Durante siete años he escrito acerca del avance y retrocesos en el proyecto de la rehabilitación de un maravilloso espacio de cuatro hectáreas ubicado en la parte poniente de la ciudad. El lago del Parque Chapalita fue hecho artificialmente al construirse un bordo que contenía el agua subterránea y superficial proveniente de los límites del municipio de León con el estado de Jalisco. La parte baja del lecho original del lago era lo que actualmente es la colonia Chapalita y específicamente, donde se instala los domingos el tianguis “Línea de fuego”. En el pasado, el municipio decidió darle más áreas verdes a la ciudad y crear un parque, pues al secarlo, se incrementó la construcción de casas en el antiguo lago y con ello, a través de expropiaciones, se fueron ampliando las áreas, para después ir perdiendo algunas, al cederlas el municipio para instituciones sociales como Explora, escuelas y la estación de Policía.
Me enamoré de este espacio hace ocho años al ver un domingo jugar futbol a los chicos de la colonia en una cancha en la parte alta del parque en un piso de tierra y lleno de piedras. Además, al ver problemas como la creciente erosión por la pendiente que tiene el parque, la muerte de una gran cantidad de árboles por la plaga de muérdago y el abandono en el que se encontraba, es que me animé a formar un grupo ciudadano para transformarlo, de ser un lugar peligroso a un espacio de encuentro social. Escribí entonces, un editorial dominical en este periódico donde imaginaba cómo estaría en el futuro el parque. Fue como una irónica alegoría. Pero fue leído por Pilar Ortega quien era Senadora de la República en su último año de gestión y me pidió ir a conocer esa maravilla. Al llegar se sorprendió, pues se dio cuenta de inmediato que no existía el oasis del que hablé en mi artículo y le dije que así debería ser en el futuro y si me ayudaba a hacerlo realidad. Me dijo que sí.
Así, convoqué a escuelas, colonos, usuarios e instituciones que circundan el parque para hacer un proyecto que sería presentado a la Sedesol federal con apoyo de Pilar. El caso es que así se fue dando el grupo que hoy llamamos “tejido social” unido por la idea de tener un espacio seguro para visitantes y que estuviera libre de robos y vandalismo, como lo era hasta entonces. Con el paso de los años, las campañas de reforestaciones, la pintura de bardas para quitar grafitis, los controladores de erosión, las jornadas sanitarias de poda de muérdago, así como el desazolve del lago, se fueron dando, pues paulatinamente observaba que el nivel del lago bajaba año con año. Me encontré con un “garbanzo de a libra” pues el parque tenía una planta de tratamiento de aguas residuales, abandonada hacía 20 años y a una ciudadanía con interés de participar en el arreglo. El otro asunto fue ir convenciendo a los sucesivos directores de la Comisión Municipal del Deporte (llevo cinco) así como a las autoridades municipales de medio ambiente (llevo tres) para que hicieran visitas y voltearan a esta reserva natural hermosa.
Así fue que comencé a analizar el comportamiento geohidrológico que creaba al lago y porqué perdía nivel. Fui al archivo histórico y aunque había poca información confirmé por fotografías que había una conexión entre los veneros subterráneos que llegaban a la planta de rebombeo de Sapal en la parte alta de la Arbide y que a su vez llenaban el lago del parque y este al desbordar, llegaba al Pozo del Fraile -hoy seco- y de allí, al parque Hidalgo donde el siglo pasado, había fuentes. Todo esto en el año 2022 lo pude confirmar, cuando el Implan (Instituto Municipal de Planeación) me compartió un estudio que contrató sobre el perfil geohidrológico del parque donde se demostraba la conexión superficial y subterránea desde la parte alta de León -en la zona poniente- hasta la zona de Las Margaritas y el estanque El salto que es un regulador natural ubicado en el bulevar Cervantes Saavedra. Allí estaba el inicio del problema: el incremento de fraccionamientos e incluso de residencias que aprovechaban los veneros de la parte alta (continuará).
RAA