Si un mexicano odia lo español, se está odiando a sí mismo”.
Miguel León Portilla
El odio de López Obrador a lo español es personal. Da la impresión de que se avergüenza de su abuelo José Obrador, nacido en Ampuero, Cantabria, y de su bisabuelo José González Viñas, quien llegó a México en el siglo XIX procedente de Asturias. Su visión de la historia es un crisol de prejuicios. “Mala consejera es la ignorancia que en muchas ocasiones lleva a la mentira -dijo el arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma al recibir el Premio Princesa de Asturias en 2022–. La historia la escriben los pueblos. Ellos son forjadores de futuros mejores”.
En contraste con la visión maniquea de López Obrador, el pueblo mexicano es preponderantemente mestizo. Un 93 por ciento de los mexicanos somos mestizos, contra apenas 0.5 por ciento en 1570 (Héctor Rangel Villalobos y colaboradores, “Componentes genético-ancestrales en México”, Instituto de Investigación en Genética Molecular del Centro Universitario de la Ciénega, Universidad de Guadalajara, 2009). Rechazar nuestro pasado español es tan irracional como negar el indígena. Miguel León Portilla, autor de La visión de los vencidos, descalificaba el odio al español que ha pretendido imponer en México una visión tergiversada de la historia; José Emilio Pacheco se refirió a La visión como “un libro indispensable para obtener una imagen plena de la historia de México”, “guiado por un interés meramente científico, enemigo de los maniqueísmos”.
No parece que la presidenta Claudia Sheinbaum comparta el prejuicio histórico de López Obrador. La decisión de no invitar al rey Felipe VI de España a su inauguración tiene más que ver con su deseo de respetar las decisiones de su predecesor y mentor que con un rechazo suyo a lo español.
La decisión del gobierno de España de no responder a la carta de López Obrador de 2019 es congruente con las prácticas diplomáticas. AMLO exigió que “el Estado español admita su responsabilidad histórica por esas ofensas y ofrezca las disculpas y resarcimientos políticos que convengan”, y añadió que “las actuales autoridades mexicanas elaboran un pliego de delitos que exhibirán ante el Reino de España antes de que finalice el año en curso”. Es una carta imperiosa, grosera. Josep Borrell, ministro de exteriores, no el rey, decidió no responder para “evitar polémicas inútiles”. Lo curioso es que Borrell sí asistió a la toma de protesta de Sheinbaum en representación de la Unión Europea.
Exigir una disculpa pública por hechos de hace medio milenio, cuando ni España ni México existían, es una tontería. Más sentido tendría exigir hoy a López Obrador una disculpa a los mexicanos por las casi 300 mil muertes por covid evitables con procedimientos razonables o por los casi 200 mil homicidios dolosos en su sexenio.
¿Hubo abusos de españoles en la conquista y la colonia? Sin duda: están documentados y debemos recordarlos. Pero también hubo abusos de los mexicas contra sus vecinos tlaxcaltecas y otros pueblos mesoamericanos; por eso tantos indígenas se unieron a los españoles en la guerra contra Tenochtitlan.
“Esto no se olvida, pero tampoco podemos anclarnos en el pasado y guardar rencores, sino mirar hacia adelante -ha dicho Matos Moctezuma–. En esto, México y España deben dirigirse hacia un futuro promisorio”. Y ese futuro está ahí, para beneficio de nuestros pueblos hermanos, siempre y cuando no permitamos que políticos ignorantes de la historia fomenten el odio.
“España no se entiende sin México, ni México se entiende sin España”, dijo en México en 2019 la escritora Irene Lozano, entonces secretaria de Estado de la España Global. Estoy de acuerdo. Añado que los berrinches de un político que se avergüenza de su ascendencia española no nos distanciarán.
A revisión
Por 8 votos contra 3 la Suprema Corte abrió a consulta la reforma judicial. La ministra Lenia Batres afirmó que la Corte actúa “de manera tiránica, despótica y autoritaria”, pero lo despótico sería no revisar una reforma que presumiblemente viola derechos humanos y la división de poderes.
www.sergiosarmiento.com