En su primera Mañanera, la presidenta Sheinbaum se disculpó por los excesos de 1968. Enfocarse, de entrada, en lo ocurrido hace 56 años, cuando el grueso de nuestra población no había nacido, es casi tan irrelevante como la disculpa pedida al rey de España por lo que pasó hace 400. ¿Y si mejor nos enfocamos en 2068? Está más cerca.
En vez de mirar al futuro, nuestro gobierno está obsesionado con el pasado. Propone tirar recursos, que no tenemos, en líneas de trenes de pasajeros que no necesitamos; en una línea aérea que los militares están a años luz de poder manejar con eficiencia y que será fuente de pérdidas perpetuas; en distribuir medicinas, cuando no tienen las capacidades que empresas privadas desarrollaron por décadas.
Este gobierno insiste en una política energética obtusa, condenada a generar cientos de miles de millones de pérdidas. Pemex gana dinero extrayendo petróleo. Entre enero de 2019 y junio de 2024, Pemex Exploración y Producción tuvo ingresos por 4.5 millones de millones de pesos, reportando utilidades de operación por 1.6 millones de millones. Pemex Transformación Industrial, donde están sus refinerías, perdió 885 mil millones en el mismo periodo. Una vez que metemos costos financieros, por la descomunal deuda, la pérdida consolidada se acerca al millón de millones. Además, la deuda de Pemex es considerada “chatarra” en mercados financieros, por lo que costará cada vez más financiar deuda y pérdidas. Mientras menos se extraiga, y más se refine, más se perderá. Nuestra soberanía energética no depende de refinar más gasolina. Es irrelevante que produzcamos más de algo que muchos producen con eficiencia y que podemos comprar sin restricción en mercados eficientes.
Entendamos de una vez que todos los recursos que el gobierno ha dilapidado en refinerías, trenes o líneas aéreas, es dinero que no se invierte en las funciones que sí le son propias: seguridad, educación, salud pública, infraestructura moderna, entre otras. ¿Qué podría haberse hecho con el millón de millones que Pemex ha perdido en cinco años? Pudimos mandar a un millón de mexicanos a estudiar a Harvard un año, o a 250 mil a hacer toda la carrera. Podríamos hacer 4 aeropuertos como el recientemente inaugurado en Estambul, que recibió a 70 millones de pasajeros en los primeros 7 meses de 2024 (el AIFA lleva 3 millones en el mismo periodo, y según cálculos de Carlos Urzúa, su costo fue del doble que el de Estambul).
En sus promesas, Sheinbaum habló de varios sueños de opio, como un auto eléctrico mexicano y una fábrica de software. Proyectos así no ocurren por arte de magia, requieren de un sistema educativo que equipe a nuestros jóvenes para alcanzar esos sueños. Lo que el nuevo gobierno les ofrece, más allá de sueños, son ilusiones.
Entendamos también que el Estado es mal empresario precisamente por las razones que quedan en evidencia cuando éste pone a empresas en sectores complejos y en entornos altamente competitivos –líneas aéreas, energía, distribución de medicamentos– en manos de funcionarios con nula experiencia en esos sectores, sin incentivar eficiencia o rentabilidad. Lo que hace que las empresas privadas funcionen es su deseo por ser eficientes, rentables y su necesidad de ganar participación en los mercados. Eso motiva las masivas inversiones en innovación y tecnología de exitosísimas empresas como Apple o Tesla, o explica por qué Amazon entrega mercancía de un día para otro.
El México de 2068 requiere de que motivemos, eduquemos y financiemos a jóvenes emprendedores y a inversionistas que estén dispuestos a tomar riesgo y que se atrevan a competir y a encontrar nichos en las muchas áreas de oportunidad que vendrán con el advenimiento de la inteligencia artificial y de la masiva disrupción tecnológica que se avecina, y que impactará a todos los sectores tradicionales.
Pero, sobre todas las cosas, México necesita un gobierno pragmático que deje de despilfarrar en caprichos absurdos y dogmas caducos. Y sí, también necesita uno que se atreva a forjar contrapesos y Estado de derecho. No existe país en el mundo que se haya desarrollado sin éstos.