?’. Tenían que ser las dos, por lo que se hizo un acuerdo y tuvimos que dividirnos, pero siempre era estar charlando e intercambiando para que todo se llevara a cabo. Sí hay momentos que el colectivo está muy activo y otros en los que disminuimos la actividad; somos mediadores de muchas cosas”, dijo Gloria sobre su experiencia creciendo dentro del colectivo y en pareja con Beto.
El estar reinventándose y saber que no pueden ofrecer siempre lo mismo, ha sido otro de los desafíos a los que la pareja se ha enfrentado, pero que han sabido abordar gracias a su creatividad y su inmersión en el mundo del arte.
“Decir 12 años de un colectivo es muy distinto a decir 12 años de una tienda, porque no tenemos un inventario, no es como esos proyectos que son estáticos.
“Gracias a no tener un ritmo en el calendario tenemos la posibilidad de trabajar en otros espacios, de intercambiar con otros grupos, lo cual es una ventaja, pero una ventaja difícil, porque hay que aprender a identificar los proyectos”, mencionó Beto.
Recientemente Naturamétrica celebró su décimo segundo aniversario con una jornada de imprenta de grabados en prenda, donde se buscó principalmente la convivencia, y los festejos continuarán con el festival multidisciplinario que organizan para el Día de Muertos desde hace 3 años.