Primero conocernos, después entendernos para así poder tomar las mejores decisiones respecto a: ¿Cómo vivir?…
Con anterioridad iniciamos preguntando si somos una dualidad de consciencia y razón o solo una razón que al desarrollarse en una persona, esta adquiere consciencia de sí misma.
Comparto, en mi opinión, la mayoría de las personas viven dormidas, sin tomar consciencia de sí mismos y de la realidad, guiados como robots por dogmas, paradigmas o conductas socialmente “aceptados”; labor en la que mucho ayudan, las familias conservadoras y las religiones, todas, que siempre optarán por el dogma mentiroso para manipular y controlar, y no por la verdad que dicen predicar… En otras palabras: las personas dormidas (que son mayoría) no viven, vegetan; piensan, actúan y “viven” como se les dice y la mayoría insatisfechos, ajenos a su humana naturaleza y sin saber por qué son infelices; porque una de las pandemias de la sociedades modernas es que de forma consciente y programada decidimos no pensar: somos conscientes porque sabemos que tenemos un cerebro y decidimos no usarlo y estamos programados porque esa aceptación deriva del adoctrinamiento que recibimos por la televisión, por las religiones y de los dogmas políticos, sociales, familiares y culturales que nos inculcan desde niños sin un razonamiento previo y sin un filtro; por eso las mayorías tomamos la decisión de no usar el cerebro y la capacidad de raciocinio que la naturaleza evolutiva nos dio, y derivado de ello: ¡Vivimos mal!,… aunque lo reconozco: es más cómodo no pensar y solo obedecer.
También mencioné, como mi amigo Faustino Castro (qpd), fundador de la Universidad de Zamora en Michoacán, para ayudar a responder sobre la razón de la existencia de cada uno de nosotros, decía: “A este mundo venimos a crecer y a amar”, pero, a diferencia de la semilla de trigo que depende de caer en buena tierra para convertirse en espiga, el ser humano decide si crece o se queda en semilla, en otras palabras, está en la persona humana la decisión y la acción para crecer y, durante el tiempo que tenemos de vida, alcanzar nuestra propia plenitud… Ello responde al: ¿para que existimos?, pero, ¿cómo somos?, ¿qué somos? y ¿quiénes somos?, falta…
Sin coincidir con Freud, una de las cosas que he aprendido en la vida, es que somos seres sexuales, y derivado de la evolución, con unas capacidades diferentes a las de los animalitos, quienes prácticamente solo usan la sexualidad para reproducirse, a diferencia nuestra que la usamos, ¡sí para reproducirnos!, pero también para disfrutar de la vida a través del placer sexual y del gozo carnal y humano, y sin duda, para compartir ternura y construir lazos emocionales y sentimentales, y más aún, cómo símbolo de unidad, de aceptación, de unión y de compromiso; aunque, como parte de nuestras perversiones evolutivas, algunos usan la sexualidad como método de esclavitud, para hacer negocio, para controlar, para lastimar o para evadir la realidad.
En adición, el contacto físico entre los humanos va más allá de la sexualidad, también tiene que ver con una necesidad emocional y física, el contacto físico, el abrazo, el beso y la caricia, tienen repercusiones favorables en el funcionamiento de nuestro cuerpo y de nuestra mente; un bebé que no es acariciado languidece, baja de peso y se enferma, el contacto físico le es vital para su sano desarrollo, ¡así somos, así estamos hechos! Cito a Claudio Fabián Guevara en “vibromancia.com”: “El contacto físico es una necesidad biológica en todas las edades. En la punta de los dedos tenemos capacidad para sanar y proporcionar felicidad. Claves para desarrollar un sentido rodeado de tabúes.” Para quienes no lo saben, existe un concepto llamado: “Hambre de la piel”, que describe la necesidad de ser tocado y el poder curativo de la caricia. El ser humano es un ser sexual, ¡Sí!, pero también somos un ser cuyo funcionamiento eficaz requiere de la caricia y del contacto físico.
Si aceptamos que somos seres sexuales que necesitamos del contacto físico y de la caricia para ser funcionales: ¿qué sigue para vivir mejor?… En mi opinión siguen dos cosas: 1.- Dado que los hoy adultos fuimos maleducados con una concepción del sexo y la caricia a los que etiquetamos como pecado, prohibido, sucio o malo, lo que nos evitó disfrutar a plenitud de nuestra humanidad y enriquecer nuestras relaciones con una actitud festiva hacia el sexo, debemos cada uno, en lo personal e íntimo, reflexionar sobre lo que nos enseñaron de forma equivocada y valga la expresión: reprogramarnos para ver como natural lo que es natural y así, redimensionar nuestra actitud y forma de vida respecto al sexo y a la caricia para vivir de mejor manera en concordancia con nuestra naturaleza humana enriqueciendo nuestras relaciones. 2.- Educar a nuestros hijos en consecuencia. Criminal sería, por comodidad o miedo, educar a nuestros hijos con los equivocados paradigmas respecto a religión y sexualidad con los que nos mal educaron: ¡Eso, además de injusto, no es amor!… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser
Coach de Vida