“Después de mí el diluvio”, es una sentencia atribuida a Luis XV, cuando el descontento popular presagiaba el estallido de la revolución. Luis XV previó el arribo de la violencia que finalmente se dio durante el trágico reinado de Luis XVI. A Luis XV, en su egoísmo y narcisismo, le tenía sin cuidado lo que pudiera ocurrir a su muerte. Sería ocioso y torpe comparar a López Obrador y a Claudia con los famosos Luises, pero el estado en que la presidenta electa recibirá lo que queda de nuestro país, es motivo de la más justificada alarma. En el fondo, el ya famoso “Nerón de Macuspana”, ¿estará pensando que en el momento mismo en que se produzca el diluvio, él estaría obligado a recuperar los mandos de la nación para imponer el orden ante la incapacidad de su sucesora de establecerlo? ¿Una nueva Constitución de extracción comunista permitiría la reelección?

El 1 de octubre Claudia Sheinbaum protestará como presidenta de la República en las siguientes condiciones: una evidente crispación social de la clase media en torno al futuro, inestabilidad política doméstica, temerarias relaciones internacionales, en particular, en lo que hace con nuestros socios de América del Norte que implican transacciones diarias por más de 1,200 millones de dólares, de las que depende el 55% de la economía nacional. Están presentes los paros en el Poder Judicial que privaría al país de árbitros profesionales, cuya ausencia provocaría que los mexicanos volviéramos a solucionar nuestras controversias con las manos. Además de lo anterior, no deben descartarse paros nacionales estudiantiles, protestas masivas, de consecuencias imprevisibles, ya conocidas desde 1968, ni el papel que desempeñarían nuestras fuerzas armadas ante la presente crisis por la escandalosa polarización política.

Sheinbaum enfrentará una crisis económica y financiera al tratar de disminuir el déficit fiscal del 6% al casi 3%, una patética recesión, lo cual deprimirá el crecimiento económico y desplomará la recaudación tributaria, una amenaza para financiar los programas sociales populistas y concluir las monstruosas obras faraónicas que nacerán quebradas después de haber desperdiciado irresponsablemente el ahorro público. Resulta imposible no prever otra espeluznante depreciación del peso si las casas calificadoras nos retiraran el grado de inversión, es decir, que perdiéramos la confianza internacional respecto a la capacidad del gobierno para cumplir con sus obligaciones financieras, sin olvidar las probables sanciones arancelarias y diplomáticas, derivadas de las reiteradas violaciones a nuestros tratados internacionales. Ella también heredará una tremenda crisis de seguridad, demostrable con el asesinato y desaparición de 250 mil compatriotas durante este siniestro sexenio, así como un disparo en el flujo de drogas y migrantes mexicanos a EU, los temas más sensibles en la actual campaña presidencial norteamericana.

Ya quisiera Claudia que AMLO le heredara unas finanzas públicas sanas como las que Peña Nieto le heredó a aquel, con un generoso colchón de 300 mil millones de pesos, 1.3 billones de pesos en fideicomisos, una inflación del 4.3% y una deuda pública manejable para impulsar su administración y permitirle superar el crecimiento económico del 2.1% para llegar al 4% prometido, que cayó a menos del 1% con la 4T. ¡Claro que no!: Claudia heredará un país quebrado con un incremento bestial de la deuda pública de un 55% y un tipo de cambio altamente volátil que podría estallar en cualquier momento.

130 millones de compatriotas contemplamos inmovilizados cómo el “Nerón de Macuspana” incendia nuestro país sin que exclamemos un sonoro lamento que, sin duda, se lanzará a los cuatro vientos cuando ya es demasiado tarde. El daño catastrófico inició cuando 35 millones de mexicanos votaron por el suicidio y el INE y el Tribunal electoral le obsequiaron criminalmente una sobre representación a la Cámara de Diputados, que el pueblo de México jamás le concedió y se consumará esta semana, en el momento en que desaparezca el Poder Judicial y AMLO lo controle a la distancia junto con el legislativo y el ejecutivo.

¡Pobre México! ¡Pobre Claudia! ¡Pobre país! ¡Cuánto tiempo tardaremos los mexicanos de darnos cuenta de nuestros errores para sacudirnos a la peste morenista que se ha apropiado de nuestra democracia, del ahorro público y de nuestro futuro! ¿Cuánto.?

 

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