El montaje del tradicional Altar de la Altiplanicie Pulquera hidalguense, organizado en honor a las almas que visitan a sus familias durante el Día de Muertos, evoca las raíces de la región agrícola del estado, donde cada elemento tiene un significado profundo y conecta con las tradiciones de la milpa y la cebada.
La historiadora Stephany Espinosa Guerrero y la informante local Alejandra Espinosa Olvera compartieron los detalles esta mañana en la presentación de esta ofrenda, la cual estará abierta al público en las instalaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hasta el jueves 31 de octubre, ubicado frente al museo “Cuartel del Arte” en Pachuca.
Explicaron que el Altar de Muertos de la Altiplanicie Pulquera se coloca parcialmente en la sala o la cocina de las casas, donde una mesa cubierta con un mantel blanco y papel picado en las paredes recibe a las ánimas. En el altar, una imagen religiosa (el Sagrado Corazón o la Virgen de Guadalupe) y fotografías de los difuntos crean un ambiente solemne y familiar.
Cada ofrenda se divide en porciones dedicadas a los difuntos específicos y contiene alimentos tradicionales que en vida fueron del gusto de cada uno, como pan, frutas y guisos locales.
También se colocan objetos personales como sombreros, herramientas de campo o mandiles, que simbolizan sus trabajos en la vida.
Una tradición destacada es la colocación de velas de cebo en el lomo de una penca de maguey, junto con una cruz de cal y un sahumerio con copal o, a veces, hierbas como romero, ruda y pericón, que al quemarse llenan el ambiente de un aroma distintivo.
La decoración del altar se complementa con jarrones llenos de flores de pata de león, cempasúchil y otras silvestres de los campos vecinos, recolectadas con esmero por las familias.
El homenaje inicia el 31 de octubre a las 12:00 horas, cuando según la tradición llegan las almas de los niños. Las ofrendas en este día incluyen dulces de camote, calabaza y “burritos” de maíz negro, piloncillo y agua.
El 1 de noviembre se dedica a los Fieles Difuntos y las tumbas en el panteón se llenan de flores, mientras que el altar se va completando con más alimentos para el día 2, cuando a mediodía las almas se despiden.
Además, los niños de la región celebran la tradición de “pedir calavera” recorriendo las calles con chilacayotes (calabazas talladas con ojos y bocas), que llevan velas encendidas en su interior, recordando la importancia de preservar las tradiciones y transmitirlas a las nuevas generaciones.
Este altar no solo honra a los difuntos, celebra la riqueza agrícola de la región y la conexión entre vida y muerte en la cultura local.
Las piezas de cartonería de Tepeapulco, con sus figuras coloridas, son una expresión más de la creatividad e identidad de la altiplanicie, preservando el patrimonio cultural inmaterial y fortaleciendo la memoria colectiva de Hidalgo.