El hombre es inteligente; la masa es un animal torpe, histérico e irracional.”

Arthur Schopenhauer

 

El mantra de los 35 millones ya cansa. La 4T utiliza esa cifra para justificar casi cualquier cosa: 35 millones votaron para elegir a los jueces, 35 millones votaron para exigir disculpas a España por la Conquista de hace 500 años, 35 millones votaron para eliminar los órganos autónomos, 35 millones votaron para militarizar el país, 35 millones votaron para la ocurrencia que les plazca.

Pero la verdad es que hay 65 millones que no votaron por nada de eso. Ya sea porque eligieron una opción opositora o porque prefirieron abstenerse. Y, siendo francos, tampoco sabemos cuántos de esos 35 millones apoyaron las propuestas más radicales que hoy se vuelven realidad o cuántos sólo querían mantener su pensión o cuántos solo simpatizaban con el expresidente por un asunto más de jocosidades que de transformaciones. Muchos votaron por la Dra. Sheinbaum porque su perfil inspiró confianza, porque la pensaron más moderada o tal vez la decisión fue un simple juego de azar: el de tin marín.

Sin importar que la votación hubiera sido 99 millones contra 1, la democracia no se trata solo de resultados electorales. Está diseñada para asegurar que incluso ese 1 pueda coexistir con dignidad.

En una verdadera democracia, ese 1 no debería temer perder su trabajo por culpa de una tómbola ni ser sometido al escarnio público por pensar distinto. Tampoco se deberían modificarse las leyes para borrar o limitar su existencia plena. En una democracia, en cualquier momento ese 1 puede transformarse en 99 millones y viceversa.

Nunca fuimos una democracia perfecta, pero estamos peor que antes, lo que tenemos ahora es un régimen híbrido: claramente hay aspiraciones totalitarias, pero aún con las reglas suficientes para que, en un momento dado, por medio de la votación libre y secreta se pueda cambiar de régimen.

Aún existe libertad de prensa, abunda más la autocensura que la censura misma, y aunque ya sin apoyos del Estado, las ONG pueden existir, publicar y criticar tanto como les venga en gana, con o sin sustentos políticos e ideológicos.

También hay libertades económicas aunque con la gran tentación, aún a raya, de que el gobierno se meta en la vida privada de las empresas y comience a ordenar con miras en la popularidad sobre la productividad y si bien los números macroeconómicos podrían ser mucho mejores dado el nearshoring, hay una relativa estabilidad económica.

Pero todo eso puede acabar en un tris, con la reforma al poder judicial no parece haber manera de que el gobierno pierda ningún asunto, incluidas las elecciones. Con la mayoría de las cámaras en manos de la 4T se podrían comenzar a fabricar leyes que criminalicen a la prensa libre, como ya ha ocurrido en otros regímenes dictatoriales y si por diversos factores internos y externos se complicase la situación económica no hay contrapeso que evite la toma de decisiones radicales como el uso de las reservas o hasta la estatización de diversos sectores.

Sí, todavía nos podemos llamar democracia, pero quizá no por mucho tiempo más.

Somos, más bien, la dictadura de la mayoría.

 

De Colofón:

 

Ni la cadena perpetua que pedía la fiscalía ni los 20 años que solicitaba la defensa: Genaro García Luna fue condenado a 38 años.

Si llega a sobrevivir –cosa poco probable–, será un hombre de más de 90 años cuando recupere la libertad. Para entonces, México y el mundo serán completamente distintos.

Este golpe judicial también impacta a la oposición, especialmente al PAN, que enfrenta una lucha existencial entre la supervivencia y la irrelevancia.

Adentro, la pelea por la dirigencia entre Adriana Dávila y Jorge Romero es feroz. Pase lo que pase, el proceso dejará heridas profundas en la militancia tras la elección del 10 de noviembre.

Aunque Dávila ha dado pelea, parece que Romero se quedará con la presidencia del PAN. Su reto no es menor: unificar un partido fracturado, lleno de desconfianza interna y con la peor imagen pública que ha tenido en años.

Romero reconoce la crisis y ofrece una solución por la vía de la democratización, darle poder a la voz de la militancia eliminando designaciones directas de candidaturas y prohibiendo a la presidencia ser candidato a cualquier cargo de elección popular. Es un primer paso, démosle el beneficio de la duda.

 

@LuisCardenasMX

 

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