De las personas que conozco, muy pocas son quienes nunca han tenido una mascota, por el contrario, casi todos han compartido alguna etapa de su vida con un perro, un gato u otro tipo de animal, y es que su presencia otorga una experiencia única, una conexión inigualable que otorga lealtad y afecto, muchas emociones que sólo ellos saben dar.

Hoy en día es común que la gente introduzca a sus conversaciones anécdotas, recuerdos o quizá una molestia por alguna travesura que hayan hecho, y mucho más común es que todos presumamos las fotos de nuestros animalitos, y es que no sólo comparten nuestros días,  permanecen a nuestro lado en momentos alegres y tristes, son testigos de nuestra existencia, porque tener una mascota significa abrirle un espacio a un ser que, de algún modo, va a convertirse en una fuente de compañía y se establece un vínculo muy grande, tal como también la responsabilidad y el compromiso deben serlo para el cuidado de una vida, que por razones diversas, decidimos hacernos cargo.

El amor que se genera es contante, leal e incondicional, afortunados quienes tenemos con nosotros a uno o más animales que confían y dependen de nosotros y se convierten en un miembro de nuestra familia, pero que cuando por algún motivo llegan a extraviarse su ausencia es tan sentida, genera un vacío y la angustia por saber dónde está pareciera exagerada ante los ojos de muchos. La reacción y rapidez con la que se debe de actuar para solicitar apoyo para encontrarlo es indispensable para localizarlos, el esfuerzo se convierte en una muestra de cuánto valor se le da al animal aquí, la empatía y la comprensión de los demás se vuelve valiosísima y no perder la esperanza lo es aún más.

Y es que parece excesivo, pero no lo es, la incertidumbre es mucha, y la exigencia para uno mismo para localizar a una mascota es inmensa, por la mente se atraviesan muchas ideas, negativas y positivas, que quizá no lo vuelvas a ver, pero al mismo tiempo el deseo por encontrarlo no se pierde y la imaginación juega malas pasadas, creer que lo robaron, que sufrió algún accidente y que está padeciendo hambre y sed, es un proceso en donde no hay ni tranquilidad ni certeza, pero sí mucha crítica y desaliento por la gente que subestima a las mascotas.

Creo que cada uno, tenemos una historia del como un animal llegó nuestra vida, de lo indispensable que se convierten y del cuidado que debemos tener, no sólo porque dependen de nosotros sino a modo de gratitud por el amor que nos dan sin reservas, por haber transformado nuestra casa, nuestros días y nuestro existir.

Gracias a toda la gente que se ocupó para que Lizzy regresara, cada uno me dio una muestra de cariño y de su preocupación, no sólo por el bienestar de ella, sino el mío propio. ¡Mi agradecimiento por siempre!

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