Termina otra administración, seis años más que han dejado ver que México tiene muchas oportunidades pero que parece empeñado en desperdiciarlas. Presento aquí algunas cifras claves para evaluar el desempeño económico del país en el sexenio que acaba de terminar y que marcarán algunos de los retos que la ya presidenta Sheinbaum enfrentará.

PIB: Una vez más el gobierno nos mostró que el crecimiento económico no es una promesa de campaña. El prometido crecimiento ?¿promedio? ¿acumulado? ¿sostenido?? del 6% no llegó. La producción creció de inicio a fin de la administración lopezobradorista 4.5%, el crecimiento promedio en consecuencia no llega a 1%, el menor crecimiento en 30 años.

PIB per cápita: Aún no tenemos los datos de cierre, pero suponiendo que la economía creciera este 2024 1.6%, la producción per cápita habrá crecido 0.2% acumulado en seis años. Poco, poquísimo.

Con los datos al segundo trimestre de 2024, el crecimiento por persona es negativo, -0.6%. Podemos usar también el dato del FMI en dólares ajustados por paridad del poder adquisitivo? que muestra un crecimiento acumulado de 0.8% suponiendo que el país creciera este año 2.4%, que ya sabemos que no lo hará.

Inflación: Los precios se incrementaron del inicio de esta administración hasta agosto pasado 32%. Este dato solo empeorará en el mes que faltaría considerar.

Inversión: Del inicio de la administración al último dato disponible, la formación bruta de capital fijo se incrementó 17.95%. Después de los primeros años de la administración en los que cayó, en 2023 se recuperó y repuntó. Los datos de este año muestran un estancamiento en este indicador.

A principios del sexenio que ya terminó la inversión pública representaba 2.9% del PIB. El porcentaje al segundo trimestre de este año fue 2.7%, lejos aún del sugerido 5%. La inversión privada representaba a finales de 2018, 19.7% del PIB y a junio de este año 22.8%.

Gasto público: El gasto del gobierno, medido como porcentaje del PIB, aumentó de 23.1% en 2018 a 26.9% al segundo trimestre de 2024.

Deuda: El saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público, la medida más amplia de deuda, pasó de representar 43.6% del PIB al cierre de 2018 a un estimado de 50.2% al cierre de este año.

Salarios e ingresos laborales: Más allá del incremento en el salario mínimo, que más que se duplicó en términos reales entre 2019 y 2024, el aumento en el ingreso laboral promedio fue superior a 40%, ya descontando también el efecto inflacionario. La masa salarial, es decir, todos los ingresos que percibe la población ocupada, aumentó 39%.

Productividad: La relación que existe entre la producción y las horas trabajadas, que podríamos llamar eficiencia del trabajo, no ha crecido a la par que lo han hecho los salarios y los ingresos laborales. Por el contrario, la productividad decreció 4% durante la administración pasada.

Más allá de los rezagos históricos que existían en el salario mínimo y la prevalencia de salarios relativamente bajos en ciertos sectores que ameritaban ajustes, tener incrementos de la magnitud de los observados sin que hayan estado acompañados de mejoras en la productividad hará insostenible el ritmo de aumento.

Si a eso sumamos la desaceleración económica, la incertidumbre derivada de ciertas reformas y de los procesos de revisión comercial que se avecinan, la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum se ve complicada. La realidad estructural de la economía mexicana le pasará factura.

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