“No hay motivo alguno de preocupación. México siempre sale adelante. Somos un país libre, independiente, soberano y va a haber una buena relación con los Estados Unidos”.
Claudia Sheinbaum
Poner buena cara ante la adversidad puede ser saludable: no tiene sentido preocuparse por situaciones que uno no puede cambiar, más vale ocuparse que preocuparse. Todos los lugares comunes del optimismo se aplican en este momento.
La presidenta Sheinbaum declaró el 7 de noviembre, “Tuvimos una llamada muy cordial con el presidente electo Donald Trump en la que hablamos de la buena relación que habrá entre México y Estados Unidos”. El secretario de economía, Marcelo Ebrard, dijo que hay que enfrentar “con cabeza fría” los retos del gobierno de Trump. “Si tú me aplicas a mí el 25 por ciento de aranceles, yo tengo que reaccionar con aranceles. Soy tu principal importador, junto con Canadá. Y eso ¿a qué te lleva? Pues a un costo gigante para la economía norteamericana”.
Hay todavía quienes piensan que Trump se moderará al llegar a la Casa Blanca por segunda ocasión, que la retórica de campaña era para conseguir el triunfo electoral, que no querrá incurrir en los costos de las medidas que prometió en migración y prácticas comerciales. La Unión Americana sufre una fuerte escasez de mano de obra que se agravaría si se detiene la llegada de migrantes o si se producen deportaciones masivas. La aplicación de aranceles repercutiría en costos importantes a los consumidores estadounidenses. A Trump no le conviene, dicen, tomar medidas que dañen a los ciudadanos que lo eligieron.
Para los gobernantes populistas, sin embargo, la ideología pesa más que la racionalidad. Ya lo demostró López Obrador, tan cercano y parecido a Trump, al tomar una serie de medidas extremistas que han tenido y tendrán pésimas consecuencias para los mexicanos. La peor de todas es la eliminación de la independencia del poder judicial.
Estoy convencido de que Trump también tomará medidas radicales. Ya lo sugieren sus primeras designaciones a cargos de responsabilidad. Robert Lighthizer, quien se espera quede a cargo de la política comercial, tiene la idea de que “Ningún comercio es libre”; este es precisamente el título de un libro suyo publicado en 2023. Tom Homan, el futuro zar de la frontera, implantó la política de separación de niños de sus familias migrantes cuando fue director de inmigración y aduanas. Michael Waltz, quien será asesor de seguridad nacional, propuso como legislador mandar tropas estadounidenses a México para combatir el narcotráfico. Stephen Miller, próximo subjefe de la Oficina de la Presidencia, fue el arquitecto de las políticas migratorias más restrictivas del primer gobierno de Trump, entre ellas el muro. Marco Rubio, quien va para secretario de estado, criticó a López Obrador por apoyar las dictaduras de Cuba y Venezuela. Kristi Noem, la futura secretaria de seguridad interior, mandó efectivos de la Guardia Nacional de Dakota del Sur, un estado más cercano a Canadá que a México, a cuidar la frontera de Estados Unidos con nuestro país.
La presidenta Sheinbaum ha declarado: “Vamos a ponernos en contacto con el equipo de transición del presidente Trump previo a que entre al gobierno. Nosotros siempre vamos a defender a las y los mexicanos que están del otro lado de la frontera, que además son necesarios para la economía de Estados Unidos”. Es positivo que se busque este contacto. Nuestros funcionarios podrán explicar que las deportaciones, el cierre de la frontera o los aranceles causarían daños a la Unión Americana. El problema es que los políticos populistas toman decisiones ideológicas sin importar los perjuicios. No hay que ir más lejos que ver lo que hizo López Obrador.
Pandemia
Luisa María Alcalde, presidenta de Morena, acusó al Poder Judicial de haber concedido amparos para impedir la vacunación en la pandemia. Falso. Los amparos obligaron a la Secretaría de Salud a vacunar a menores. No debe estar tan orgullosa Alcalde del desempeño del gobierno en la pandemia que ha mentido de forma tan descarada.
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