Son las tres de la mañana y mi mente carbura más de lo debido. No percibo nada más que una lúgubre atmósfera que penetra mis sentidos. Sobre mi cama y con el llanto de un perro que agoniza a lado de mi morada, no hay más remedio que el de la resignación. Ya no puedo hacer nada: he caído al precipicio de la creatividad.
Sin quererlo ni entenderlo, me levanto, y sin calzado, prendo de inmediato una luz que da luminosidad a lo sombrío. Agarro pluma y libreta y, sin pensarlo ni un momento, mi mano derecha comienza a dibujar círculos, palos y serpientes que no tienen más que la labor de ser palabras y darle sentido a mis sentidos.
En mi cabeza, brota la ansía con dos simples palabras: Dodgers y Yankees. Dodgers y Yankees. Dodgers y Yankees. Dodgers y Yankees. Dodgers y Yankees.
Y así escribo,
y así edifico mi propia odisea.
Ahora, a través de la experimentación, entiendo y comprendo: nada sucede por casualidad. Todo pasa por algo, y ese algo, en medio de una hora que es sinonimia de terror por la sociedad y sus creencias, es para erigir un texto que exalte lo que estamos a punto de vivir en los próximos últimos días de octubre.
Lo de Dodgers y Yankees fue una odisea que, quizás, duró más de lo debido. Se tornó larga, sinuosa, confusa y, hasta cierto punto, desgastante, pero acaso así ya estaba escrito.
La vida y sus experiencias nos han enseñado que el camino no se disfruta sin antes superar agobiantes adversidades. Si a Ulises le costó 10 años regresar a Ítaca, ¿qué nos hizo pensar que lo más anhelado se alcanzaría tan fácilmente?
En total, fueron 43 años de espera para una nueva Serie Mundial entre Dodgers y Yankees, franquicias que son, sin lugar a dudas, las más prestigiosas del planeta.
Orel Hershiser, Clayton Kershaw, Derek Jeter y Mariano Rivera, son solo algunas de las leyendas de ambas instituciones que pasaron por las mismas sin tener la dicha de enfrentarse a una rivalidad que, en términos rigurosos y estrictos, ni siquiera tendría la ‘madera’ para llamarse así, pero solo Dodgers y Yankees pueden causar semejante falta de ‘respeto’.
Pudo suceder en 2017, pero los Astros de Houston y sus trampas, lo impidieron.
Pudo suceder en 2020, pero los Tampa Bay Rays y su cuento de hadas, lo impidieron.
La vida lo quiso así.
El destino lo quiso así.
El beisbol, lo quiso así.
Hoy, en pleno 2024, el escenario es inmejorable.
Shohei Ohtani; el unicornio del beisbol, el fundador del club 50/50, el perezoso con bases limpias, el robot hecho persona y el debutante que no es debutante, estará en esta Serie Mundial.
Aaron Judge; el poder del beisbol, el fundador del récord de más jonrones en una sola campaña, el que habla, el que grita, el capitán y el que siempre parece estar a punto de despertar, estará en esta Serie Mundial.
Mookie Betts; el líder, el callado, el introvertido, el as bajo la manga, el utility en casos extremos, el que grita, el que motiva y el que no es jonronero pero siempre parece estar a punto de hacer daño, estará en esta Serie Mundial.
Giancarlo Stanton; el niño gigante, el del poder, el que arruina la fiesta, el que mueve el dugout con risas y el que puede sorprender con un sencillo de más de 400 pies pero a la vez con un swing a un slider directo a la tierra, estará en esta Serie Mundial.
Freddie Freeman; el que habla y no calla, el que se estira y se eleva, el que se ríe y prospera, el que juega lastimado y no le importa cojear, el que solo hace contacto pero a la vez disfruta y se enciende con dobles y jonrones, estará en esta Serie Mundial.
Gleyber Torres; el que calla y no habla, el que se avienta y se mancha, el que se ríe poco y prospera, el que escucha críticas y se las traga, el que trabaja el triple, el introvertido pero peligroso, el primero pero también el último, el que solo hace contacto pero a la vez disfruta y contribuye con sencillos y dobletes, estará en esta Serie Mundial.
El mundo así lo quiso.
Si existe un Rey en el beisbol, ese que todo lo ve y lo maneja a su criterio, nos ha reunido con estas estrellas que, seguramente, lo darán todo sobre el diamante.
Se juega algo más que una Serie Mundial: se juega el orgullo de todo un mundo.
A disfrutar, señores, porque con esto, soñamos 43 años, y no puede ser que nos lleguemos a reunir simplemente para no ser y dejarlo de lado.
-El Dugout del Gabo.