Es muy sencillo: que presente las pruebas”
Andrés Manuel López Obrador
Genaro García Luna ha sido uno de los villanos favoritos del presidente. Una y otra vez lo ha presentado como ejemplo de corrupción y prueba de la relación del gobierno de Felipe Calderón con el narco. Ahora, el exsecretario de seguridad ha respondido con una carta manuscrita acusando a López Obrador y a sus operadores de tener vínculos con el crimen organizado.
Dice García Luna, preso en Estados Unidos por vínculos con el narco, que esta relación “es de conocimiento público”, pero esta es una base muy endeble para lanzar una acusación de tal magnitud. Señala con razón que los testigos protegidos que testificaron en su contra son los mismos que han involucrado a los líderes de la 4T. Tiene razón cuando dice que en su caso “los fiscales no presentaron ningún documento, fotografía, video, audio, registro de comunicación telefónica, documentos fiscales o financieros, cuentas bancarias, ni registro alguno de contacto con algún miembro del narcotráfico o su familia como lo señala el gobierno de México”. La acusación se fundamentó en una acumulación de testimonios. “Lo único que fue utilizado en el juicio para acreditar los delitos que me imputan fue información falsa proporcionada por el gobierno de México y los dichos de testigos con antecedentes criminales reconocidos y declarados por ellos”.
Pero si esos testimonios de criminales colaboradores son cuestionables en el caso de García Luna, o en el que se presentó contra el general Salvador Cienfuegos, exsecretario de defensa, igualmente son inválidos cuando inculpan a López Obrador o a sus allegados.
Yo no encuentro pruebas para concluir que López Obrador o Calderón hayan tenido alguna relación con el narco. Los testimonios de testigos comprados no solo no son convincentes, sino que en ocasiones resultan inverosímiles. Si García Luna hubiera sido juzgado por un juez, en lugar de un jurado, habría sido más difícil que se le declarara culpable. Es verdad que García Luna tuvo un enriquecimiento muy rápido después de que dejó la función pública, pero sus ingresos están documentados en transacciones bancarias. Quizá haya sido responsable de corrupción, o de haber aprovechado sus contactos para hacer negocios, pero no hay indicios de que sus recursos hayan provenido del narco.
El problema es que López Obrador da plena credibilidad a los testimonios cuando involucran a García Luna, pero no cuando se refieren a él o a sus aliados. Lo hace cegado por sus prejuicios o como una simple estrategia política. Ayer en su mañanera, de hecho, repitió la acusación de que un joven García Luna participó en el asesinato de Luis Donaldo Colosio por supuestamente haber protegido al “segundo tirador”. Quienquiera que conozca los expedientes, sin embargo, sabe que este supuesto tirador no pudo haber disparado a quemarropa contra el candidato porque no se encontraba cerca de él.
López Obrador ha sido sumamente descuidado en su manejo de temas relacionados con el narco. Haberse acercado a saludar a la madre de Joaquín “El Chapo” Guzmán fue una imprudencia. Sus declaraciones de que hay que combatir al crimen organizado con “abrazos y no balazos” son una simple tontería, a las que la Secretaría de la Defensa no ha hecho caso. Ninguna de sus acciones, sin embargo, prueba que haya colaborado con el crimen organizado.
El presidente tiene razón cuando reta a García Luna a presentar pruebas de su presunta colaboración con el narco. No las hay y difícilmente se encontrarán. Pero lo mismo puede responder García Luna a López Obrador. ¿Dónde están los videos o los registros telefónicos de llamadas o mensajes con el narco? Ni AMLO ni las fiscalías estadounidenses que lo procesaron en Nueva York los han presentado.
Nepotismo
Sandra Romandía y Santiago Alamilla escriben en Emeequis que Luis Rogelio Piñeda Taddei, hijo de la consejera presidenta del INE Guadalupe Taddei, trabaja en la ponencia de la ministra Yasmín Esquivel con un sueldo de 82,825 pesos mensuales. sin cumplir los requisitos para el cargo.
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