La aparición de la IA tomó a muchos de sorpresa, tan inquietante como interesante, una herramienta que se suma a las existentes en múltiples usos, entre ellas, el aprendizaje; cuya aportación se enfoca a personalizar este proceso, ya que el alumno avanza a su propio paso, al ajustar las elecciones de acuerdo al progreso individual, a modo de que el sistema puede detectar si existe algún tipo de dificultad en cierto tema y ofrecer un apoyo adicional con mayor detalle, de esta manera el alumno tiene la posibilidad de avanzar sin necesidad de una asesoría por parte del docente, quien, por su parte, se ve beneficiado para dar mayor agilidad a su labor en la corrección y calificación de evaluaciones, y por otra parte se enfrenta a una desventaja, una que puede ser doble filo, porque el maestro puede ser engañado, pero el alumno puede caer en el plagio, ya que estos asistentes virtuales corrigen desde la redacción de un texto, la ortografía y construcción, lo cual a mi parecer puede tener un impacto negativo en aquellos estudiantes que no tienen el hábito del estudio, mismos que indican que el secreto está en “parafrasear” y así evitar ser descubiertos, un asunto nada conveniente para los docentes, en este contexto.
Por fortuna, la IA no tiene la capacidad de reemplazar el valor humano de un maestro, porque muy al contrario de sus alcances, el catedrático guía, motiva e inspira, promueve el conocimiento y fortalece el sentido de curiosidad en el alumno, factores relevantes para evitar que se dependa demasiado de la tecnología, ya que resolver cualquier situación y obtener una respuesta inmediata, pero que limita al humano para dar solución por sí mismo a futuros problemas que se le presenten.
Por otro lado, no todos los colegios y su comunidad cuentan con acceso a la tecnología, una barrera del aprendizaje y que amplía considerablemente la brecha educativa. Ser analfabeta hoy en día no solamente se refiere a no saber leer, también abarca el desconocimiento del uso de una computadora, de no contar con acceso a internet y, por ende, vivir en una ignorancia; un escenario que la Inteligencia Artificial no ha considerado, pero cuyo impacto abarca entornos de enseñanza inclusivos, dirigidos a lograr una adaptación a su forma de emplearla y aprovechar su potencial de la mejor manera, considero, representa un desafío continuo, por el gran avance del mundo digital, que nos rebasa por falta de dispositivos adecuados, o en su defecto, contar con ellos, pero no darle el uso correcto, lo que lleva a una depender total y la falsa creencia de que la mente ya no es necesaria, lo cual puede tener profundas consecuencias.
La IA jamás podrá reemplazar nuestras capacidades humanas, es eficiente en el momento, pero existen otros factores que el alumno no debe perder, como la creatividad, la empatía, la reflexión, el razonamiento, la capacidad de asombro, entre muchos otros que deben permanecer y formar parte de su desarrollo académico en todos sus niveles, habilidades que solamente el ser humano perder aportar y que evitan esa comodidad donde no se cuestiona ni analiza. La IA no es un sustituto del cerebro, debe ser un complemento que potencie las destrezas y expanda el conocimiento y ejercite la mente.
Para finalizar, la educación debe ir más allá, lograr avanzar a un ritmo similar al de la tecnología para encontrar un equilibrio que empate a la inteligencia humana con la artificial, a final de cuentas, fue una persona o varias quienes crearon este sistema informático.